miércoles, 19 de octubre de 2005

Razonar la Fe o creer en la Razón

No es lo mismo "razonar nuestra fe", que "pedirle razones" a la fe. En el primer caso -como hacemos en este blog- tratamos de entender, según nuestra capacidad, aquello en lo que creemos; en el segundo caso, nos negamos a creer aquello que no entendemos; que es una actitud totalmente diferente e incompatible con la fe: porque la fe deja de ser fe si le pedimos razones.

En nuestros días parece que hemos dejado de creer en la Fe -palabra de Dios-, para creer sólo en nuestra razón -palabra de hombre. Esto es absurdo, porque nuestra fe siempre nos llevará a la verdad, porque Dios no puede ni engañarse ni engañarnos; pero nuestra razón sí puede llevarnos al error... de hecho, lo hace frecuentemente.
Fácilmente se comprueba que mientras nos fiábamos sólo de la FE, determinábamos nuestra conducta de manera más razonable y adecuada a nuestra naturaleza; pero desde que pretendemos basarnos únicamente en nuestra razón, estamos llegando a actitudes nocivas para nuestra naturaleza e incluso irracionales; por ejemplo, la promoción del mal llamado matrimonio homosexual. Y esto es así, porque si hacemos depender la verdad de nuestro razonamiento, es muy fácil acabar haciendola depender sólo de nuestro capricho... como de hecho ocurre en la actualidad.

Y el capricho es la peor forma de dirigir una vida... o una sociedad.

jueves, 6 de octubre de 2005

¿Por qué Dios nos ha creado libres?

No sé si has caído en la cuenta de que la existencia de la libertad humana es una de las pruebas que nos ha servido para demostrar la existencia de Dios, en cuanto que ésta es una de las manifestaciones espirituales del hombre. Resulta paradójico que precisamente por ser libres podamos negar la existencia de quien nos ha creado.

Estoy firmemente convencido de que la libertad es uno de los mayores dones que tienen el hombre; pero quizá en algún caso hayas caído en la tentación de pensar que es su peor defecto: ¿No será un error de Dios, que nos pudo crear perfectos, el habernos dado libertad para equivocarnos tan frecuentemente? ¿No se equivocaría al crear esta máquina humana tan perfecta, pero con el grave defecto de poder funcionar bien o mal según su voluntad?

Por supuesto, Dios no sólo no se equivocó al crearnos libres, sino que, después de crear las demás cosas materiales, quiso poner un broche final que culminara su creación. Al hacer al hombre libre, también le hizo capaz de "crear" amor con el ejercicio de su voluntad; y el amor es lo más preciado para Dios, porque forma parte de su propia naturaleza divina. Y todo el perfecto y maravilloso funcionamiento del universo no le puede dar a Dios el amor que le da, cuando quiere, el más insignificante de los hombres. El más pequeño de tus actos voluntarios de amor supone mayor novedad en el universo que el movimiento de los millones de galaxias; porque sólo el amor es libre.

Yo creo que la "excusa" para crear un ser racional libre sería terminar la Creación con un ser espiritual que se transciende a sí mismo y se une a su Creador voluntariamente. Para esto sí merece la pena arriesgarse a crear un ser libre: para que ame. Por tanto, el sentido de la existencia humana sería alcanzar su fin espiritual eterno, para cerrar el ciclo evolutivo previsto por Dios volviendo al mundo de lo espiritual, dando un final a la creación digno de su Creador.

No te habrá pasado inadvertida la importancia de las últimas afirmaciones. Si la excusa para tu vida humana es la vida espiritual, tu falta de trascendencia, tu rechazo a tratar íntimamente a tu Creador, a amarle, supondría la frustración total del fin de tu naturaleza humana: sería el comportamiento meramente material, cuando tu única razón de existir es la trascendencia de los límites materiales. Supondría el absoluto vacío de las motivaciones del alma humana.... esa angustia vital que se nota en la vida hedonista, permisivista y relativista actual, porque prescinde de lo espiritual.

Por otra parte, derivada de la existencia de Dios y del alma humana libre, surge la necesidad de una Ley Natural que oriente esta libertad hacia su fin natural. Me parece una conclusión evidente.

Si atendemos a los descubrimientos científicos, vemos que la evolución del universo es lenta y paulatina (miles de millones de años); pero se acelera súbitamente y cambia de dimensión al aparecer el hombre en escena, con su alma (creada expresamente por Dios) y su libertad. La simple Naturaleza ya no puede seguir este nuevo ritmo de la evolución; y los meros instintos -motivación básica en los animales- se muestran insuficientes para la nueva criatura libre: la Naturaleza no puede alcanzar la dimensión de lo espiritual. El hombre necesita una nueva norma de conducta -además de la instintiva- que se adapte a su dimensión: la Ley Natural, revelada o impresa en el alma humana, sustituye en lo moral a los instintos; pero con una diferencia muy importante: su seguimiento es libre.

Por esto, es especialmente importante el uso que hagamos de nuestra libertad.

Creo que esta vez me he adentrado un poco en conceptos filosóficos y no estoy seguro de haberlos expuesto con claridad; pero sí pienso que te he dado más motivos para entender la existencia de Dios, para constatar su necesidad: ¡Eres libre de admitirlos o no! De hecho, la razón humana puede llegar al convencimiento de la existencia de Dios si interpreta debidamente las realidades de la naturaleza; e interpretando las realidades del ser humano y su condición de racional y espiritual, puede la razón conocer que se trata de un Dios personal, bueno, sabio, poderoso y eterno, que transciende a su creación.

Dios está ahí y tú aquí: ¿vas a decirle algo?



lunes, 3 de octubre de 2005

¿Quién ha creado nuestra alma?

Si te paras a pensar un momento, reconocerás que en muchas ocasiones de tu vida actúas siguiendo un sentimiento: amor, odio, deseo, tristeza, inquietud, miedo etc. Eres perfectamente consciente de que tu persona no se reduce a un mero organismo biológico en el que se producen complejas actividades metabólicas: además del hambre, el dolor, el frío y otras sensaciones, también te motivan -habitualmente con más fuerza- tus sentimientos, que no están determinados por tus sentidos. Nuestra memoria, nuestro entendimiento y nuestra voluntad nos incitan a hacer cosas que no tienen relación directa con nuestra situación material. En definitiva, te estoy hablando del alma humana, aquello que no queda explicado por la mera materia de nuestro cuerpo. Pues bien, una de las pruebas de la existencia de Dios la puedes encontrar dentro de ti mismo, precisamente en la existencia de tu alma: sólo un principio espiritual superior la ha podido crear. Tomo prestado de Santo Tomás este argumento, que debe comenzar con la demostración de la existencia del alma.

Para comprobar la existencia del alma humana, deberemos comenzar por averiguar si existen en el hombre manifestaciones espirituales (aquellas que no tienen partes, que no son sensibles, que superan el espacio). En caso afirmativo, dichas manifestaciones deberán provenir de un principio espiritual, no material, del hombre; y este principio sería lo que llamamos el alma.

Siete son, según Santo Tomás, las operaciones espirituales que puedes reconocer:
1ª.- El conocimiento intelectual, que se contrapone al conocimiento únicamente sensible de los animales. El humano es un conocimiento abstracto, capta la realidad en sí misma y forma los conceptos. Es capaz de captarse a sí mismo como realidad y decir: yo. La diferencia entre el aprendizaje del hombre y el instinto animal es que éste pertenece a la especie (se transmite de padres a hijos por los genes), mientras que aquél es individual y lo debe desarrollar cada hombre por sí mismo, utilizando la inteligencia.
2ª.- El lenguaje simbólico, derivado de la capacidad de conocimiento intelectual que posee el hombre: puede adjudicar un nombre a una cosa, porque capta su concepto. Los animales sólo tienen el lenguaje emotivo: manifiestan angustia, miedo, hambre, frío o celo, de la forma que les indica su instinto; pero no se transmiten conceptos.
3ª.- La libertad, que manifiesta la capacidad de autodeterminación del hombre. Los genes, la herencia, condicionan inicialmente tu forma de ser, pero en último extremo no te determinan: tu actuación concreta depende de tu voluntad. Cada hombre posee una personalidad singular e irrepetible. Por el contrario, los animales son simples copias de sus padres tanto en lo fisiológico como en su comportamiento.
La actuación del hombre no viene directamente determinada por su conocimiento sensible de las cosas, sino por su conocimiento intelectual, que es el que moverá su voluntad en un sentido (búsqueda del bien conocido) u otro. Los animales reaccionan de manera instintiva y predeterminada ante cualquier estímulo sensible: el instinto les obliga siempre a buscar su bien y evitar el mal. Por el contrario, el hombre es libre porque no está determinado ni por el bien, ni por el placer, ni por el instinto.
4ª.- El progreso, como consecuencia del conocimiento humano de las leyes que rigen la naturaleza: de este modo puede aplicarlas o eludirlas a su conveniencia. Los animales, incluso los más sofisticadamente organizados (hormigas, abejas) no han progresado en sus métodos, ya que no los adaptan a su conocimiento, sino a su instinto; su evolución, cuando existe, depende de mutaciones genéticas aleatorias.
El hombre no ha dejado de progresar desde que apareció sobre la tierra: no sólo se adapta al medio que lo rodea, sino que, en muchos casos, adapta este medio a su propia conveniencia.
5ª.- El arte, que es la manifestación del concepto abstracto de belleza y la valoración de su contemplación. Los animales únicamente hacen aquello que les resulta útil para su vida, no tienen sentido de la estética.
6ª.- La ética, consecuencia de la captación del bien en cuanto bien por parte de la conciencia humana. Esta es una actividad espiritual: los animales no tienen conciencia, sino instinto; el único bien que persiguen es la satisfacción de sus necesidades. Al contrario, el hombre al ser libre y poder elegir entre el bien o el mal, sí necesita un código de conducta por el que regirse.
7ª.- La religión, que manifiesta la tendencia del hombre al infinito, la necesidad de buscar otra meta en cuanto que una está alcanzada: la necesidad de perpetuarse y trascender esta vida. Los animales, por el contrario, se sacian en cuanto satisfacen sus necesidades vitales: ni tienen sentido de transcendencia ni se preguntan por el más allá.

Si puedes realizar estas siete operaciones espirituales es porque tienes un alma, que es tu principio espiritual. Tu alma humana no puede provenir de tus padres (que tienen cada uno su propia alma) porque el alma no es divisible (como se dividen los cromosomas). Tus padres no te han transmitido el alma como te transmitieron el color del pelo o tus facciones. Tú tienes tu propia alma (memoria, entendimiento y voluntad) independiente y distinta de la de tus padres. Luego, si no proviene de tus padres, tiene que provenir directamente de un ser espiritual superior a ellos: Dios. De esta forma, la existencia de Dios se presenta como condición necesaria a la existencia de tus actividades espirituales.

Por eso, si negamos a Dios, también tenemos que negar la capacidad espiritual del hombre, condenándolo a ser simple materia animal. Ya no existiría una moral objetiva, sino mero instinto animal; y cualquier comportamiento humano debería ser aceptado, porque el hombre no tendría más dignidad que una piedra o una oveja.

Observarás ahora que no es casualidad que la norma moral objetiva sea negada por una sociedad que se olvida habitualmente de Dios.