miércoles, 16 de junio de 2010

Dios es amor

Esta es una afirmación ya conocida; y creo que compartida por todos.
Pero creo que a esta afirmación se le puede sacar más provecho que la simple constatación de que Dios nos ama.

¿Qué es el amor? Amar es la determinación de la voluntad de buscar como único bien propio el bien del otro. Luego el amor no es un sentimiento, sino que es voluntad.

Del mismo modo, si Dios es amor, no será un sentimiento [nuestro sentimiento de que debe haber un ser superior que haya creado todo esto], sino una Voluntad; y más en concreto, Dios es voluntad absolutamente libre y creadora; es una consciencia inteligente y todopoderosa: ES UN SER PERSONAL, que me conoce y voluntariamente me ha creado para amarme.

¡Qué diferente este planteamiento del panteísmo naturalista que confunde a Dios con la naturaleza o el cosmos!

lunes, 14 de junio de 2010

Incongruencia (II)

Se me olvidaba mencionar uno de los ataques más absurdos:

Se acusa a la Iglesia de no preocuparse por las cuestiones sociales, por el progreso; pero se la tacha de retrógrada cuando promueve la natalidad, que es el único remedio de la actual hecatombe demográfica.

Ignoro si a aversión a la natalidad de los progresistas es simplemente por llevar la contraria a la postura de la Iglesia; o se debe a tratar de promover los anticonceptivos (el invento que más ha influido en la historia de la humanidad; y que tanta rentabilidad está proporcionando a más de una empresa); o se trata de promover el sexo sin consecuencias, para trivializarlo y extenderlo entre personas sin vínculo ni compromiso alguno; o simplemente de promover el sexo infértil: el homosexual. Pero la realidad es que esta postura está dando al traste con las posibilidades de futuro de nuestra civilización: sin nacimientos no hay personas, sin personas no hay sociedad ni civilización.

¡Y dicen que la doctrina de la Iglesia es dogmática e irracional!

viernes, 11 de junio de 2010

Incongruentes ataques a la Iglesia

Se acusa a la Iglesia de poco ecologista; pero cuando ésta defiende la naturaleza humana -la familia natural y el sexo natural- se la tacha de arcaica y moralista.

Se acusa a la Iglesia de pactar con los poderosos; pero cuando defiende al más débil -el feto- se la tacha de mojigata y de intentar retrasar el progreso.

Se acusa a la Iglesia de atentar contra la libertad del hombre; pero se la tacha de retrógrada cuando se niega a aceptar la fabricación de seres humanos.

Se acusa a la Iglesia de intolerante por defender que existe una auténtica naturaleza humana que debe respetarse; pero se la margina si no acepta el rígido código relativista que impone lo que debe tolerarse o repudiarse.

Se acusa a la Iglesia de intolerante por dogmática; pero cuando quiere flexibilizar las fronteras y las rígidas estructuras económicas del capitalismo o el liberalismo, entonces se la tacha de idealista.

Se acusa a la Iglesia de despreciar al pobre; pero cuando pretende liberarle de la opresión comunista se la tacha de embaucadora.

Se acusa a la Iglesia por basarse más en la fe que en la razón; pero se nos exige que nos creamos, sin dar razón alguna, que el gaymonio es igual que el matrimonio, o que un feto no es un ser humano.

Y es que es muy fácil ver la supuesta paja en el ojo ajeno, sin apreciar la viga en el propio.

martes, 8 de junio de 2010

Imitación de Cristo

Hablábamos en la entrada anterior de que el hombre moderno ha desechado la Religión como un envoltorio vacío; pero que esto es un grave error porque la Religión es el lugar en el que el hombre -individual y colectivamente- se relaciona con Dios [re-ligare].

Por esto, más que un conjunto de ritos, o una moral, o unas normas, o un libro, lo que la Religión pretende es mostrar la adecuada actitud que el hombre ha de mantener hacia su Creador.

En el Cristianismo lo tenemos muy claro: es la imitación de Cristo -Dios y hombre-, que es camino, verdad y vida. De esta forma, la nuestra no es la religión del Libro, como lo pueda ser el judaísmo o el islam, sino la religión de una Persona, humana y divina.

Y para andar este camino, para imitar a esa Persona, contamos con los sacramentos que Él mismo instituyó; en especial, con la propia compañía del Señor en la Eucaristía.

domingo, 6 de junio de 2010

¿Qué es más razonable, la ciencia o la religión?

La entrada anterior me sirve de preámbulo para poder declarar la falsedad de una creencia muy extendida, incluso entre personas religiosas: que la Ciencia se apoya más en la razón que la Religión. Hemos visto cómo cada una se apoya tanto en la razón como en la fe, según los diferentes aspectos de su propio ámbito.


La Religión establece inicialmente sus fundamentos en la fe, en sus dogmas; pero luego se dedica a comprobar la racionabilidad de éstos. Por ejemplo, la Iglesia cree en la posibilidad de los milagros y ésto es Fe. Pero no cree en un milagro concreto si no puede comprobar que es un hecho sobrenatural por encima de toda evidencia. Recientemente, las dudas sobre un milagro atribuido a la intercesión del Papa Juan Pablo II le ha supuesto el retraso en su beatificación. La Iglesia, que admite los milagros por la fe, exige pruebas razonables e irrefutables, para declararlos.

Por el contrario, la ciencia prioritariamente se basa en el experimento, la razón; pero después establece postulados "irrefutables" que le permitan fundamentar en ellas el progreso, aunque después -muy probablemente- se descubra que estaban equivocados. La ciencia comprueba experimentalmente sus postulados; pero a la postre tiene que confiar en que los resultados sean correctos, para poder seguir avanzando con su investigación; porque, si no creyese en la bondad de sus resultados, no podría construir nada sobre una teoría movediza. Y cuando se descubra que la conclusión era errónea, se rechaza y se sigue avanzando desde el último punto cierto que se alcanzó. Si los científicos hubiesen esperado a tener la absoluta certeza de sus conclusiones, nunca hubiesen avanzado, ya que siempre habrían acabado descubriendo que su fundamento, en algún punto era equivocado. Ésta en la única forma de progresar. Es curioso comprobar cómo se ha podido avanzar científicamente sobre fundamentos totalmente erróneos. Es decir, la ciencia combina el experimento racional con la fe en el propio resultado de ese experimento. Por ejemplo, si se hubiese esperado a conocer qué tipo de fuerza es la gravedad para tratar de dominarla, nunca se hubiese desarrollado la aviación; y si se hubiese esperado a saber con exactitud en qué consiste la vida, todavía no habríamos logrado curar ninguna enfermedad. Y si Colón hubiese esperado a tener la certeza de que hacia el oeste estaban "las indias orientales", nunca se hubiese descubierto América.


Resumiendo: la Religión tiene que razonar sus dogmas; y la Ciencia se tiene que creer sus postulados.

viernes, 4 de junio de 2010

Ciencia, razón y fe

El hombre es dogmático por naturaleza -por debilidad-, porque necesita seguridades. Por esto, frecuentemente busca tanto el dogmatismo de lo espiritual -la fe-, como el dogmatismo de lo material -la ciencia. Porque, de hecho, en ambos casos se trata de seguir una evidencia ya sea espiritual o científica. Me explicaré.


Seguimos nuestra fe espiritual -creencia religiosa- porque infinidad de pequeñas evidencias nos llevan a un conocimiento que estimamos seguro, aunque no nos resulta patente. Por ejemplo, la evidencia de que el mundo existe nos lleva a pensar que alguien lo ha creado... y esto es muy racional. Otro ejemplo: la evidencia de que el hombre tiene un componente espiritual nos lleva a pensar que no puede correponerse con la muerte, sino que pervivirá. Y ambas creencias -convencimientos- son deducciones muy lógicos y racionales.


Por el contrario, nos fiamos de los postulados de la ciencia porque nuestros razonamientos (más bien los razonamientos de personas autorizadas de las que nos fiamos, porque los conociemientos científicos están al alcance de muy pocos) nos los presentan evidentes; es decir, porque yo lo he razonado, entonces es cierto. Ahora se ha invertido el proceso: mi confianza en mis razonamientos es lo que me hace ver el postulado científico como evidente. En definitiva, también requiere cierta dosis de credulidad. Y por si a alquien le cabe alguna duda, os recordaré que la experiencia nos dice que todo postulado científico será rebatido después por otro "mejor comprobado".


Además, la ciencia también se apoya a veces en fundamentos dogmáticos. Por ejemplo, postula que sólo existe lo que puede verse o comprobarse científicamente, como si sólo el experimento científico pudiese dar patente de realidad a todo lo que existe. Y es éste un postulado dogmático muy prepotente, cuando la ciencia no ha sido siquiera capaz de definir científicamente algunas de las cosas más importantes que nos rodean: el bien, la belleza, el amor, el tiempo, la vida, la gravedad, ...y un largo etcétera.

Entonces, ¿qué es más razonable, la ciencia o la religión?

miércoles, 2 de junio de 2010

El misterio del hombre

La sociedad occidental se puede permitir el lujo de despreciar al Cristianismo porque ya se ha apoderado de todos sus tesoros, ya los ha incorporado a su sociedad y a su vida; y ahora desecha ese credo, como a un envoltorio vacío, porque cree que ya no lo necesita; el hombre postmoderno cree que ya puede seguir solo.

Pero se equivoca profundamente, porque el Cristianismo no es sólo el conocimiento del misterio del hombre [algo que no valoramos, porque nos resulta obvio tras dos mil años de Revelación]; sino que el Cristianismo debe ser el modo en que ese hombre agradece y ama a su Creador; y esto nunca es desechable sin dañarnos a nosotros mismos. Porque lo más importante para el hombre no es el conocimiento de su naturaleza, sino el conocimiento de su vinculación con Dios: el eje de la Revelación es la filiación divina; el conocimiento de que somos hijos de Dios, criaturas elevadas al rango de lo sobrenatural. Y despreciar esto es despreciar al hombre y animalizarlo.

El hombre postmoderno ha desechado el envoltorio, sin asegurarse antes de que estuviese vacío; y a tirado junto con él lo que hace hombre al hombre, lo que le distingue de los animales; y se ha quedado sólo con aquello que más le animaliza, por mucho progreso científico que haya alcanzado.

E incluso esto lo ha hecho mal, pues también desecha lo más obvio de su propia naturaleza material [su sexo biológico] y lo más humano de su sociedad [la familia].