martes, 9 de marzo de 2010

El alma de los seres vivos.

¿Que es la vida? Esta es una de las muchas respuestas que la ciencia no ha sabido darnos: no existe una definición de vida que sea aplicable a la totalidad de los seres vivos. ¿Por qué a algo que cambia totalmente a lo largo de su existencia, se le considera que es un mismo ser? ¿Qué es lo que le mantiene en la identidad, cuando han cambiado todos sus elementos? ¿Por qué el bebé y el anciano -tan diferentes- son la misma persona? ¿Y el gusano de seda y la mariposa?

Los filósofos tratan de explicarlo diciendo que toda vida está ligada a un alma, que es lo permanente aunque lo material cambie. Por supuesto, hay alma vegetal, alma animal y alma humana.

Hasta aquí la filosofía... ahora empezaré a divagar...

En el caso de los seres vivos en general, sería Dios mismo su alma, quien les da forma y los mantiene en su ser a lo largo del tiempo. Sin embargo, en el caso del hombre ha querido ir más lejos. Por supuesto, nuestra alma es parte de Dios, como cualquier otra criatura que sin Él no recibe el ser (en Él somos, nos movemos y existimos); pero nos ha querido crear a su imagen y semejanza. Y como lo propio de Dios es la libertad -no está condicionado ni determinado por nada-, ha querido crear esa alma libre, con voluntad independiente. De un modo que no podemos llegar a entender (aunque estemos en Dios), nuestra alma puede decidir libremente permanecer en la vida divina o separarse de ella. Dios ha querido mantener en la existencia al hombre que rechaza s Gracia, al que le vuelve la espalda y rechaza la vida divina; a pesar de esto, siguen vivos tanto su cuerpo como su alma. Pero al alma que no está unida a Dios le falta lo fundamental; ese hombre se convierte en una naturaleza incompleta, separada de su Creador ya no es la naturaleza diseñada por Éste. Y Bien podemos decir que la naturaleza humana separada de Dios es incluso inferior a la de los animales o plantas, que siempre permanecen en Él, fieles a su naturaleza.

Hay quien dice que no existe el infierno. ¿Es que puede haber peor infierno que descubrir -en la otra vida- las consecuencias de tan garrafal error? Éste es el infierno: lamentar eternamente la eterna separación de Dios.

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