viernes, 29 de junio de 2018

Jesús nos explica la Ley, pero nos libera del legalismo.


Jesucristo, al transmitirnos su mensaje, conservó hasta la última tilde de la Ley antigua; pero arrasó con todos los añadidos que algunos hombres habían echado sobre los hombros de otros hombres. De la ley deja aquello que nos libera, que nos hace más hombres: el amor a Dios y al prójimo; y elimina lo que nos esclaviza, el legalismo reglamentario (613 preceptos tenían los judíos de aquella época) para el que era más importante cumplir el precepto, que el por qué se cumplía o que la actitud con la que se cumplía. Cristo fue indudablemente un revolucionario, como lo debe ser todo cristiano: pero su revolución consistió en dejarlo todo igual, en volver a los orígenes. Por eso le crucificaron, porque revolucionaba las falsas estructuras entonces establecidas, sin modificar los cimientos: eliminó las super-estructuras que los hombres habíamos construido sobre su mandato.


miércoles, 27 de junio de 2018

Dios es uno y trino

La base fundamental de nuestra religión, junto con las otras dos religiones descendientes del patriarca Abraham es el monoteísmo. Es más, sólo estas tres religiones son monoteístas (el judaísmo, el cristianismo y el islam); y las tres tienen la característica de ser religiones reveladas: Dios le indica al hombre cómo quiere ser amado. Las demás religiones o filosofías de vida son el esfuerzo del hombre por averiguar cómo debe amar a sus dioses o afrontar su vida.

Pues bien, la característica especialísima del cristianismo (a diferencia de las otras dos religiones monoteístas) es que afirma que ese único Dios que se le ha revelado es no sólo Uno, sino Trino. Ni el judaísmo ni el islam aceptan esta revelación de la naturaleza íntima de Dios que el mismo Jesucristo nos reveló.

¡Qué contradicción! Toda nuestra fe se basa en un Dios único, ¿pero tenemos que creer y venerar a tres Dioses? ¡No!; y esta es la auténtica contradicción: son tres Personas, pero un solo Dios. No trataré ni de entenderlo ni de explicarlo: esperaré a verlo cuando llegue a la presencia divina.

¿Tres personas? Sí, y una sola naturaleza divina. Y como Dios es perfecto, indica que no podía ser de otra forma: es esta la forma perfecta de existencia de la única divinidad.

A modo de remedo de explicación sólo se me ocurre decir: una sola voluntad divina, pero tres amores entre tres intimidades. Así, la naturaleza divina que no es otra cosa que amor, puede subsistir en sí misma: engendrando amor. Pero ¿hacían falta tres?, ¿no bastaba con dos? Sí, hacen falta tres, porque el amor para ser perfecto tiene que ser fecundo: el amor de dos alcanza esa perfección cuando se dirige conjuntamente a un tercero.

Mi imaginación no da para más. 

martes, 26 de junio de 2018

¿In medio virtus?


O, ¿cómo vivir el cristianismo?

Se dice que en el medio está la virtud; pero esto sólo es aplicable cuando se habla de dos extremos viciosos: en este caso, efectivamente lo recomendable es la moderación. Pero cuando realmente hablamos de virtudes, lo óptimo está en el extremo: practicar la virtud en su total extensión. De hecho, la santidad se le reconoce a quien practicó las virtudes de forma heroica.

El cristianismo es la religión de los extremos, no se conforma con la mediocridad. Es más, frecuentemente sucede que ambos extremos de una circunstancia constituyen la virtud; y, en estos caos, el punto medio sería erróneo o mediocre. Es quizá lo más típicamente original del cristianismo: que conjuga ambos extremos sin que exista contradicción entre afirmar una cosa y su opuesta.  Así, la virtud está en saber conjugar los dos extremos; no en practicar ambos a medias. Porque, hablando de virtudes, la verdad de un extremo no excluye la del contrario; sino que la afirma. Y también sería un error quedarse en uno de los extremos y negar el otro: nuestra virtud no sería mediocre, sino que estaría coja.

¿In medio virtus?: sí, pero no por la mediocridad de quedarnos a la mitad de todo, sino por la perfección de conjugar los opuestos.

El cristianismo le muestra al hombre el misterio del hombre; y como éste está hecho a imagen y semejanza de Dios, tiende a la perfección: la perfección extrema de ambos extremos. ¿Es esto posible? Evidentemente, no; y esta es la primera contradicción del mensaje evangélico. Porque, ¿no hay en el mensaje evangélico tantas contradicciones aparentes como en la vida del hombre? Pues sí, las hay; pero este es el Camino, la Verdad y, en definitiva, la Vida misma.

Trataré de identificar muchas de las aparentes contradicciones que podemos encontrar en el cristianismo, en las que ambos extremos se presentan como la verdad o la virtud.

Nueva etapa

Después de una largo paréntesis, quiero iniciar una nueva etapa en este blog y retomar la publicación de entradas con asiduidad.

Un tema me ha estado rondando últimamente y es la característica fundamental del cristianismo de compaginar un concepto y su contrario. Y va más allá: no sólo los compagina, sino que hace que ambos extremos constituyan la virtud.

Empezaré esta nueva etapa hablando de estas aparentes contradicciones.