La base fundamental de nuestra religión, junto con las otras
dos religiones descendientes del patriarca Abraham es el monoteísmo. Es más,
sólo estas tres religiones son monoteístas (el judaísmo, el cristianismo y el islam); y las tres tienen la característica
de ser religiones reveladas: Dios le indica al hombre cómo quiere ser amado.
Las demás religiones o filosofías de vida son el esfuerzo del hombre por averiguar
cómo debe amar a sus dioses o afrontar su vida.
Pues bien, la característica especialísima del cristianismo (a diferencia de las otras dos religiones monoteístas) es que afirma que ese único Dios que se le ha revelado es no sólo Uno, sino
Trino. Ni el judaísmo ni el islam aceptan esta revelación de la naturaleza
íntima de Dios que el mismo Jesucristo nos reveló.
¡Qué contradicción! Toda nuestra fe se basa en un Dios
único, ¿pero tenemos que creer y venerar a tres Dioses? ¡No!; y esta es la
auténtica contradicción: son tres Personas, pero un solo Dios. No trataré ni de
entenderlo ni de explicarlo: esperaré a verlo cuando llegue a la presencia
divina.
¿Tres personas? Sí, y una sola naturaleza divina. Y como Dios
es perfecto, indica que no podía ser de otra forma: es esta la forma perfecta de existencia de la única divinidad.
A modo de remedo de explicación sólo se me ocurre decir: una
sola voluntad divina, pero tres amores entre tres intimidades. Así, la naturaleza divina que no
es otra cosa que amor, puede subsistir en sí misma: engendrando amor. Pero ¿hacían falta tres?, ¿no bastaba con dos? Sí, hacen falta tres, porque el amor para ser perfecto tiene que ser fecundo: el amor de dos
alcanza esa perfección cuando se dirige conjuntamente a un tercero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario