¿Qué supone la muerte para los creyentes? Pues para un cristiano, la muerte es el trance mediante el cual se separan temporalmente alma y cuerpo: el cuerpo se pudre aquí en la tierra y el alma se enfrenta a su juicio particular. ¿Por qué habría de darnos tanto miedo este trance a los que esperamos una vida mejor? Por supuesto, existe un miedo fundado a que el trance sea doloroso o traumático; y esto es comprensible. También sería comprensible estar preocupado por lo que les ocurrirá a nuestros seres queridos, si dependen de nosotros para solventar sus necesidades fundamentales. Pero yo observo que el miedo a la muerte persiste aún cuando no se prevean ni dificultades para los deudos ni un trance doloroso. Y llego a la conclusión de que si se esperase llegar a la presencia de Dios y gozar infinitamente de su gloria, el miedo no estaría en absoluto justificado; luego la mayoría de los creyentes tiene miedo a enfrentarse a un juicio del que no saldrán demasiado bien parados. Y esto también es muy comprensible, porque todos tenemos suficientes pecados como para que nos pese –y mucho- verlos todos juntos el día del Juicio.
Quizá, si tuviésemos tan presente la misericordia de Dios como nuestros pecados, el miedo disminuiría mucho; y, sobre todo, debemos tener la firme esperanza de que Dios no dejará condenarse a nadie que realmente quiera unirse a Él, por mucha que sea su debilidad. Eso sí, contemplar la bondad de Dios y nuestra mísera condición y recordar las veces que le hemos dado la espalda, nos puede hacer pasar por un mal trago en el purgatorio; pero siempre tendremos la certeza de que es algo temporal y que nos espera toda una eternidad de felicidad junto a Dios.
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