Nos dice el Papa que Dios al revelarse no tiene reparo en mostrarse como nuestro Padre y llamarnos sus hijos; pero en la sociedad moderna existe como una vergüenza de reconocerle no ya como padre, sino como simple creador (si es que a la Creación se la puede calificar de "simple"):
¿Seremos en cambio nosotros los que tendremos reparo en llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace posible? La fe ilumina la vida en sociedad; poniendo todos los acontecimientos en relación con el origen y el destino de todo en el Padre que nos ama, los ilumina con una luz creativa en cada nuevo momento de la historia.
Y nos recuerda que la sociedad occidental está basada en la Fe cristiana; y es debido al Cristianismo que Occidente ha influido positivamente en otras culturas, llevando lo que de más humano tiene. Pero cuando esos fundamentos desaparecen, también la civilización occidental se resiente:
Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se
debiliten con ella, como advertía el poeta T. S. Eliot: «¿Tenéis acaso
necesidad de que se os diga que incluso aquellos modestos logros / que os
permiten estar orgullosos de una sociedad educada / difícilmente
sobrevivirán a la fe que les da sentido?». Si hiciésemos desaparecer la fe
en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues
quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida.
Y nosotros tan orgullosos de un laicismo ateo que nos está haciendo desaparece como civilización, aunqeu sólo sea por la falta de natalidad...
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