Nos explica el Papa que en la tradición judía la Fe se recibía a través de la revelación de la Palabra divina: Dios habló a Abraham y habló a Moisés. Por el contrario, en la tradición griega, la fe llega por la luz, por la contemplación de las cosas.
El Cristianismo, de hecho, ha conjugado ambas posibilidades: La fe nos puede venir tanto a través de la luz, viendo la creación; como a través de la
Palabra, recibiendo el mensaje evangélico por el testimonio de los hermanos o la lectura de la Biblia.
Consecuentemente, la Fe que hemos recibido se debe convertir en luz (tenemos que reflejar la que hemos recibido, como si fuésemos espejos); pero también requiere de nuestro testimonio, de nuestra palabra: no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto
y oído... (Hechos 4, 19-20).
Y en palabras del Papa: Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido
su luz, no puede retener este don para sí. La fe, puesto que es escucha y
visión, se transmite también como palabra y luz. El apóstol Pablo, hablando
a los Corintios, usa precisamente estas dos imágenes. Por una parte dice: «
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por
eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos » (2 Co 4,13).
¡Es una grave responsabilidad para los que hemos recibido la Fe!
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