Recuerdo cómo explicaba Juan Pablo II el tema de la propiedad privada, recordándonos que ésta tiene como una hipoteca en favor de los necesitados. Ya comentamos sobre lo que Benedicto XVI nos explicó sobre este asunto en la entrada del 22-2-2012. El Papa Francisco lo explica de otra forma: la propiedad privada se justifica por su servicio al bien común. "Sensu contrario", que dirían los juristas, cuando la propiedad privada no sirve al bien común, entonces ya no tiene justificación...
La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce
la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como
realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los
bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor
al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de
devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de
solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones
estructurales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar
nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde
o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.
En definitiva, esa solidaridad depende más de la actitud de quienes detenten la propiedad o el poder que de la estructura política implantada. No basta con un cambio en los actores: la revolución bolquevique retiró la propiedad de los poderosos, pero no se la entregó al pueblo.
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