Los cristianos debemos proteger la libertad humana y fomentar su ejercicio real; y tener en cuenta esto en toda nuestra acción social.
Todos los hombres somos iguales en dignidad, porque compartimos una misma naturaleza humana. Pero nuestra condici´n de seres libres nos hace únicos, radicalmente distintos unos de otros e irrepetibles como persona.
Estos claros conceptos deben informar la actitud del cristiano frente a la cuestión social: fomentar la dignidad individual, la iniciativa privada, la propiedad privada y las libertades civiles; pero con una estructura social que proteja decididamente al más débil y que cubra esas facetas que la iniciativa asociativa ciudadana no puede cubrir.
Por esto, el cristianismo no es de derechas ni de izquierdas, sino que integra a ambos en defensa del ser humano.
En lenguaje coloquial se podría resumir diciendo que en una sociedad cristiana los ciudadanos serían de derechas y el Estado de izquierdas: aquéllos garantizan la dignidad individual, respetada por el Estado; y éste garantiza la protección social, distribuyendo entre todos lo imprescindible.
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