domingo, 20 de enero de 2013

Tus pecados te son perdonados (2)

Como ya vimos en la anterior entrada con este mismo título, Jesús nos perdona los pecados quizá cuando nosotros esperabamos de El otra cosa; quizá esperábamos que nos ayudase con nuestras dificultades o nos curase una enfermedad; pero El "sólo" nos perdona...
 
Es curioso cómo atribuimos a Dios todas las funciones menos la que le es más propia. Le consideramos nuestro médico o nuestro asesor personal o incluso nuestro adivino de los sorteos de la lotería; y no nos damos cuenta de que Dios es fundamentalmente "nuestro Dios"; es decir, Aquél que nos ha creado para que seamos felíces amándole; y para esto, el perdón es mucho más importante que la salud, el éxito y, por supuesto, el dinero.

Porque la función primordial del hombre -aquello para lo que ha sido creado- es estar en Dios; y el pecado le separa de Dios... Lo principal del hombre no es tener salud, ni techo, ni comida, ni trabajo: lo principal es estar en Dios y eso nos lo ha traído Cristo redimiéndonos; es decir, regalándonos el perdón de nuestros pecados.

Pero no debemos confundirmos. Precisamente por nuestra dignidad de hijos de Dios, que es consecuencia de nuestra trascendencia espiritual, debemos respetar también nuestra dignidad inmanente, como hombres creados y con necesidades materiales que debemos satisfacer. Ningún hombre puede consentir que su prójimo carezca de lo necesario; y mucho menos con la excusa de que eso no es lo fundamental para su salvación. Sólo Dios puede decidir cuándo un hombre ha de prescindir de lo conveniente, incluso de lo necesario, para acercarse más a Él; el hombre siempre ha de buscar el bien, material y espiritual del prójimo, sin excepción.

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