El hombre moderno se niega a aceptar una norma que no entiende, o un hecho que no puede comprobar. Y quizá para los asuntos terrenos sea una forma correcta de actuar. Pero ese criterio no sirve para los asuntos trascendentes, ni para la moral. Supeditar nuestra fe a los datos empíricos, o el cumplimiento del Decálogo a nuestro juicio racional, sería como la actitud del niño que se negase a obedecer los mandatos de su padre simplemente porque no los entiende o no le parecen justos.
Es bueno tratar de entender las razones de Dios, cuando nos impone una norma, ya que entendiéndola podremos cumplirla mejor; pero no debemos condicionar nuestra respuesta a dicho entendimiento. Nuestra motivación debe ser la voluntad de Dios, que siempre quiere que actuemos según la naturaleza de las cosas que Él mismo nos ha revelado: si no descubrimos el porqué, tenemos la seguridad de que Dios sí lo sabe.
Por esto, limitarnos a difundir una ciencia verdadera o una antropología cristiana, como medio para que el hombre adecue su conducta a su naturaleza, relegando a un segundo plano la revelación o la moral, es un camino equivocado para traer el Reino a la tierra. Si sólo conseguimos que se obedezca la Ley Natural después de haber demostrado que Dios estaba en lo correcto -pretensión que no deja de ser una insolencia-, no podremos traer el Reino en esa infinidad de aspectos que no sabemos razonar. Difundamos el mensaje de Cristo...; y la ciencia y la antropología llegarán por añadidura.
Jose Alberto
ResponderEliminaresta chevere tu blog... segui posteando.
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fer