viernes, 24 de septiembre de 2010

El discurso del Papa (II)

Continuamos repasando el importante discurso de Benedicto XVI ante el Parlamento de Westminster.

En otras palabras, la religión no es un problema que los legisladores deban solucionar, sino una contribución vital al debate nacional. Desde este punto de vista, no puedo menos que manifestar mi preocupación por la creciente marginación de la religión, especialmente del cristianismo, en algunas partes, incluso en naciones que otorgan un gran énfasis a la tolerancia.

Éste es el gran problema de occidente: quiere renegar de sus raíces cristianas, como si la religión fuese un obstáculo al progreso; y no se dan cuenta de que precisamente ha sido el cristianismo el que potenció en occidente el progreso social y la dignidad de la persona. Puede que a alguno le extrañe esta afirmación, ya que la "historia políticamente correcta" lleva desde la revolución francesa ocultando los logros del cristianismo y recordando sólo sus errores; pero a quien no comparta esa afirmación le ruego que compare con otras civilizaciones sujetas a otras religiones, o trate de buscar los efectos que el "ateísmo oficial" causó en el pueblo (la propia revolución francesa y la implantación del Comunismo). Y, por supuesto, son los más tolerantes los que no están dispuestos a tolerar que mantengamos nuestras raíces.

Hay algunos que desean que la voz de la religión se silencie, o al menos que se relegue a la esfera meramente privada. Hay quienes esgrimen que la celebración pública de fiestas como la Navidad deberían suprimirse según la discutible convicción de que ésta ofende a los miembros de otras religiones o de ninguna. Y hay otros que sostienen -paradójicamente con la intención de suprimir la discriminación- que a los cristianos que desempeñan un papel público se les debería pedir a veces que actuaran contra su conciencia. Éstos son signos preocupantes de un fracaso en el aprecio no sólo de los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y a la libertad religiosa, sino también del legítimo papel de la religión en la vida pública. Quisiera invitar a todos ustedes, por tanto, en sus respectivos campos de influencia, a buscar medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón en todos los ámbitos de la vida nacional.

Claro, si los políticos actuasen según su conciencia, se acabaría la disciplina de partido y muchos políticos verían mermada su influencia. No, a los políticos no les interesan ni los principios ni siquiera la razón... no vaya a ser que les acaben pidiendo cuentas. Ellos prefieren dirigir la política nacional según los intereses del propio partido. La religión, la moral, la ética y la razón: son estorbos para sus ambiciones.


Una vez más, este Papa sabio ha puesto el dedo en la llaga: ¿le harán caso o seguirán llevando a Occidente a su suicidio como civilización?

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