domingo, 16 de diciembre de 2012

Fe, esperanza y caridad.

Todo el mensaje evangélico se puede resumir en estas tres virtudes: Fe, Esperanza y Caridad. Cristo vino a predicarnos a la Tierra para que tuviésemos Fe en que Él es el Hijo de Dios encarnado para redimirnos; para que tuviésemos Esperanza en el Reino de Dios y su venida definitiva; y para que tuviésemos Caridad con el prójimo.
Veinte siglos después, sigue pidiéndonos lo mismo: Fe, Esperanza y Caridad; aunque hayan cambiado las circunstancias y, por tanto, la manera concreta de vivier estas tres virtudes teologales:
 
La Fe se nos exige en aquello que es más representativo de Jesucristo: Fe en la Eucaristía. Porque creer en la presencia real de Cristo en el sagrario es creer en la práctica totalidad del mensaje evangélico. Creer en la Eucaristía presupone la creencia en el Hijo de Dios encarnado, en que murió por redimirnos y en que después resucitó. Y si creemos en que es verdad aquello de que debemos comer su carne y beber su sangre, ¿cómo no creer en el resto de sus mensajes? Por el contrario: si creemos que nos engañó en algo tan importante, que cuando instituyó la Eucaristía simplemente estaba haciendo una alegoría, ¿cómo creer en el resto de sus afirmaciones?; ¿cómo creeer en aquello de que los pobres, los que lloran, los que sufren persecución son los bienaventurados? Estoy convencido que la Fe en la Eucaristía debe ser el centro de todo el Cristianismo actual; y porque no le es en la práctica, en Occidente el Cristianismo, como la Fe en la Eucaristía, está en manifiesto retroceso.
La Esperanza se nos exige con respecto a su mensaje: debemos esperar que el plan de Dios para la Humanidad y para cada hombre es el mejor de los posibles. Si ponemos nuestra esperanza en el progreso humano -en la Ciencia- muy pronto nos veremos defraudados, ya que sin contar con Dios los avances humanos se suelen volver contra el hombre.
La Caridad se nos sigue exigiendo, igual que hace veinte siglos, hacia el más necesitado, el más débil, el enfermo, el marginado… Pero la Humanidad sigue considerando un derecho la eliminación de los débiles (el niño en gestación, el anciano, el deficiente…), precisamente para poder evitar ese ejercicio de la caridad que nos sería exigible hacia ellos.
La Fe, la Esperanza y la Caridad son virtudes teologales, trascedentes; pero también pueden ser muy humanas, muy de cada día...

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