No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten
este mensaje tan claro. Hoy y siempre, « los pobres son los destinatarios
privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida
gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir
sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres.
Nunca los dejemos solos. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor
a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las
normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos
tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin
cansarse: «¡Dadles vosotros de comer! » (Mc 6,37).
El Papa nos recuerda los retos que debemos enfrentar en la actualidad para poder implantar el espíritu evangélico, empezando por los económicos:
No a la economía de exclusión e inequidad: Ya no se trata
simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo
nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la
sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia,
o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados»
sino desechos, «sobrantes».
No a la nueva idolatría del dinero, fetichismo del dinero y en
la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente
humano. que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el
consumo. A todo ello se añade una corrupción
ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones
mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema,
que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier
cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los
intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.
No a la inequidad que genera violencia. Cuando la sociedad —local,
nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de
sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de
inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no
sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los
excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en
su raíz.
Y siguiendo con otros retos como el relativismo, el hedonismo y la frivolidad:
...una cultura, en la cual cada uno quiere ser el portador de una
propia verdad subjetiva, vuelve difícil que los ciudadanos deseen integrar
un proyecto común más allá de los beneficios y deseos personales. En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado
por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo
provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia. En muchos países, la
globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales
con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente
desarrolladas pero éticamente debilitadas.
La Iglesia debe enfrentar estos retos sociales buscando la respuesta más humana posible a cada caso... ... una actitud burocrática para dar respuesta a los problemas, simples o complejos, de la vida de nuestros pueblos. En muchas partes hay un predominio de lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización...
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