El Papa insiste una y otra vez en que evangelizar no es sino transmitir el mensaje evangélico; y por eso nos recuerda cuál es el contenido principar a transmitir. Considera necesario hacerlo, porque quizá la Iglesia en algunas circunstancias se ha centrado demasiado en combatir desviaciones morales, sin centrar ese combate en el contexto evangélico oportuno:
De ahí que algunas cuestiones que forman parte de la enseñanza
moral de la Iglesia queden fuera del contexto que les da sentido. El problema
mayor se produce cuando el mensaje que anunciamos aparece entonces identificado
con esos aspectos secundarios que, sin dejar de ser importantes, por sí solos
no manifiestan el corazón del mensaje de Jesucristo. Entonces conviene ser
realistas y no dar por supuesto que nuestros interlocutores conocen el
trasfondo completo de lo que decimos o que pueden conectar nuestro discurso con
el núcleo esencial del Evangelio que le otorga sentido, hermosura y atractivo.
Si no se explica el inmenso amor de Dios por el hombre, tampoco éste entenderá los preceptos divinos emanados precisamente de ese amor:
Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la
transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer
a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo
misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el
anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo
más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica,
sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y
radiante.
En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza
del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En
este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay
un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina
católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana ». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas
de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral.
Cuando la predicación es fiel al Evangelio, se manifiesta con
claridad la centralidad de algunas verdades y queda claro que la predicación
moral cristiana no es una ética estoica, es más que una ascesis, no es una
mera filosofía práctica ni un catálogo de pecados y errores. El Evangelio
invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en
los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos.
El cristianismo no es un catálogo de pecados, sino una senda por la que se llega a sentirse amado por Dios y por la que se llega a amar a los demás; y, precisamente por esto, tratamos de evitar las conductas que ese Amor nos dice que son equivocadas.
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