El sueño de nuestro Papa es una Iglesia en la que todo el esfuerzo esté puesto en llevar más gente a Cristo; pero, ¿no es este el objetivo para el que la Iglesia fue instituida?:
Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se
convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que
para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión
pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se
vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea
más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante
actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a
quienes Jesús convoca a su amistad.
Y da la clave para que ese sueño se convierta en realidad:
Esto
supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del
pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en
un grupo de selectos que se miran a sí mismos.
Y es que la Iglesia no es el refugio de los católicos, sino el trampolín desde el que llegar a todos.
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