martes, 20 de febrero de 2024

Estamos en Cuaresma

Ya estamos en el tiempo especial que los católicos llamamos Cuaresma, dedicado a prepararnos para los acontecimientos determinantes de la salvación del hombre: la Pasión y Resurrección de Jesucristo.

Se nos recomienda que lo afrontemos como un tiempo de conversión y arrepentimiento; y la clave es "hacer la OLA": Oración, Limosna y Ayuno. En estas tres acciones se resume toda una actitud: tratar con Dios, ayudar al prójimo y mantener a raya el cuerpo. No es un mal programa, que, realmente, debería servirnos para todo el año.

Pero quizá históricamente se ha hecho hincapié en el tema de nuestros muchos pecados, por los que debemos hacer penitencia, porque fueron los causantes de la Pasión de Cristo. Personalmente, esto me resulta aplicable; pero he conocido otras opiniones que quizá sean más acordes con el espíritu evangélico.

La primera es de Isaías 1, 16-18: Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viudaVenid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

Resulta que hay otra forma de convertirse y quitar nuestros pecados, aunque fuesen "rojos como el carmesí", para dejarlos "blancos como la lana". Mejor que mortificar nuestro cuerpo o lamentarnos por nuestras caídas, lo que nos dice el profeta es que debemos aprender a hacer el bien, siendo justos y ayudando al huérfano y la viuda, al pobre y necesitado. Personalmente me gusta mucho más, aunque hacer algún sacrificio en señal de arrepentimiento por mis pecados, tampoco está de más.

La otra opinión que he escuchado recientemente es de un cantante religioso que afirma -con toda la razón evangélica de su parte- que Cristo no murió en la cruz por culpa de nuestros pecados, sino porque nos amaba. De hecho, como dice una poesía, le bastaba para redimirnos un suspiro o una lágrima de amor; pero quiso darnos toda su sangre... Por eso: por amor.

Es otra forma de afrontar este tiempo; y creo que más evangélica de lo que la tradición nos ha venido transmitiendo.

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