domingo, 28 de enero de 2024

Dios no es un árbitro

Cuando se reduce el cristianismo a una mera moral, entonces se considera a Dios como un árbitro que está observando nuestro juego para que no se produzca ninguna infracción (pecado) al reglamento (código moral). Esta reducción del cristianismo es muy triste, además de equivocada. El cristianismo no consiste en evitar el pecado, en tener una "hoja de servicios" intachable, sino en practicar las virtudes y la caridad. El cristianismo es la adhesión de nuestra voluntad al mensaje de Cristo, es actividad, en definitiva: es amar a Dios y al prójimo.

Dios no es el árbitro que nos controla, ni el inspector de hacienda que revisa nuestros actos. Más bien creo que es todo lo contrario: ante nuestros constantes fallos quizá se hace el despistado, para no recriminárnoslos, esperando que seamos nosotros los que rectifiquemos la conducta o nos arrepintamos. Cristo, durante su vida en la Tierra no hizo otra cosa: tus pecados te son perdonados, les decía a los que se acercaban para pedir curaciones. Porque creo que está buscando cualquier indicio de arrepentimiento o acercamiento por nuestra parte, para perdonarnos... Como hace cualquier Padre con el hijo al que ama...

¡Que pena que durante siglos -y en parte también ahora- se haya presentado a Dios como verdugo! 


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