¿Es esto posible?
Veamos: si por amor entendemos ese
sentimiento que tan de moda está, amar a quienes nos hacen daño no será posible
en absoluto; pero si interpretamos adecuadamente la expresión [amar es buscar
el bien del otro, desear su bien] entonces sí es posible amar a los enemigos;
aunque, por supuesto, primero tendremos que luchar contra el sentimiento de
odiarles [desearles el mal], que es el que se nos presentará espontáneamente.
Lo curioso es que el odio, que tan
gratificante aparece, en realidad produce amargura y esto nos lleva a odiar
más, porque les consideramos culpables de nuestra amargura; y entonces nos
amargamos más, y así sucesivamente…
Con el amor ocurre exactamente lo
contrario: desear el bien del otro nos produce tal sensación positiva que
tendemos a profundizarla y, poco a poco, vamos apreciando a la persona que
tanto nos desagradaba. A veces me pregunto si lo de amar al enemigo es un mandato evangélico o una terapia prescrita
por quien mejor conoce la naturaleza humana…
Pero, volviendo al tema, amar no
significa que encontremos perfecto al prójimo, ni que nos parezca bien lo que
hace; y mucho menos que le tengamos cariño o nos parezca atractivo… Y no
debemos sentirnos culpables de no tener estos sentimientos, ya que los sentimientos
no los podemos controlar. Amar es simplemente desear su bien, a pesar de
nuestros sentimientos o de la falta de ellos.
Y el amor más perfecto es el de Dios, que
no nos ama por ninguna cualidad nuestra, ni por nuestros actos; sino que nos
ama simplemente porque existimos: de hecho, nos ha creado por amor.
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