Aunque a muchos les pueda parecer
extraño, la moral sexual es sólo una pequeña parte de la moral cristiana y, por
supuesto, no es la más importante. El sexo, en sí mismo, es tan bueno, que ha
sido creado por Dios, para disfrute del hombre e incentivo de la procreación.
El sexo, como la comida, no tiene ni por asomo nada de malo.
Dicho esto, aclaro. El descontrol de la
sexualidad sí es malo; como también lo es el descontrol de la comida, ya sea
por gula o por anorexia. Están muy equivocados los que piensan en el sexo como
en algo “consentido” para poder
procrear; pero también lo están los que opinan que todo instinto sexual debe
ser seguido como algo saludable y normal. La sexualidad, como cualquier otra
tendencia o función del hombre, debe estar controlada para que no se desboque y
acabe arrastrando a toda la persona. En el caso del sexo (concebido para ser
practicado entre dos) el descontrol también acarrea problemas sociales; y quizá
por esto se le dedica más atención que a los excesos de la comida.
Mi diagnóstico es que en la actualidad (y
quizá por razones económicas) el sexo se ha convertido en una mercancía
consumible como cualquier otro producto, adulterando una actividad que estaba
reservada para expresar los más altos y profundos sentimientos del hombre.
Y el sexo así desbocado, sí es malo.
Pero quede claro que cualquier atentado a
la moral social (lo que los cristianos llamamos “caridad para con el prójimo”) es mucho peor que los llamados “pecados de la carne”. Quizá por esto
Cristo nos advirtió de que las prostitutas nos adelantarían en el Reino de los
Cielos… (cifr. Mt. 21, 31).
No hay comentarios:
Publicar un comentario