Y es que lo importante no es enamorarse,
sino seguir amando después de que esa apasionante sensación se haya pasado.
Porque los sentimientos vienen y van; y a la larga o a la corta, la pasión por
otra persona debe dar paso al amor, que es la decisión de nuestra voluntad de buscar
como único bien propio el bien del otro. Es decir: entregar nuestra
vida, nuestra persona… Y en estas condiciones, incluso el sexo es más
placentero….
¿Cómo puede amarse sin sentimiento?
Parece increíble que esta pregunta sea tan frecuente en nuestros días. Quizá
porque nuestra sociedad -desde el romanticismo del siglo XIX- ha dado demasiada
importancia a los sentimientos y ha arrinconado la voluntad.
¡Claro que puede amarse –y profundamente-
sin sentimientos! Incluso puede amarse aquello que nos molesta o nos desagrada:
¿es que una madre deja de amar al hijo que tantos problemas le causa?
La realidad es que la atracción sexual
suele llevar al enamoramiento y éste al compromiso; y todo esto es muy bueno.
Pero lo que hace que mantengamos nuestras promesas es el amor auténtico:
nuestra firme determinación de amar.
Ama
hasta que te duela el amor, nos recomendaba la
Beata Teresa de Calcuta; y ella sí era una experta en amar incluso a los que
parecía que no tenían nada amable.
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