Por supuesto, la sexualidad es una de las
manifestaciones del matrimonio; pero ni es la primera ni la más importante. Es
más, si se la disocia de las demás, de la unión total que debe existir entre
los esposos, la sexualidad puede producir un efecto contrario: divide, en vez
de unir.
Y esto no es algo que nos hayamos
inventado, o que nos parezca socialmente muy conveniente. Para los cristianos
el matrimonio es algo cuya importancia nos viene expresamente manifestada por
Dios.
En la Biblia, se define en tres ocasiones
(en el génesis, en los Evangelios y en las Cartas de San Pablo): “Por esto abandonará el hombre a su padre y a
su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Géminis, 2, 24; Mt
19, 5; Mc 10, 7 y Efesios 5,31). Observad que son tres los pasos que hay que
dar para formar un matrimonio: elegir frente a los demás, hacer unión de
proyecto y, finalmente, ser una sola carne. Y si empezamos esta casa por el
tejado (la unión carnal), difícilmente la terminaremos bien…
Cristo mismo nos recordó que el
matrimonio (y no se refería al sacramento cristiano, sino que hablaba de la
institución natural) es para toda la vida… Y es tal su importancia, que lo
elevó, para los cristianos, a la categoría de Sacramento; es decir, se
comprometió a otorgar su gracia a quienes quisieran vivirlo en plenitud.
Los cristianos no estamos obsesionados
con el sexo (o no deberíamos estarlo), sino que estamos obsesionados con la más
grande manifestación de un ser humano: el amor conyugal llevado a sus últimas
consecuencias. Y cuando vemos que el sexo desbocado puede estropear esta
maravilla, nos preocupamos… y mucho.
Por cierto, lo del matrimonio para toda
la vida no es algo impuesto por Dios y ajeno a las pasiones del hombre. Es la
propia pasión del hombre enamorado la que exige esa duración vitalicia: te amaré siempre… contigo para toda la vida… nada
nos separará… jamás habrá otra
mujer/hombre en mi vida…para mí eres
la/el única/o… Estas frases no se encuentran en la Biblia, sino en el
repertorio de los amantes, cualquiera que sean sus creencias.
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