Me refiero a la confianza de que las
cosas en las que creemos son la mejor forma de vivir una vida plenamente humana
y espiritual. Si pensamos en nuestra Fe como en una losa que el hombre debe
soportar para poder alcanzar una vida espiritual, entonces estamos a merced de los
sentimientos de cada momento; y cualquier sentimiento negativo o emoción que
nos haga más difícil soportar esa “carga”,
nos provocará un rechazo de la Fe,
como un estorbo para nuestra felicidad.
Por el contrario, si tenemos la seguridad
de que nuestra Fe es la forma revelada por Dios para alcanzar nuestra plenitud
como hombres e hijos suyos, entonces nada podrá separarnos de ella: ni los
acontecimientos, ni nuestros sentimientos, ni los problemas que nos sobrevengan.
Y lo primero que debemos tener como
cierto, cuando nos propongamos vivir nuestra Fe, es que vamos a fracasar: el
Cristianismo es la vía de la perfección que nunca podremos seguir los seres
imperfectos. Así nuestros fracasos no nos pillarán por sorpresa ni nos
producirán los sentimientos de derrota que nos induzcan a rechazar esa Fe.
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