miércoles, 28 de mayo de 2008

Jesús de Nazaret

Quiero comenzar con esta entrada a comentar el libro de Benedicto XVI "Jesús de Nazaret", empezando por recomendar vivamente su lectura. En realidad no se trata tanto de una biografía de Jesucristo, como de una exposición en profundidad de su mensaje y, por tanto, de los fundamentos del cristianismo, saliendo al paso de las muchas desviaciones que, desde dentro, se han producido en las últimas décadas.

Aunque la totalidad del volumen es genial, algunos de los comentarios los he encontrado más específicos para la situación actual del mundo y aplicables a la generalidad de los mortales.

Empezaré por la actitud más común de nuestros días: la tentación de apartar a Dios de nuestra vida. Al respecto, afirma Benedicto XVI que éste es precisamente el núcleo de toda tentación: anteponer todo lo que parece más urgente en nuestra vida, y apartar a Dios, que pasa a ser algo secundario, o incluso superfluo y molesto.

La gran tentación de siempre (desde el pecado original: seréis como dioses) es el empeño en poner orden en nuestro mundo por nosotros mismos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias capacidades; y lo que es más grave, contando sólo con nuestro criterio. En el fondo, el hombre moderno no inventa anda, es la tentación de siempre: la soberbia que también hizo sucumbir a lucifer, antes que al hombre. La incapacidad de sentirnos creaturas que todo se lo deben a su Creador.

Para arrogarnos la función de ser nuestros propios creadores, empezamos por reconocer como verdaderas sólo las realidades políticas y materiales, y dejar a Dios de lado como algo ilusorio. La tentación finge mostrarnos lo mejor: abandonar por fin lo ilusorio y emplear eficazmente nuestras fuerzas en mejorar el mundo. Lo real es lo que se constata: poder y pan.

Primero se plantea la pregunta: ¿No es el problema de la alimentación del mundo y, más general, los problemas sociales, el primero y más auténtico criterio con el cual debe confrontarse la redención? (El marxismo ha hecho precisamente de este ideal el centro de su promesa de salvación); y con la respuesta viene la tentación: Si quieres ser la iglesia de Dios, preocúpate ante todo del pan para el mundo, lo demás viene después.

Benedicto XVI nos recuerda que Jesús no es indiferente al hambre de los hombres, a sus necesidades materiales, pero las sitúa en el contexto adecuado y les concede la prioridad debida. Jesús mismo se ha convertido en grano de trigo que, muriendo, da mucho fruto. "No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". "El pan es importante, la libertad es más importante, pero lo mas importante de todo es la fidelidad contante y la adoración jamás traicionada" (Alfred Delp, jesuita asesinado por los nazis). Cuando no se respeta esta jerarquía de los bienes, ya no hay justicia, ya no hay preocupación por el hombre que sufre, sino que se crea desajuste y destrucción también en el ámbito de los bienes materiales. Los occidentales, con sus ayudas al tercer mundo, no sólo han dejado de lado a Dios, sino que, además, han apartado a los hombres de Él con su orgullo de sabelotodo, han hecho del Tercer mundo el Tercer Mundo en sentido actual. Si el corazón del hombre no es bueno, ninguna otra cosa puede llegar a ser buena. Y la bondad de corazón solo puede venir de Aquél que es la Bondad misma, el Bien.

Vivimos en este mundo en el que Dios no tiene la evidencia de lo palpable, y solo se le puede buscar y encontrar con el impulso del corazón... hemos de reconocer que no sólo vivimos de pan, sino ante todo de la obediencia a la palabra de Dios. Y sólo donde se vive esta obediencia nacen y crecen esos sentimientos que permiten proporcionar también pan para todos.

Seguir un atajo al camino previsto por Dios, prescindiendo de Él mismo, no conduce a un mundo mejor, sino al abismo.