lunes, 20 de febrero de 2006

Los dones del Espíritu Santo

Quizá el peor mal que padece la sociedad occidental actual sea haber perdido el sentido común, como consecuencia de tanto aferrarse al relativismo moral y al concepto de libertad como mera "liberación de toda traba". Resulta que ahora tenemos muchos más conocimientos científicos; pero somos menos sabios... y es la sabiduría y no el conocimiento lo que nos lleva a la felicidad.

La Iglesia, que es muy sabia, entre otras cosas porque lleva dos mil años observando al hombre, ha resumido lo que el hombre necesita para ser santo -y, por tanto, para ser feliz - en lo que llamamos dones del Espíritu Santo, que son siete. Creo que merece la pena repasarlos y tratar de conseguirlos.

El primero don es la SABIDURÍA: que es la cualidad que nos permite dirigir nuestra vida según el plan de Dios; en concreto, la inteligencia habilitada para la felicidad. Sabio no es el que sabe muchas cosas, sino el que actúa sabiamente. El sabio es el que encamina su vida al fin que le es propio y, en consecuencia, alcanza la felicidad. Por lo tanto, es más sabio el que logra formar una familia feliz, que el científico que descubre importantes innovaciones técnicas.

El segundo es el ENTENDIMIENTO: la facultad que nos permite entender la palabra revelada por Dios... pero también es la cualidad de saber interpretar los signos que nos rodean, los acontecimientos de nuestra vida; en definitiva, aprender de nuestra experiencia y escarmentar antes en cabeza ajena que en la propia.

El tercero, y quizá el menos importante, es la CIENCIA: es el don que nos permite conocer el mundo físico que nos rodea y las leyes que lo rigen... es lo que ha permitido el fabuloso progreso material del que disfrutamos... pero que no nos ha proporcionado un progreso espiritual paralalo que nos lleve a la felicidad. El mundo actual sólo valora la ciencia, sin darse cuenta de que, sin estar incardinada en las demás facultades, no sirve para lo fundamental. Por esto hay tantos científicos que no son felices; y tánto progreso que nos lleva a la amargura!

El cuarto don es muy práctico, se trata del CONSEJO: es la capacidad de aplicar a nuestra vida, en cada circunstancia, las facultades que nos han proporcionado los anteriores dones. De nada nos serviría entender muy bien la palabra de Dios, o tener profundos conocimientos médicos, si luego no somos capaces de convertirlos en algo que nos permita mejorar nuestra vida. Por supuesto, el don de consejo también ha de servir para ayudar a los demás a encontrar la felicidad.

Pero para todo lo anterior necsitamos el cuarto don, que es la FORTALEZA: no basta con saber cómo debemos actuar, sino que es necesario llevarlo a la práctica; y una vez comprometidos en ello, tenemos que perseverar todo el tiempo que sea necesario, superando las adversidades que encontremos por el camino.

También resulta muy conveniente contar con el don de la PIEDAD: que es la reverencia debida a nuestro Padre Dios; y, en un orden de cosas más material, es el aprecio de lo valioso: la belleza, la verdad, el bien. Esto nos permitirá disfrutar a tope de nuestra vida y conseguir una felicidad -si me permites la expresión- más intensa.

Por último, un don cuyo nombre suele llevar malinterpretaciones. Me refiero al TEMOR DE DIOS. No se trata de vivir angustiado por si Dios en respuesta a cualquiera de mis errores me fulmina con un rayo. Se trata de de tener un profundo temor a defraudar a Dios; y esto por dos razones: la primera, porque el amor a nuestro Padre Dios nos debe inducir a cumplir con su voluntad; la segunda -mucho más prosaica- porque el apartarnos de dicha voluntad nos aparta de nuestro camino a la felicidad. El mundo actual tiene la osadía de decir que no le teme a Dios... y, en consecuencia, vive amedrentado por mil temores y -en muchos casos- supersticiones. En definitiva, este don nos tiene que llevar al "miedo a equivocarnos", a "meter la pata" y estropear nuestra vida... a pensar que las consecuencia de nuestros actos no son neutras, que nos afectarán en el futuro y afectarán a los demás... a vivir con la responsabilidad de que tenemos que alcanzar la felicidad para nosotros y para los demás.

Qué pena que en el mundo actual se desconozcan estos siete fundamentos para alcanzar la felicidad... porque su desconocimiento nos lleva a que ni siquiera podemos pedirle al Espíritu Santo que nos proporcione sus siete dones.

Nosotros, que ya lo sabemos, no dejaremos pasar la oportunidad de hacerlo a diario.