jueves, 28 de noviembre de 2013

La misericordia y la exigencia

Como continuación a las entradas sobre el amor y el perdón, me gustaría poner de manifiesto otra de las aparentes contradicciones del Cristianismo: la oposición entre la misericordia de Cristo con los pecadores y la exigencia que demuestra en otros pasajes del Evangelio.
Evidentemente, la misericordia de Cristo queda clara en muchos pasajes del Evangelio, en los que se apiada de los enfermos o pecadores y después les despide diciendo: “vete y no peques más”.
Se apiada de la mujer adúltera a quien quieren lapidar (Jn 8, 3-11); también  de María Madalena, la pecadora, que le baña los pies con perfume en Betania (Mateo 26, 6-13); de Zaqueo, jefe de publicanos (Lc 19, 1-10) y de hospeda en su casa; a Mateo, también publicano, le recibe entre los apóstoles (Mt 9, 9-13). Perdona a Pedro después de la negación, y le confirma como cabeza de la Iglesia (Jn 21, 15-20). También perdona a todos los demás su huida durante la pasión; y hubiese perdonado a Judas si éste se hubiese arrepentido, como perdonó expresamente a aquellos que le estaban crucificando (Lc 23, 34). 
No cabe la menor duda de que Jesucristo era misericordioso, rápido para el perdón y la disculpa; y pronto a soslayar aquellas tradiciones que le hubiesen impedido hacer el bien a alguien, como cuando cura en sábado (Lc 13, 10-17 y  Lc 14, 1-6) o disculpa a los discípulos que recojan espigas en sábado (Mt 12, 1-8) o que coman sin haber hecho las tradicionales abluciones (Mt 15, 2-11). Cuando le preguntan por qué los apóstoles no hacen penitencia como los discípulos de Juan el Bautista, les contesta aquello de que los amigos del esposo no tienen que hacer penitencia… que ya habrá tiempo (Mt 9, 14-15). Y reflejo de todo esto es su expresión “venid a mí los que estáis cansado y agobiados…” (Mt 11, 28-30)
A la vista de todo lo anterior podría decirse que Jesús era un poco blando, poco exigente con sus propios principios; pero no es así, como podré demostraros en las siguientes entradas.

sábado, 23 de noviembre de 2013

La moral, ¿es algo exclusivamente personal? (y3)

Y terminamos con el comentario de los dos últimos mandamientos -el 9º y el 10º-, los más aparentemente personales, los que se refieren al pensamiento y el deseo:

No consentirás pensamientos impuros: Esto sí que es algo exclusivamente moral, personal de la conciencia de cada uno y que dependerá de sus creencias: en el pensamiento ajeno nadie puede meterse. ¿O sí que puede? Veamos.

No, porque efectivamente el pensamiento no puede regularse en un código, entre otras cosas, porque no podríamos controlar su cumplimiento.
Sí, porque de hecho sí nos metemos en el pensamiento ajeno y tratamos de regularlo; porque el pensamiento suele ser el primer paso para una conducta… y un pensamiento impuro es el primer paso, para una conducta impura. Así, en los colegios se trata de prevenir la xenofobia y el racismo, como mejor manera de prevenir la violencia hacia estos colectivos.

Quizá tengo que aclarar que en la moral cristiana “pensamiento impuro” no se refiere sólo a la cuestión sexual –que también- sino a cualquier pensamiento de algo que no sea lícito. Por ejemplo, no debo imaginarme con demasiado detalle el cuerpo de esa vecina tan guapa, aunque no tenga intención de llegar a mayores; pero tampoco debería pensar en lo formidable que sería estafar a mi empresa aprovechando las oportunidades que me da mi cargo, aunque por ahora no tenga previsto ponerlo en práctica.
En los dos casos anteriores, ningún juez podría condenarme. Pero yo me pregunto: si se enterasen, ¿me condenaría el marido de la vecina?, ¿me condenaría mi jefe en la empresa? Por supuesto, mi vecino y mi jefe considerarían poco ético que me entretuviese con esos pensamientos, porque en el fondo, esta parte de la moral cristiana no va tan desencaminada, ya que trata de prevenir posteriores conductas que sí tienen reflejo social negativo.

No codiciarás los bienes ajenos: aquí sí que nos encontramos con la mayor de las paradojas. Es un precepto exclusivamente moral. La sociedad, muy al contrario, admira y promueve la ambición: el capitalismo y el sistema de mercado descansan en que cada uno trate de obtener el máximo beneficio, como mejor manera de optimizar la economía general. La ética nada tiene en contra de que una inmensa cantidad de dinero se concentre en unas pocas manos, siempre que lo hayan obtenido legalmente…
Pero esto es solo una apariencia, porque en realidad sí se considera reprobable la especulación, el enriquecimiento rápido, el abuso de posición, por no mencionar el tráfico de influencias y la información privilegiada. Aquél que está siempre pensando en cómo hacerse con lo ajeno, por muy legalmente que sea –en muchos casos porque las leyes no pueden prevenirlo todo-, provoca el rechazo social; y muchas veces con la consabida frase de “forrarse así es inmoral”. Repito: si hay acciones legales pero inmorales, entonces, ¿por qué hemos proscrito esa moral?
Alguien dijo que la presente crisis financiera ha sido provocada por la codicia de algunos… Creo que Occidente debería repensarse su postura frente a la moral…; si el décimo mandamiento se respetase más, el código penal tendría que aplicarse menos y habría menos crisis económicas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La moral, ¿es algo exclusivamente personal? (2)

Seguimos repasando los mandamientos cristianos, para ver si son algo exclusivamente para los cristianos, o podrían generalizarse:

No robarás: volvemos a encontrarnos con un precepto moral que también está ampliamente reflejado no sólo en la ética social, sino en los códigos penales de todos los países. Es cierto que la moral va un paso por delante y proscribe conductas que el código penal no recoge; pero la ética sí las contempla. En estos momentos de crisis económica, la sociedad rechaza abiertamente el enriquecimiento de unos a costa de los otros, por muy legal que sea: se está tratando de imponer un código ético que deba ser respetado por políticos, sindicalistas y banqueros… Y me parece muy bien. Pero parece que nos hemos olvidado que todo eso ya lo tenía previsto la moral cristiana, cuando apela a la conciencia de cada uno para no aprovecharse del prójimo… Es más, cuando los ciudadanos se enteran de las indemnizaciones que algunos cargos cobran por dejar el puesto que tan desafortunadamente desempeñaron, suelen exclamar: ¡eso es inmoral! Entonces, ¿por qué hemos proscrito esa moral?
No mentirás ni darás falso testimonio: Lo de no mentir, sí que se considera, a priori, algo exclusivamente moral, porque la mentira no puede regularse penalmente: es algo de lo que habitualmente sólo el que miente sabe que lo está haciendo. Pero luego vemos que los ciudadanos se escandalizan -y, por supuesto, yo tambén- cuando comprueban que sus políticos les han mentido… Recuperemos, pues, en nuestro código ético la proscripción de la mentira; o mejor, recuperemos en esto la moral cristiana, para que a cada uno le vigile su conciencia para no mentir más… Por supuesto, lo del falso testimonio no solo está rechazado por la moral, sino que también está tipificado por los códigos penales como delito.

En estos dos mandamientos vemos que se mezcla la moral con el código penal: luego nuestra moral cristiana tampoco anda tan descaminada en sus recomendaciones...

Y, ala vista de esto, ¿es la moral algo exclusivamente personal?...

Seguiremos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La moral, ¿es algo exclusivamente personal?

Decía en la entrada anterior que se considera la moral un concepto religioso y sólo exigible, por tanto, a quien practica las creencias de las que procede dicha moral. Quizá en algún caso sea así; pero en lo que a la moral cristiana se refiere, ésta tiene amplia base y reflejo en la conducta social; y, por tanto, no es algo exclusivamente personal.
Por ejemplo, la moral judeo-cristiana se basa fundamentalmente en los Diez Mandamiento que Dios le escribió a Moisés; y que suponen un compendio de la conducta humana de lo más completo…; y, comparado con los hábitos de aquella época, supone un código de conducta avanzadísimo. Los cinco primeros regulan las relaciones del hombre con Dios: son más específicamente "religiosos", por así decirlo. Pero los demás son totalmente sociales. Repasémoslos:
Honrarás a tu padre y a tu madre: por supuesto se trata de algo íntimo de la persona que lo practica; pero también contiene toda una salvaguarda del orden social: si la familia –célula básica de la sociedad- es fuerte y marcha bien, toda la sociedad irá bien. Entonces, ¿sería lícito exigir a los no cristianos que cumpliesen esta norma en beneficio de la sociedad? ¿No es una obligación religiosa que también tiene connotaciones éticas?
No matarás: no se puede hacer mal al prójimo, porque todos somos hijos de Dios; pero ¿no está claro que también es una obligación ética exigible en cualquier sociedad de cualquier creencia?
No cometerás adulterio: es una obligación para los cristianos ser fiel a la propia esposa/marido y respetar a la esposa/marido de los demás. Pero ¿no es también una exigencia ética? ¿No es una norma fundamental para proteger la familia y, en consecuencia, el tejido social? Hasta hace bien poco, en la mayoría de los países occidentales el adulterio era un delito, ya que suponía el quebrantamiento grave del contrato matrimonial. Pero, si queremos evitar el adulterio, no sería bueno que cada uno tuviese controlada su sexualidad, evitando excesos… Por supuesto, esto ya es más difícil de regular desde el código penal, pero sí se podrían generalizar normas éticas que evitasen ese hiper-sexualismo que es lo que a la postre lleva al adulterio, las agresiones sexuales, la pederastia y tantas otras conducta que están reprobadas por la sociedad. ¿No somos un poco hipócritas? Si tanto reprobamos estas conductas que consideramos tan graves, ¿por qué no sugerimos filtros que ayuden a evitarlas? ¿Por qué no promovemos entre nuestros estudiantes el autocontrol de la sexualidad para evitar futuros problemas? ¿Por qué no se rechaza la pornografía generalizada que a muchos les lleva al descontrol de sus impulsos sexuales? Es que éstas serían posturas morales; y en esto no se puede meter la sociedad porque es algo privado. Hipocresía. Sí, son posturas morales, pero su implantación produciría beneficios sociales innegables.
Seguiremos hablando, porque nos quedan otros cuatro mandamientos...

sábado, 16 de noviembre de 2013

Moral y ética

La moral es algo muy mal considerado en la civilización occidental, incluso por aquellos que respetan la ética. En definitiva, ambas vienen a ser lo mismo: un límite a la actuación humana, la exclusión del libertinaje. Entonces, ¿por qué una está proscrita y la otra ensalzada?

Pues está muy claro. En primer lugar, porque se considera que la moral es un concepto cristiano y todo lo referente al Cristianismo no está de moda en Occidente. Es decir, se considera que la moral está ligada a las creencias religiosas, a la conciencia íntima de cada uno, a su relación personal con su Dios; y por tanto, la moral debe ser algo individual, personal de cada uno, que no puede exigirse de los demás, de la que mejor no hablar en público. Por otra parte, se considera que la ética es la norma de comportamiento social, es decir, regula la conducta que es exigible a todo ciudadano en lo que afecta a los demás ciudadanos; no tiene, por tanto, connotaciones religiosas ni depende de las creencias: todos deben respetarla.
No deja de ser acertada esa distinción. Pero tenemos que matizarla en lo referente a ambos conceptos. Con respecto a la moral, no se puede aseverar que dependa de las creencias personales, pues en su mayor parte la moral –en especial la moral cristiana- se refiere al comportamiento humano con los demás. Hablaremos de esto más adelante.
Con respecto a la ética, según es entendida en Occidente, no se puede considerar que es aplicable a todo hombre en todo lugar y circunstancia, porque la ética social puede diferir de una cultura a otra. Por ejemplo, en cualquier país de la CE sería anti-ético que un mismo producto tuviese precios diferentes para diferentes personas; pero en Oriente, el precio de algo se determina en cada momento y para cada transacción, ya que el precio justo es el que el comprador está dispuesto a pagar.
Si Occidente quisiese rescatar el concepto de Ley Natural, entonces sí podríamos hablar de una ética universal –serían lo mismo-, aplicable siempre, a todos y en todo lugar; porque la Ley Natural, aquella que regula los fundamentos del comportamiento humano, es por definición necesaria, universal e inmutable. Pero claro, el relativismo postmodernista no puede admitir tan rígida limitación de la libertad humana.
Y el problema es que lo único que no admitimos que limite nuestra libertad es precisamente la Ley Natural, porque habitualmente consentimos que muchas otras cosas nos la limiten.
Hablaremos más.

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Amor o miedo?

Frecuentemente, la Naturaleza se toma su venganza de nuestros excesos; pero ni esto debe ser siempre así, ni es bueno que lo deseemos para los pecadores (todos lo somos), porque debemos desear que el amor de Dios supla nuestras deficiencias.
 
Pero, ¿aparte de estos efectos "naturales", ¿es por tanto igual pecar que no pecar? Ni hablar, porque cuando pecamos dejamos de sentir el infinito amor de Dios por nosotros, que es lo más grande que un hombre puede sentir.
Resumiendo: lo fundamental es la seguridad de que Dios nos ama incondicionalmente, al margen de nuestros pecados; pero es importante tratar de evitarlos (o volver a Él cuanto antes), para poder disfrutar de ese amor.
Muchos dirán -y con parte de razón- que esta enseñanza corre el riesgo de trivializar el pecado y no disuadir al pecador; pero tiene la ventaja de mostrar la verdadera naturaleza de Dios -que es Amor- y de movernos a amarle más y mejor. Digamos que esta enseñanza tan "arriesgada" consigue mejores resultados que la táctica del miedo, que tan habitualmente se ha usado y con escasa efectividad.
 
Y, además, es más acorde con la enseñanza evangélica, basada en el amor a Dios y el prójimo. Es cierto que Jesús también habló del castigo eterno, porque es una realidad que no nos podría ocultar; pero no basó en esto su enseñanza.
La enseñanza del "temor de Dios" se debe reconducir hacia el "temor de ofender a Dios"; y este temor se debe producir más por miedo a separarnos de Dios, que por miedo al castigo o las consecuencias del pecado. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

El amor y el perdón.

Sigamos profundizando en el tema de la entrada anterior.
El amor de Dios es incondicional, porque Dios no puede cambiar su actitud hacia nosotros en función de nuestro comportamiento. Dios nos ha creado y redimido porque nos ama infinitamente, como sólo Dios puede amar; y ese amor no depende de nuestra correspondencia.
Es cierto que odia el pecado, pero no como un hecho en sí mismo, sino porque significa la separación entre el hombre y Dios: es la manifestación de nuestro rechazo a sus indicaciones y a la Creación que nos ha regalado...
Efectivamente, el pecado supone una rebelión contra la providencia de Dios, contra la naturaleza que Él nos ha otorgado; y esto hace que nosotros nos separemos de Él. Esto es lo que Dios odia: nuestro alejamiento. Por eso, en cuanto volvemos a Él, se olvida del pecado porque ha desaparecido su efecto pernicioso. Lo mismo ocurre con nuestro egoísmo y nuestras ofensas a los demás: nos separan de Dios: porque si Dios es amor, el egoísmo es el anti-Dios.
Por supuesto, Dios olvida nuestro pecado cada vez que manifestamos arrepentimiento; pero nosotros viviremos en la otra vida el amor de Dios con la misma intensidad con que lo hayamos vivido en esta vida; y si estábamos totalmente alejados, no podremos compartirlo. No es que Dios nos castigue y rechace; es que nosotros habremos optado por rechazarle a Él.
Así visto, el pecado es más grave para nosotros que para Dios, porque Él lo olvida pero nosotros recordaremos nuestro desamor, hasta que nos reciba plenamente en el cielo.

martes, 5 de noviembre de 2013

La ofensa infinita y el perdón de Dios.

Se trata de otra de las compatibilidades entre dos extremos, que tan frecuentemente vemos en el Cristianismo.
Por una parte, el pecado –ofensa a Dios- es algo tan grave que exigió toda la sangre de Cristo para lavarlo. Esto es comprensible, si vemos la infinita distancia que hay entre el Ofendido y el ofensor; y el inmenso desprecio de la bondad de Dios que supone el ofenderle.
Por otra parte, todo pecado se nos perdona por el mero hecho de arrepentirnos y tener sincero propósito de enmienda, aunque es seguro que volveremos a caer.
¿Cómo se compatibiliza que algo tan caro se pueda comprar tan barato?
Si pudiésemos entender a Dios como entendemos a los hombres, entonces ya no sería Dios. Este es uno de los muchos misterios que seguramente comprenderemos cuando le conozcamos mucho mejor allá en el Cielo. Mientras tanto, nos tendremos que conformar con el ejemplo evangélico del Señor: cómo compagina su propia crucifixión, con el “perdónalos porque no saben lo que se hacen”.
Quizá el catalizador de estas dos realidades sea el amor del Dios-hombre por nosotros: ¡Basta un simple arrepentimiento nuestro, porque Cristo ya nos compró el perdón con su  infinito amor, demostrado en la Pasión!

domingo, 3 de noviembre de 2013

Creer, a pesar de lo que vemos.

Habitualmente se considera que fe es creer en lo que nos dicen, a pesar de que no podemos verlo. Por supuesto, esto es cierto. Pero en nuestros días se da un tipo de fe mucho más exigente. A los cristianos se nos está exigiendo creer “a pesar” de lo que sí vemos.

Efectivamente, se nos exige creer en un Dios todopoderoso y misericordioso, a pesar del mal y la injusticia que vemos en el mundo.
Se nos exige creer en que la Iglesia perdurará siempre, a pesar de las persecuciones que padece y las traiciones y divisiones internas que sufre.
Se nos exige creer en el triunfo definitivo de Cristo, a pesar de que, entre los que le conocen, unos le odian ferozmente y otros prácticamente le iognoran... y los demás somos bastante mediocres. 
Y el mayor de todos los actos de fe: se nos exige creer que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, a pesar de que solo vemos pan y vino.
Quizá si practicásemos más a menudo este último acto de fe, los demás nos resultarían más fáciles…

¡Y no hay mejor manera de creer en la Eucaristía que adorarla!