domingo, 28 de noviembre de 2010

Entender el cristianismo

Nos quejamos de que el cristianismo no se entiende en la sociedad actual; y muchas veces se acusa a la Iglesia de no saber explicarse, de no conectar con la gente. Pero creo que la solución no está en que nos esforcemos en explicarnos mejor, utilizando avanzadas técnicas de comunicación; sino que en realidad la cuestión no es cómo nos explicamos, sino qué es lo que queremos transmitir. El mensaje evangélico, el cristianismo sólo se transmite, solo se explica, viviéndolo.


Por esto, a los santos sí se les entendió bien su cristianismo; tan bien, que en muchos casos les martirizaron para evitar que siguiesen difundiéndolo, porque sus conciudadanos de otros credos les entendían tan bien que se corría riesgo de que se convirtiesen, de que se les contagiase.


O es que no se entendió a San Francisco de Asís, o a Juan Pablo II, o a la Madre Teresa de Calcuta...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

A vueltas con el preservativo

De nuevo se ha levantado la polémica sobre si la Iglesia ha cambiado su doctrina sobre el preservativo; y esta vez ha sido a raíz de unas palabras de Benedcito XVI.

Lo que ocurre con este tema es que no acaba de comprenderse que el preservativo es siempre un mero instrumeto; y es ilícito aunque se use para conseguir un fin lícito. Me explico.

Los esposos deben decidir con responsabilidad su paternidad; y para ello pueden, si lo consideran necesario, distanciar los nacimientos ABSTENIÉNDOSE DE MANTENER RELACIONES en los periodos de fertilidad. Lo que no vale es el uso de dispositivos que permitan mantener relaciones evitando artificialmente una fertilizad que sí existe en ese momento. Es decir, lo que no se puede es gozar de la relación evitando artificalmente sus consecuencias.

Pero todo lo dicho es para los esposos. Porque en los demás casos el uso del preservativo no está permitido por la sencilla razón de que no está permitido tener dichas relaciones. Es decir, la cuestión no es si una prostituta usa o no usa el preservativo, sino que NO DEBE SER PROSTITUTA. Lo mismo se puede decir de los novios, los homosexuales, los violadores y cualquier otra persona que mantenga relaciones con quien no es su cónyuge.

Y el adulterio es igual de adulterio con y sin preservativo.

En el caso de los homosexuales, como la relación siempre está ciega a la fecundidad, el sexo está moralmente prohibido siempre, con o sin preservativo.

Dejado dicho lo anterior, pregunto: ¿Que es "menos peor", que una prostituta use preservativo o que no lo use? Evidentemente, la prostituya excluye la fecundidad, ya que su relación es por dinero, no por amor ni deseo de descendencia: todas sus relaciones serán rechazables. Pero si tiene el detalle de preocuparse por sus clientes y usar el preservativo para evitar contagiarles cualquier cosa, entonces seguirá siendo una prostituta inmoral, pero respetuosa con los demás. Y lo mismo con un homosexual: ya que su relación es siempre incorrecta porque está ciega a la fecundidad, el uso del preservativo será siempre algo de agradecerle, si evita contagios.

Pero no porque en algunos casos el uso del preservativo convierta en moralmente bueno un acto moralmente malo, sino porque lo hace menos malo (volvería a decir "menos peor", para que se me entienda) en un aspecto accesorio. En el caso del matrimonio, el uso del preservativo puede convertir un acto moralmente bueno -yo diría que santo- en moralmente malo, ya que su uso ciega la fecundidad artificialmente. Pero no se me ocurre ningún otro caso en el que el uso del preservativo convierta en peor un acto que ya es malo.

Sí puede ser moralmente malo fomentar la compra de preservativos, porque se están fomentando las relaciones inmorales.

Pondré un ejemplo. Acuchillar a alguien es malo; pero sería de agradecer que el agresor usase un cuchillo limpio, que no provocase mayores infecciones en la víctima y así se curase antes. Por supuesto esto no convierte en bueno el acuchillamiento, pero demuestra cierta humanidad del agresor. Por supuesto, esto no puede inducir al Estado a repartir "navajas de bolsillo limpias" entre la población.

Por el contrario, cuando un cirujano corta al paciente para operarle, es un acto muy bueno, pues busca su curación; pero si utiliza un bisturí infectado, entonces el acto se convierte en malo, pues produce una nueva enfermedad. Si uso preservativo con mi mujer, entonces no quiero compartir sexo con ella, sino obtener mi placer a su costa; y evitando las consecuencias naturales.

Repito, el preservativo es un instrumento; y el instrumento nunca convierte en bueno el acto malo; pero sí puede convertir en malo un acto bueno.

Quizá ahora sí haya quedado claro.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La información y el deseo

He comentado anteriormente en alguna entrada que nos encontramos en la cultura del deseo, y de la satisfacción inmediata de dicho deseo. También puede constatarse la obsesión que existe actualmente por la información: ni siquiera llega a saciarnos la cantidad ingente de información que se puede recibir fácilmente por internet.

He leído una explicación a esto que no es nueva -ya que proviene de un libro escrito a principios del siglo XX-, pero que es perfectamente aplicable a nuestro tiempo.

El hombre actual tiene prisa porque ha perdido la Esperanza: si no espera ya nada, ¿por qué retrasar la satisfacción de sus deseos? Así explicado, el comportamiento parece lógico: disfrutemos lo más posible y lo antes posible, pues se puede acabar en cualquier momento... y después ya no hay nada. Pero el placer no da la Esperanza ni la felicidad.

Lo mismo ocurre con la información: el hombre actual ha perdido la Fe, ya sólo se cree lo que pueda constatar en un medio informativo "de confianza". También esta conducta es lógica: ¿cómo alcanzar la sabiduría si no se tiene Fe? Pues tratando de acumular la mayor cantidad de información posible... y lo antes posible. Pero el conocimiento sin Fe no da la sabiduría. Qué bien sabía esto la Madre Teresa de Calcuta, cuando afirmaba que ella estaba perfectamente informada de todo, precisamente porque... ¡no leía los periódicos ni veía la televisión!


Y el hombre moderno ha sustituido la Caridad -el amor- por el sexo.

¿Qué queda del hombre sin esas tres virtudes? Ahora se explica la angustia vital que invade nuestra civilización.

lunes, 8 de noviembre de 2010

La fuente de los valores

El otro día oí un razonamiento que por su propia sencillez me pareció formidable.

Comentaba en una reunión el Catedrático Alberto de la Hera que él enseña a sus alumnos que sólo existen cuatro fuentes de generación de los valores que deben guiar nuestra conducta; y estas fuentes son:

• Dios
• El consenso
• El estado
• La subjetividad de cada uno.


Y, además, les asegura que de las mencionadas fuentes, sólo la primera es real, ya que las demás son falsas por no apoyarse en la Verdad.

Repasemos este argumento.

Si los valores nos vienen dictados por el consenso, es decir, por la mayoría, esto será garantía de que satisfacen al mayor número de ciudadanos; pero nunca será garantía de que dichos valores sean ni los correctos ni los mejores posibles. Y esto supone que la minoría se quede a merced de la mayoría... O que todos se queden a merced de la moda o de los creadores de opinión pública.

Si los valores nos viniesen dados por el Estado, entonces ya sabemos lo que ocurre, porque ya ha ocurrido antes: estaremos en uno de esos estados totalitarios que tantos desastres han causado entre propios y extraños: desde los colectivismos marxistas hasta los nazi-onalismos fanáticos.

Si, para evitar las dos situaciones anteriores, dejamos que cada uno tenga sus propios valores, dictados por su propia subjetividad, pronto alcanzaremos la sociedad hedonista, relativista y permisivista que tanta agonía causa en occidente. Y siempre habrá quien piense que sus propios valores son los mejores y rompa las reglas del juego de la tolerancia, declarando intolerables aquellos valores que no le gusten... Y la sociedad se acabará dividiendo en dos clases: por una parte, aquellos cuyos valores coinciden con los de la mayoría -consenso- o con los de la autoridad de turno -estatalismo-; y por otra parte, los que tienen valores distintos, que deberán ser rechazados y discriminados ¡por intolerantes!

Sólo queda otra posibilidad: tratar de conocer los valores dictados por Dios, que es padre de todos y no es partidista, como único medio de estar en la verdad.

Todo lo demás es falso.

martes, 2 de noviembre de 2010

La Fe, ¿comprobarla o vivirla?

Como aficionado a la astronomía, sé que las estrellas menos brillantes se deben observar con el telescopio de forma indirecta, mirándolas con el rabillo del ojo. Si tratas de enfocarlas directamente, entonces es como si desapareciesen; de hecho, es como si en vez de verlas, simplemente se las intuyese. Con la Fe ocurre algo parecido, tienes que observarla indirectamente, porque si te enfrentas a ella directamente, entonces se va difuminando hasta desaparecer.
Esto es así, porque la Fe es ese don que nos da Dios para que la vivamos, no para que la estudiemos: una cosa es razonar las verdades de la Fe (lo que muy a menudo hemos hecho en este blog); y otra muy distinta tratar de poner a prueba dicha Fe. Es algo que se desprende del propio concepto de Fe: la forma de conocimiento que nos proporciona certeza; pero que no es comprobable.

La Fe hay que llevarla a nuestra vida. Podemos utilizarla en nuestra toma de decisiones, en nuestro obrar cotidiano, incorporándola a nuestro criterio de conducta, ya que nos proporciona la certeza de que estamos en el buen camino; pero no podemos comprobar dicha certeza. Si la Fe fuese comprobable, entonces ya no sería Fe, sino conocimiento experimental o razonamiento científico. Y, como no es comprobable, cuando la convertimos en objeto de nuestro intelecto -cuando la miramos directamente-, entonces se difumina y parpadea, se debilita.

Y es que la Fe se vive o no se vive; pero no se puede poner a prueba.