lunes, 8 de noviembre de 2010

La fuente de los valores

El otro día oí un razonamiento que por su propia sencillez me pareció formidable.

Comentaba en una reunión el Catedrático Alberto de la Hera que él enseña a sus alumnos que sólo existen cuatro fuentes de generación de los valores que deben guiar nuestra conducta; y estas fuentes son:

• Dios
• El consenso
• El estado
• La subjetividad de cada uno.


Y, además, les asegura que de las mencionadas fuentes, sólo la primera es real, ya que las demás son falsas por no apoyarse en la Verdad.

Repasemos este argumento.

Si los valores nos vienen dictados por el consenso, es decir, por la mayoría, esto será garantía de que satisfacen al mayor número de ciudadanos; pero nunca será garantía de que dichos valores sean ni los correctos ni los mejores posibles. Y esto supone que la minoría se quede a merced de la mayoría... O que todos se queden a merced de la moda o de los creadores de opinión pública.

Si los valores nos viniesen dados por el Estado, entonces ya sabemos lo que ocurre, porque ya ha ocurrido antes: estaremos en uno de esos estados totalitarios que tantos desastres han causado entre propios y extraños: desde los colectivismos marxistas hasta los nazi-onalismos fanáticos.

Si, para evitar las dos situaciones anteriores, dejamos que cada uno tenga sus propios valores, dictados por su propia subjetividad, pronto alcanzaremos la sociedad hedonista, relativista y permisivista que tanta agonía causa en occidente. Y siempre habrá quien piense que sus propios valores son los mejores y rompa las reglas del juego de la tolerancia, declarando intolerables aquellos valores que no le gusten... Y la sociedad se acabará dividiendo en dos clases: por una parte, aquellos cuyos valores coinciden con los de la mayoría -consenso- o con los de la autoridad de turno -estatalismo-; y por otra parte, los que tienen valores distintos, que deberán ser rechazados y discriminados ¡por intolerantes!

Sólo queda otra posibilidad: tratar de conocer los valores dictados por Dios, que es padre de todos y no es partidista, como único medio de estar en la verdad.

Todo lo demás es falso.

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