viernes, 29 de noviembre de 2019

El bien y el mal

He tratado este tema en varias entradas; pero como es un asunto recurrente, que se presenta cada vez que nos topamos con algo malo, vuelvo a insistir.

El bien y el mal no son opuestos. El bien existe y el mal NO existe, es simplemente la ausencia de bien.

Algo parecido ocurre con el amor y el dolor, que muchos identifican con el bien y el mal: cuando amo a alguien disfruto de un bien y cuando pierdo a ese alguien entonces me sobreviene un mal. Realmente esto no es así. El amor es un bien sin paliativos y cuando pierdo ese amor, lo que se produce es su ausencia, que me causa dolor. Pero ese dolor de la ausencia del amor se produce precisamente porque amaba. La única forma de evitarlo sería negarse a amar, para no llegar nunca a sentir el dolor de la pérdida. Porque el dolor es la mejor prueba del amor.  Santa Teresa de Calcuta lo tenía muy claro y nos dijo: ama hasta que te duela el amor. Si no llega a doler, es que no amas bastante.

No debemos confundir lo anterior con el odio: cuando odiamos (quizá a quien antes habíamos amado) lo que se produce no es sólo una ausencia del amor (el bien supremo), sino una ausencia real de cualquier bien. El odio no es sólo el rechazo del amor, sino el rechazo del bien, de la bondad. Y si el amor produce gozo y es fecundo, el odio sólo produce amargura y destrucción. El dolor por la pérdida del amado es una consecuencia lógica; el odio es una reacción irracional, por muy habitual que sea.

Volviendo al bien y el mal, el amor y el dolor: sería poco inteligente renunciar a la luz para evitar que se produjesen sombras. Si hay luz (bien, amor) forzosamente se presentarán sombras; pero no como algo opuesto a la luz, sino como su simple carencia.

Merece la pena amar,aunque tengamos la certeza de que nos acabará doliendo.
Es mi experiencia

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