lunes, 30 de diciembre de 2013

Secularización y Etica

Insiste el Papa en algo que ya comenté en mi entrada sobre la supuesta "privacidad de la moral". Los secularizadores a ultranza (es decir: los enemigos de lo religioso), en su afán por reducir las creencias al ámbito de lo privado, de lo íntimo, han arrasado también con la moral y, como consecuencia de esto, con la ética pública: ya no existe más norma que la ley promulgada, sea ésta lícita o no.
El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios.
Quizá en parte es culpa de los cristianos, que no hemos sabido distinguir en nuestra enseñanza lo que son normas "internas" para los creyentes, de lo que son normas "universales" para todo ciudadano:
Pero nos cuesta mostrar que, cuando planteamos otras cuestiones que despiertan menor aceptación pública, lo hacemos por fidelidad a las mismas convicciones sobre la dignidad humana y el bien común.
Y, especialmente en Occidente, debemos recordar que los avances de nuestra civilización se deben en su práctica totalidad a la cultura cristiana: ¿o es que en Oriente ha habido alguna vez algo parecido a la Revolución Francesa, anticlerical, pero cuya justicia social nacía del concepto cristiano de dignidad humana?
Una cultura popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida.
Eso sí, la moral, la ética cristiana no puede confundirse con lo que es meramente cultural: debemos insistir en lo fundamental evangélico y que cada sociedad lo desarrolle a su estilo.
El sentido unitario y completo de la vida humana que propone el Evangelio es el mejor remedio para los males urbanos, aunque debamos advertir que un programa y un estilo uniforme e inflexible de evangelización no son aptos para esta realidad. 

sábado, 28 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: los retos

Después de insistir una vez más en que los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio:
No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, « los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer! » (Mc 6,37).
El Papa nos recuerda los retos que debemos enfrentar en la actualidad para poder implantar el espíritu evangélico, empezando por los económicos: 
No a la economía de exclusión e inequidad: Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».
No a la nueva idolatría del dinero, fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.  A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.
No a la inequidad que genera violencia. Cuando la sociedad local, nacional o mundial abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz.
Y siguiendo con otros retos como el relativismo, el hedonismo y la frivolidad:
...una cultura, en la cual cada uno quiere ser el portador de una propia verdad subjetiva, vuelve difícil que los ciudadanos deseen integrar un proyecto común más allá de los beneficios y deseos personales. En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia. En muchos países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas.
La Iglesia debe enfrentar estos retos sociales buscando la respuesta más humana posible a cada caso... 
... una actitud burocrática para dar respuesta a los problemas, simples o complejos, de la vida de nuestros pueblos. En muchas partes hay un predominio de lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización...

jueves, 26 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: el bien posible.

Ante las dificultades de la cultura occidental actual, el Papa nos anima a lograr el bien posible de cada persona a la que se pueda acercar a Dios: más vale que de un pequeño paso por el buen camino a que se quede parado porque ve la meta como algo imposible:
...el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas.
Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles [...] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino.

A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.
¡Qué bueno que el Papa predique "el bien posible", en vez de conformarse con "el mal menor", que tan de moda está.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: Fe no es uniformidad.

Dios, que nos ha creado, conoce mejor que nadie la diversidad de sus hijos; y cuando Cristo quiso reunirnos a todos en una sola Iglesia de la que Él es la cabeza, tuvo en cuenta esa diversidad. Al contrario de lo que ocurría con el pueblo de Israel, al que Dios le dio una normativa muy concreta incluso para asuntos culturales y sociales, el mandato "id y anunciad a todas las gentes...", da por presupuesta una amalgama de culturas. Por esto, en la Iglesia hay tantos grupos con carismas muy diferentes. 
Y el Papa, a quien preocupa la sustancia del mensaje evangélico mucho más que la forma, nos recuerda que esa diversidad es lo que enriquece a la Iglesia:

Las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia, ya que ayudan a explicitar mejor el riquísimo tesoro de la Palabra. A quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio.
Y precisamente porque lo importante es la sustancia del Cristianismo, la forma de transmitirlo se debe adaptar a la mentalidad del oyente, precisamente para ano desvirtuar el mensaje:
«una cosa es la substancia [...] y otra la manera de formular su expresión». A veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo. Con la santa intención de comunicarles la verdad sobre Dios y sobre el ser humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano que no es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no entregamos la substancia. Ése es el riesgo más grave. Recordemos que «la expresión de la verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria para transmitir al hombre de hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado»... Por ello, cabe recordar que todo adoctrinamiento ha de situarse en la actitud evangelizadora que despierte la adhesión del corazón con la cercanía, el amor y el testimonio.
De poco nos serviría convencer a alguien de una verdad si después ese alguien no la vive: el Cristianismo no es una ciencia matemática que se deba comprender, sino una gimnasia vital que hay que practicar... Y con caridad, la musculatura espiritual se vuelve mucho más flexible.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: ¿evangelizar?

El Papa insiste una y otra vez en que evangelizar no es sino transmitir el mensaje evangélico; y por eso nos recuerda cuál es el contenido principar a transmitir. Considera necesario hacerlo, porque quizá la Iglesia en algunas circunstancias se ha centrado demasiado en combatir desviaciones morales, sin centrar ese combate en el contexto evangélico oportuno:
De ahí que algunas cuestiones que forman parte de la enseñanza moral de la Iglesia queden fuera del contexto que les da sentido. El problema mayor se produce cuando el mensaje que anunciamos aparece entonces identificado con esos aspectos secundarios que, sin dejar de ser importantes, por sí solos no manifiestan el corazón del mensaje de Jesucristo. Entonces conviene ser realistas y no dar por supuesto que nuestros interlocutores conocen el trasfondo completo de lo que decimos o que pueden conectar nuestro discurso con el núcleo esencial del Evangelio que le otorga sentido, hermosura y atractivo.
Si no se explica el inmenso amor de Dios por el hombre, tampoco éste entenderá los preceptos divinos emanados precisamente de ese amor:
Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante.
En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana ». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral.

Cuando la predicación es fiel al Evangelio, se manifiesta con claridad la centralidad de algunas verdades y queda claro que la predicación moral cristiana no es una ética estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía práctica ni un catálogo de pecados y errores. El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos.
El cristianismo no es un catálogo de pecados, sino una senda por la que se llega a sentirse amado por Dios y por la que se llega a amar a los demás; y, precisamente por esto, tratamos de evitar las conductas que ese Amor nos dice que son equivocadas.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: todo el esfuerzo para los de afuera.

El sueño de nuestro Papa es una Iglesia en la que todo el esfuerzo esté puesto en llevar más gente a Cristo; pero, ¿no es este el objetivo para el que la Iglesia fue instituida?:
Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.
Y da la clave para que ese sueño se convierta en realidad:
Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. 
Y es que la Iglesia no es el refugio de los católicos, sino el trampolín desde el que llegar a todos.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: no perder tiempo en combatir el mal.

Me ha llamado mucho la atención el siguiente párrafo:
Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectas.
Efectivamente, ya el Señor en la parábola sobre la cizaña nos advierte que no debemos preocuparnos en arrancarla, para no arrancar también el trigo; pero este nuevo enfoque de que perder tiempo en arrancar la cizaña nos podría distraer de nuestra misión evangelizadora me parece muy interesante.
¿Nos quiere decir el Papa que es más importante transmitir el bien que combatir el mal? Pues más adelante en la exhortación se dan pistas suficientes para pensar que efectivamente ese es el camino que el Papa ha indicado para la Iglesia en el futuro: lo nuestro es mostrar el bien y si lo logramos, el mal se ahogará en si mismo.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: evangelizar a todos y de cerca.

Una de las cosas que me ha llamado la atención es que el Papa Francisco no utiliza el término que usaron sus predecesores de "Nueva Evangelización"; quizá porque no quiere que sea nueva, sino que volvamos a la antigua; eso sí, con nuevas fuerzas y con el mensaje más claro y directo. 
Y lo primero que nos dice es que pongamos nuestra confianza en Dios, que es quien posibilitó la primera transmisión del mensaje en el pagano mundo romano:
En cualquier forma de evangelización el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu. La verdadera novedad es la que Dios mismo misteriosamente quiere producir, la que Él inspira, la que Él provoca, la que Él orienta y acompaña de mil maneras. En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que « Él nos amó primero» (1 Jn 4,19) y que «es Dios quien hace crecer» (1 Co 3,7). Esta convicción nos permite conservar la alegría en medio de una tarea tan exigente y desafiante que toma nuestra vida por entero. Nos pide todo, pero al mismo tiempo nos ofrece todo.
Y después identifica Iglesia con evangelización, ya que es su principal cometido: llevar la buena nueva del amor de Cristo a los hombres, antes que cualquier otro cometido:
La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia» y «la causa misionera debe ser la primera». ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia.
Y sin hacer distinción de ningún tipo, como no la hicieron los primeros discípulos que se esparcieron por un mundo pagano tan inmoral como lo puede ser el actual:
Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie.
Y esta labor no se puede hacer a distancia, la buena nueva se transmite mediante el roce con los demás acercándose a los que sufren y acompañando a todos; sin rechazar a los que no la reciban inmediatamente, porque "la paciencia de Dios es la garantía de nuestra salvación" (2Pedro 3,15):
La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico.
Creo que queda claro qué es lo principal:
Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. 

jueves, 12 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium: la antigua evangelización

Lo primero que llama la atención de esta Exhortación es su objetivo, que es mucho más amplio de lo que inicialmente podría parecer. El propio Papa dice al comienzo de la misma:
En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años.
No se trata, por tanto, de indicaciones sobre cómo transmitir el Evangelio -que también-, sino de algo mucho más importante: de modificar el rumbo de la Iglesia para los próximos años. Y a lo largo del texto se va descubriendo cuál debe ser ese rumbo y qué es lo que hace necesario el cambio.
Y lo primero que nos pide es que antes de evangelizar a los demás, nos situemos cada uno muy cerca de Cristo, porque nadie da lo que no tiene:
Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque « nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos.
Pero no podemos transmitir nuestra relación con Cristo como quien impone un código moral que a él mismo le cuesta cumplir, sino que debemos transmitir la alegría de estar cerca del Señor, a pesar de nuestras debilidades:
Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo.
No se trata tanto de cambiar el mensaje, sino de cambiar la forma de transmitirlo: menos rigorismo y más alegría y caridad.
Este magnífico Papa Francisco nos viene a decir que la Nueva Evangelización no es más que volver a la antigua evangelización, la de los primeros tiempos, la de los discípulos enardecidos por el amor de Cristo Resucitado...
¡Pues eso!

martes, 10 de diciembre de 2013

El Papa y la moral

Varias veces ya han destacado los medios de comunicación los comentarios del Papa Francisco acerca de que la moral no es lo más importante del Cristianismo, que no podemos centrarnos en la moral sexual a la hora de evangelizar. Por supuesto, algunos medios lo han interpretado como que el Papa pretende cambiar la moral de la Iglesia; la moral sexual, que es la única que parece importarles.
Creo que en su Exhortación Evangelii Gaudium lo deja muy claro. La moral no puede ser el primer contacto que tenga un pastor con un no creyente, sino que se debe empezar por mostrar a Cristo y su mensaje evangélico, y si es con la propia vida, mucho mejor. Pero esto no indica que la moral haya dejado de existir o de ser importante. Lo que el Papa dice es que a la hora de la conversión y de la tarea de la Iglesia, debe pasar a un segundo plano y dejar el primero a su Fundador, Jesucristo.
Y creo que lo entiendo. El “bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” sigue plenamente vigente, ya que es uno de los mensajes centrales de Cristo, junto con las otras siete Bienaventuranzas. El que está preocupado por sus obsesiones, sensualidades y ambiciones, difícilmente podrá ver a Dios (entre otras cosas porque se verá sólo a sí mismo). Pero esto no indica que la mera limpieza de corazón constituya toda la plenitud evangélica.
El mensaje central del Evangelio, como el de toda la Biblia, es amar a Dios y al prójimo. Y podríamos decir que no son dos tareas distintas, sino una sola: a Dios siempre se le ama en el prójimo. Si alguien permaneciese absolutamente puro, sin contaminación y aislado, en una especie de éxtasis constante, pero sin amar al prójimo, no sería un buen cristiano; es más, no creo que fuese siquiera cristiano, ni malo ni bueno. Este tipo de actitudes es más propio de los budistas; pero de ningún modo es propio de los cristianos…
Creo que no es difícil de entender. Entonces, ¿por qué tanta confusión que ha necesitado la aclaración del Papa? Pues porque habitualmente los creyentes y no creyentes al hablar de moral se refieren sólo a la moral sexual. Si al hablar de moral tuviésemos también en cuenta la moral social, entonces se vería mucho más claro que un cristianismo encerrado en la propia perfección no tiene ningún sentido. Ni siquiera los contemplativos que viven en clausura dedicados exclusivamente a rezar pueden aislarse del aspecto fraternal del cristianismo: ellos rezan por los demás, como la mejor forma de servicio al prójimo. Y desde siempre, los cristianos han sido los pioneros en la atención social en escuelas, universidades, hospitales, asilos; incluso con esta nueva forma de marginación que es el SIDA, han sido voluntarios cristianos los más entregados a los hermanos…

Por supuesto, si además de amar a Dios y al prójimo, podemos vivir liberados de nuestras dependencia sexuales y ambiciones, mejor.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Las claves de la exhortación Evangelii Gaudium

Me parece que este documento papal es tan denso que sería bueno ir desgranándolo poco a poco; pero también sería bueno empezar por un somero resumen de su contenido, para poder hacernos una idea de su conjunto. Lo digo porque su objetivo inicial es el de definir cómo debe ser la nueva evangelización en el mundo actual; pero el Papa ha aprovechado para ir tocando muchos puntos importantes, que más que ir dirigidos a los no creyentes, nos atañen -y mucho- a los que nos consideramos miembros de la Iglesia de toda la vida; y tan de toda la vida que quizá nos hemos anclado en una visión equivocada de nuestra vocación cristiana y nuestro cometido como tales.

Resumiendo mucho, según mi modesta opinión, las claves del documento son las siguiente:
  • El objetivo prioritario de la Iglesia es la evangelización de los pueblos. Por supuesto, también proporciona una comunidad a los creyentes; pero incluso esto es para que todos los creyentes puedan evangelizar mejor a los demás. Sería equivocado dedicar los esfuerzos a mantener la propia estructura.
  • La evangelización se debe centrar en "el primer anuncio", que además de primero es primordial: Cristo, Hijo de Dios, ha muerto por amor a todos, para salvarnos. Este es el mensaje principal del Evangelio, que se debe predicar mucho antes que la doctrina o la moral cristiana.
  • Todas las tradiciones o costumbres que no ayuden a este tipo de evangelización deben ser revisado o relegados a un segundo plano. Los pastores tienen que estar cerca del pueblo, tienen que "oler a oveja".
  • La evangelización debe ir preferentemente hacia los no creyentes, estando abiertos a sacar de cada uno lo que de bueno pueda dar, mucho o poco. No debemos excluir a nadie, porque todo el mundo puede recibir el mensaje en una medida u otra.
  • La opción preferencial de la Iglesia son los pobres y más débiles, por expreso ejemplo del Señor, es una categoría teológica, no una mera opinión. Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.
  • Los cristianos también deben involucrarse en las cuestiones sociales, para lograr un mundo más justo y solidario; pero con el matiz distintivo de la caridad cristiana, lo que no se encontrará en las actuaciones nacidas de planteamientos meramente ideológicos: Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.
  • Reconocimiento de los pecados de los miembros de la Iglesia; pero también de la maravillosa labor que realizan muchos otros:   cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.
Creo que es un documento lo suficientemente importante y trascendental como para dedicarle unas cuantas entradas a exponerlo más detenidamente.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Evangelii Gaudium

Acaba de publicar el Papa Francisco una exhortación apostólica que comienza con estas dos palabras y da título a todo el texto: Evangelii Gaudium (La ALEGRIA DEL EVANGELIO llena el corazón...). Es un texto largo (142 páginas) pero merece la pena leerlo, porque contiene lo que entiendo que es el programa pastoral del Papa para su pontificado; y se descubren en este texto muchas de las cosas que ya nos ha venido diciendo desde que fue elegido. 
Mi impresión -en absoluto cualificada-, es que supone uno de los cambios más profundos en la forma de entender y hacer las cosas en la Iglesia quizá desde el Concilio de Trento. El Papa, sin morderse la lengua en ningún momento, trata de enderezar el rumbo en todo aquello en que la Iglesia, como sociedad humana que es, ha podido ir desviándose de su cometido real. Por supuesto, no cambia ni el Dogma ni la moral, pero vuelve a una interpretación de estos -y de todo lo demás- mucho más acorde con el mensaje evangélico. Es decir: una auténtica revolución.
El Papa Francisco ha demostrado una determinación y una valentía que sólo pueden nacer de una absoluta inconsciencia -que evidentemente no es el caso- o de una profunda inspiración del Espíritu Santo. 
Quizá ahora se entienda algo mejor el camino de Dios al inspirar la renuncia de Benedicto XVI (magnífico Papa) y traerse del fin del mundo a Francisco, un jesuita con nombre de franciscano que viste de dominico... y habla como un apóstol de los que "huelen a oveja".
Bendito sea Dios que no deja de maravillarnos.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

La misericordia y la exigencia (y3)

Visto lo expuesto en las dos entradas anteriores, ¿cómo compatibilizar esas dos actitudes tan diferentes?
Como ya indiqué, creo que la respuesta se encuentra en el corazón humano, que sólo Cristo conoce y que es lo que le permite tan dispares reacciones ante situaciones que a nosotros nos cuesta distinguir. La pista la tenemos cunado a los discípulos de Jesús se les recrimina comer sin haberse lavado antes. La respuesta de Jesús es clara: no mancha lo que entra en la boca, sino lo que sale del corazón” (Mt 15, 11-20). Lo que mancha el alma humana, lo que nos separa irremediablemente de Dios, es nuestra actitud. 
Por ejemplo, el pecador que va al Templo, reconoce su miseria y trata de reconciliarse con su Dios, vuelve justificado, perdonado, porque así sí se gana la misericordia de Dios, que está buscando la mínima excusa para concederla. Pero el fariseo cumplidor y recto, que se enfrenta a Dios desde su perfección y tiene la desfachatez de darle las gracias por esa perfección, éste no tiene nada de lo que arrepentirse y, por tanto, tampoco puede alcanzar la misericordia para sus pecados, como mínimo, el de soberbia.
Otra clave la podemos encontrar en la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32): Dios esperando a que su hijo pecador se arrepienta sinceramente para organizarle un banquete de júbilo; banquete que al parecer nunca se mereció el hijo mayor que siempre cumplía, pero más por apariencia que por cariño. Dios lo que busca es el amor de nuestro corazón, aunque éste tenga que nacer del arrepentimiento de nuestras faltas; pero no aprecia el mero cumplimiento forzoso de "su reglamento".
No se trata de ser cristiano, de Misa diaria, teólogo o cumplidor: en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37) se nos dice que aquéllos (sacerdotes y levitas) dieron un rodeo para no socorrer al herido; pero el samaritano (proscrito por los judíos) se acercó, le curó y le llevó a una posada en su propia cabalgadura.
Y si queremos más seguridad, no tenemos más que repasar cómo será el juicio final (Mt 25, 31-46), según relato del mismo Cristo, que será su Juez: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.
Porque la única manera de amar a Dios es amarle en los hermanos; y si le amamos, siempre encontraremos su misericordia.

lunes, 2 de diciembre de 2013

La misericordia y la exigencia (2)

Continuamos con la entrada anterior, para poner de manifiesto el aspecto opuesto al que mostrábamos allí.
Y es que también hay otros pasajes del Evangelio que nos muestran todo lo contrario: un Cristo exigente y justo, que reprocha los pecados y denuncia al pecador. Y no tiene el menor reparo en mencionar el destino que les espera: la gehena del fuego inextinguible, en donde habrá llantos y rechinar de dientes
Así lo vemos en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31); con los fariseos hipócritas a los que llama sepulcros blanqueados, raza de víboras y les dice que no escaparán del infierno (Mt 23, 27-35); con el fariseo que ocupa el primer puesto en el Templo y que no bajó justificado después de rezar soberbiamente (Lc 18, 9-14); con Herodes (Lc 13, 31-32); con los escandalizadores (Mt 18, 6-9); y afirma que más vale cortarse la mano que pecar; que no soporta a los que se burlan de la Ley; y que nos exige “ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto…” (Mt 5, 43-48), que pasemos por “la puerta estrecha…” (Lc 13, 22-30); y afirma que “quien no coge su cruz y me sigue…” (Mt 10, 38) o “el que pone la mano en el arado y mira atrás…” (Lc 9, 57-62).
Quizá el mayor contraste se da entre aquello de Bienaventurados los pacíficos y la violenta expulsión del templo de los mercaderes, haciendo un látigo con cuerdas… (Jn 2, 13-17).
¿Cómo compaginar ambas actitudes? ¿Cómo discernir cuál debe ser nuestra conducta a la vista de tan dispares ejemplos?
Creo que la respuesta se encuentra en ese sitio que Cristo conocía tan bien: nuestro corazón.

jueves, 28 de noviembre de 2013

La misericordia y la exigencia

Como continuación a las entradas sobre el amor y el perdón, me gustaría poner de manifiesto otra de las aparentes contradicciones del Cristianismo: la oposición entre la misericordia de Cristo con los pecadores y la exigencia que demuestra en otros pasajes del Evangelio.
Evidentemente, la misericordia de Cristo queda clara en muchos pasajes del Evangelio, en los que se apiada de los enfermos o pecadores y después les despide diciendo: “vete y no peques más”.
Se apiada de la mujer adúltera a quien quieren lapidar (Jn 8, 3-11); también  de María Madalena, la pecadora, que le baña los pies con perfume en Betania (Mateo 26, 6-13); de Zaqueo, jefe de publicanos (Lc 19, 1-10) y de hospeda en su casa; a Mateo, también publicano, le recibe entre los apóstoles (Mt 9, 9-13). Perdona a Pedro después de la negación, y le confirma como cabeza de la Iglesia (Jn 21, 15-20). También perdona a todos los demás su huida durante la pasión; y hubiese perdonado a Judas si éste se hubiese arrepentido, como perdonó expresamente a aquellos que le estaban crucificando (Lc 23, 34). 
No cabe la menor duda de que Jesucristo era misericordioso, rápido para el perdón y la disculpa; y pronto a soslayar aquellas tradiciones que le hubiesen impedido hacer el bien a alguien, como cuando cura en sábado (Lc 13, 10-17 y  Lc 14, 1-6) o disculpa a los discípulos que recojan espigas en sábado (Mt 12, 1-8) o que coman sin haber hecho las tradicionales abluciones (Mt 15, 2-11). Cuando le preguntan por qué los apóstoles no hacen penitencia como los discípulos de Juan el Bautista, les contesta aquello de que los amigos del esposo no tienen que hacer penitencia… que ya habrá tiempo (Mt 9, 14-15). Y reflejo de todo esto es su expresión “venid a mí los que estáis cansado y agobiados…” (Mt 11, 28-30)
A la vista de todo lo anterior podría decirse que Jesús era un poco blando, poco exigente con sus propios principios; pero no es así, como podré demostraros en las siguientes entradas.

sábado, 23 de noviembre de 2013

La moral, ¿es algo exclusivamente personal? (y3)

Y terminamos con el comentario de los dos últimos mandamientos -el 9º y el 10º-, los más aparentemente personales, los que se refieren al pensamiento y el deseo:

No consentirás pensamientos impuros: Esto sí que es algo exclusivamente moral, personal de la conciencia de cada uno y que dependerá de sus creencias: en el pensamiento ajeno nadie puede meterse. ¿O sí que puede? Veamos.

No, porque efectivamente el pensamiento no puede regularse en un código, entre otras cosas, porque no podríamos controlar su cumplimiento.
Sí, porque de hecho sí nos metemos en el pensamiento ajeno y tratamos de regularlo; porque el pensamiento suele ser el primer paso para una conducta… y un pensamiento impuro es el primer paso, para una conducta impura. Así, en los colegios se trata de prevenir la xenofobia y el racismo, como mejor manera de prevenir la violencia hacia estos colectivos.

Quizá tengo que aclarar que en la moral cristiana “pensamiento impuro” no se refiere sólo a la cuestión sexual –que también- sino a cualquier pensamiento de algo que no sea lícito. Por ejemplo, no debo imaginarme con demasiado detalle el cuerpo de esa vecina tan guapa, aunque no tenga intención de llegar a mayores; pero tampoco debería pensar en lo formidable que sería estafar a mi empresa aprovechando las oportunidades que me da mi cargo, aunque por ahora no tenga previsto ponerlo en práctica.
En los dos casos anteriores, ningún juez podría condenarme. Pero yo me pregunto: si se enterasen, ¿me condenaría el marido de la vecina?, ¿me condenaría mi jefe en la empresa? Por supuesto, mi vecino y mi jefe considerarían poco ético que me entretuviese con esos pensamientos, porque en el fondo, esta parte de la moral cristiana no va tan desencaminada, ya que trata de prevenir posteriores conductas que sí tienen reflejo social negativo.

No codiciarás los bienes ajenos: aquí sí que nos encontramos con la mayor de las paradojas. Es un precepto exclusivamente moral. La sociedad, muy al contrario, admira y promueve la ambición: el capitalismo y el sistema de mercado descansan en que cada uno trate de obtener el máximo beneficio, como mejor manera de optimizar la economía general. La ética nada tiene en contra de que una inmensa cantidad de dinero se concentre en unas pocas manos, siempre que lo hayan obtenido legalmente…
Pero esto es solo una apariencia, porque en realidad sí se considera reprobable la especulación, el enriquecimiento rápido, el abuso de posición, por no mencionar el tráfico de influencias y la información privilegiada. Aquél que está siempre pensando en cómo hacerse con lo ajeno, por muy legalmente que sea –en muchos casos porque las leyes no pueden prevenirlo todo-, provoca el rechazo social; y muchas veces con la consabida frase de “forrarse así es inmoral”. Repito: si hay acciones legales pero inmorales, entonces, ¿por qué hemos proscrito esa moral?
Alguien dijo que la presente crisis financiera ha sido provocada por la codicia de algunos… Creo que Occidente debería repensarse su postura frente a la moral…; si el décimo mandamiento se respetase más, el código penal tendría que aplicarse menos y habría menos crisis económicas.

jueves, 21 de noviembre de 2013

La moral, ¿es algo exclusivamente personal? (2)

Seguimos repasando los mandamientos cristianos, para ver si son algo exclusivamente para los cristianos, o podrían generalizarse:

No robarás: volvemos a encontrarnos con un precepto moral que también está ampliamente reflejado no sólo en la ética social, sino en los códigos penales de todos los países. Es cierto que la moral va un paso por delante y proscribe conductas que el código penal no recoge; pero la ética sí las contempla. En estos momentos de crisis económica, la sociedad rechaza abiertamente el enriquecimiento de unos a costa de los otros, por muy legal que sea: se está tratando de imponer un código ético que deba ser respetado por políticos, sindicalistas y banqueros… Y me parece muy bien. Pero parece que nos hemos olvidado que todo eso ya lo tenía previsto la moral cristiana, cuando apela a la conciencia de cada uno para no aprovecharse del prójimo… Es más, cuando los ciudadanos se enteran de las indemnizaciones que algunos cargos cobran por dejar el puesto que tan desafortunadamente desempeñaron, suelen exclamar: ¡eso es inmoral! Entonces, ¿por qué hemos proscrito esa moral?
No mentirás ni darás falso testimonio: Lo de no mentir, sí que se considera, a priori, algo exclusivamente moral, porque la mentira no puede regularse penalmente: es algo de lo que habitualmente sólo el que miente sabe que lo está haciendo. Pero luego vemos que los ciudadanos se escandalizan -y, por supuesto, yo tambén- cuando comprueban que sus políticos les han mentido… Recuperemos, pues, en nuestro código ético la proscripción de la mentira; o mejor, recuperemos en esto la moral cristiana, para que a cada uno le vigile su conciencia para no mentir más… Por supuesto, lo del falso testimonio no solo está rechazado por la moral, sino que también está tipificado por los códigos penales como delito.

En estos dos mandamientos vemos que se mezcla la moral con el código penal: luego nuestra moral cristiana tampoco anda tan descaminada en sus recomendaciones...

Y, ala vista de esto, ¿es la moral algo exclusivamente personal?...

Seguiremos.

lunes, 18 de noviembre de 2013

La moral, ¿es algo exclusivamente personal?

Decía en la entrada anterior que se considera la moral un concepto religioso y sólo exigible, por tanto, a quien practica las creencias de las que procede dicha moral. Quizá en algún caso sea así; pero en lo que a la moral cristiana se refiere, ésta tiene amplia base y reflejo en la conducta social; y, por tanto, no es algo exclusivamente personal.
Por ejemplo, la moral judeo-cristiana se basa fundamentalmente en los Diez Mandamiento que Dios le escribió a Moisés; y que suponen un compendio de la conducta humana de lo más completo…; y, comparado con los hábitos de aquella época, supone un código de conducta avanzadísimo. Los cinco primeros regulan las relaciones del hombre con Dios: son más específicamente "religiosos", por así decirlo. Pero los demás son totalmente sociales. Repasémoslos:
Honrarás a tu padre y a tu madre: por supuesto se trata de algo íntimo de la persona que lo practica; pero también contiene toda una salvaguarda del orden social: si la familia –célula básica de la sociedad- es fuerte y marcha bien, toda la sociedad irá bien. Entonces, ¿sería lícito exigir a los no cristianos que cumpliesen esta norma en beneficio de la sociedad? ¿No es una obligación religiosa que también tiene connotaciones éticas?
No matarás: no se puede hacer mal al prójimo, porque todos somos hijos de Dios; pero ¿no está claro que también es una obligación ética exigible en cualquier sociedad de cualquier creencia?
No cometerás adulterio: es una obligación para los cristianos ser fiel a la propia esposa/marido y respetar a la esposa/marido de los demás. Pero ¿no es también una exigencia ética? ¿No es una norma fundamental para proteger la familia y, en consecuencia, el tejido social? Hasta hace bien poco, en la mayoría de los países occidentales el adulterio era un delito, ya que suponía el quebrantamiento grave del contrato matrimonial. Pero, si queremos evitar el adulterio, no sería bueno que cada uno tuviese controlada su sexualidad, evitando excesos… Por supuesto, esto ya es más difícil de regular desde el código penal, pero sí se podrían generalizar normas éticas que evitasen ese hiper-sexualismo que es lo que a la postre lleva al adulterio, las agresiones sexuales, la pederastia y tantas otras conducta que están reprobadas por la sociedad. ¿No somos un poco hipócritas? Si tanto reprobamos estas conductas que consideramos tan graves, ¿por qué no sugerimos filtros que ayuden a evitarlas? ¿Por qué no promovemos entre nuestros estudiantes el autocontrol de la sexualidad para evitar futuros problemas? ¿Por qué no se rechaza la pornografía generalizada que a muchos les lleva al descontrol de sus impulsos sexuales? Es que éstas serían posturas morales; y en esto no se puede meter la sociedad porque es algo privado. Hipocresía. Sí, son posturas morales, pero su implantación produciría beneficios sociales innegables.
Seguiremos hablando, porque nos quedan otros cuatro mandamientos...

sábado, 16 de noviembre de 2013

Moral y ética

La moral es algo muy mal considerado en la civilización occidental, incluso por aquellos que respetan la ética. En definitiva, ambas vienen a ser lo mismo: un límite a la actuación humana, la exclusión del libertinaje. Entonces, ¿por qué una está proscrita y la otra ensalzada?

Pues está muy claro. En primer lugar, porque se considera que la moral es un concepto cristiano y todo lo referente al Cristianismo no está de moda en Occidente. Es decir, se considera que la moral está ligada a las creencias religiosas, a la conciencia íntima de cada uno, a su relación personal con su Dios; y por tanto, la moral debe ser algo individual, personal de cada uno, que no puede exigirse de los demás, de la que mejor no hablar en público. Por otra parte, se considera que la ética es la norma de comportamiento social, es decir, regula la conducta que es exigible a todo ciudadano en lo que afecta a los demás ciudadanos; no tiene, por tanto, connotaciones religiosas ni depende de las creencias: todos deben respetarla.
No deja de ser acertada esa distinción. Pero tenemos que matizarla en lo referente a ambos conceptos. Con respecto a la moral, no se puede aseverar que dependa de las creencias personales, pues en su mayor parte la moral –en especial la moral cristiana- se refiere al comportamiento humano con los demás. Hablaremos de esto más adelante.
Con respecto a la ética, según es entendida en Occidente, no se puede considerar que es aplicable a todo hombre en todo lugar y circunstancia, porque la ética social puede diferir de una cultura a otra. Por ejemplo, en cualquier país de la CE sería anti-ético que un mismo producto tuviese precios diferentes para diferentes personas; pero en Oriente, el precio de algo se determina en cada momento y para cada transacción, ya que el precio justo es el que el comprador está dispuesto a pagar.
Si Occidente quisiese rescatar el concepto de Ley Natural, entonces sí podríamos hablar de una ética universal –serían lo mismo-, aplicable siempre, a todos y en todo lugar; porque la Ley Natural, aquella que regula los fundamentos del comportamiento humano, es por definición necesaria, universal e inmutable. Pero claro, el relativismo postmodernista no puede admitir tan rígida limitación de la libertad humana.
Y el problema es que lo único que no admitimos que limite nuestra libertad es precisamente la Ley Natural, porque habitualmente consentimos que muchas otras cosas nos la limiten.
Hablaremos más.

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Amor o miedo?

Frecuentemente, la Naturaleza se toma su venganza de nuestros excesos; pero ni esto debe ser siempre así, ni es bueno que lo deseemos para los pecadores (todos lo somos), porque debemos desear que el amor de Dios supla nuestras deficiencias.
 
Pero, ¿aparte de estos efectos "naturales", ¿es por tanto igual pecar que no pecar? Ni hablar, porque cuando pecamos dejamos de sentir el infinito amor de Dios por nosotros, que es lo más grande que un hombre puede sentir.
Resumiendo: lo fundamental es la seguridad de que Dios nos ama incondicionalmente, al margen de nuestros pecados; pero es importante tratar de evitarlos (o volver a Él cuanto antes), para poder disfrutar de ese amor.
Muchos dirán -y con parte de razón- que esta enseñanza corre el riesgo de trivializar el pecado y no disuadir al pecador; pero tiene la ventaja de mostrar la verdadera naturaleza de Dios -que es Amor- y de movernos a amarle más y mejor. Digamos que esta enseñanza tan "arriesgada" consigue mejores resultados que la táctica del miedo, que tan habitualmente se ha usado y con escasa efectividad.
 
Y, además, es más acorde con la enseñanza evangélica, basada en el amor a Dios y el prójimo. Es cierto que Jesús también habló del castigo eterno, porque es una realidad que no nos podría ocultar; pero no basó en esto su enseñanza.
La enseñanza del "temor de Dios" se debe reconducir hacia el "temor de ofender a Dios"; y este temor se debe producir más por miedo a separarnos de Dios, que por miedo al castigo o las consecuencias del pecado. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

El amor y el perdón.

Sigamos profundizando en el tema de la entrada anterior.
El amor de Dios es incondicional, porque Dios no puede cambiar su actitud hacia nosotros en función de nuestro comportamiento. Dios nos ha creado y redimido porque nos ama infinitamente, como sólo Dios puede amar; y ese amor no depende de nuestra correspondencia.
Es cierto que odia el pecado, pero no como un hecho en sí mismo, sino porque significa la separación entre el hombre y Dios: es la manifestación de nuestro rechazo a sus indicaciones y a la Creación que nos ha regalado...
Efectivamente, el pecado supone una rebelión contra la providencia de Dios, contra la naturaleza que Él nos ha otorgado; y esto hace que nosotros nos separemos de Él. Esto es lo que Dios odia: nuestro alejamiento. Por eso, en cuanto volvemos a Él, se olvida del pecado porque ha desaparecido su efecto pernicioso. Lo mismo ocurre con nuestro egoísmo y nuestras ofensas a los demás: nos separan de Dios: porque si Dios es amor, el egoísmo es el anti-Dios.
Por supuesto, Dios olvida nuestro pecado cada vez que manifestamos arrepentimiento; pero nosotros viviremos en la otra vida el amor de Dios con la misma intensidad con que lo hayamos vivido en esta vida; y si estábamos totalmente alejados, no podremos compartirlo. No es que Dios nos castigue y rechace; es que nosotros habremos optado por rechazarle a Él.
Así visto, el pecado es más grave para nosotros que para Dios, porque Él lo olvida pero nosotros recordaremos nuestro desamor, hasta que nos reciba plenamente en el cielo.

martes, 5 de noviembre de 2013

La ofensa infinita y el perdón de Dios.

Se trata de otra de las compatibilidades entre dos extremos, que tan frecuentemente vemos en el Cristianismo.
Por una parte, el pecado –ofensa a Dios- es algo tan grave que exigió toda la sangre de Cristo para lavarlo. Esto es comprensible, si vemos la infinita distancia que hay entre el Ofendido y el ofensor; y el inmenso desprecio de la bondad de Dios que supone el ofenderle.
Por otra parte, todo pecado se nos perdona por el mero hecho de arrepentirnos y tener sincero propósito de enmienda, aunque es seguro que volveremos a caer.
¿Cómo se compatibiliza que algo tan caro se pueda comprar tan barato?
Si pudiésemos entender a Dios como entendemos a los hombres, entonces ya no sería Dios. Este es uno de los muchos misterios que seguramente comprenderemos cuando le conozcamos mucho mejor allá en el Cielo. Mientras tanto, nos tendremos que conformar con el ejemplo evangélico del Señor: cómo compagina su propia crucifixión, con el “perdónalos porque no saben lo que se hacen”.
Quizá el catalizador de estas dos realidades sea el amor del Dios-hombre por nosotros: ¡Basta un simple arrepentimiento nuestro, porque Cristo ya nos compró el perdón con su  infinito amor, demostrado en la Pasión!

domingo, 3 de noviembre de 2013

Creer, a pesar de lo que vemos.

Habitualmente se considera que fe es creer en lo que nos dicen, a pesar de que no podemos verlo. Por supuesto, esto es cierto. Pero en nuestros días se da un tipo de fe mucho más exigente. A los cristianos se nos está exigiendo creer “a pesar” de lo que sí vemos.

Efectivamente, se nos exige creer en un Dios todopoderoso y misericordioso, a pesar del mal y la injusticia que vemos en el mundo.
Se nos exige creer en que la Iglesia perdurará siempre, a pesar de las persecuciones que padece y las traiciones y divisiones internas que sufre.
Se nos exige creer en el triunfo definitivo de Cristo, a pesar de que, entre los que le conocen, unos le odian ferozmente y otros prácticamente le iognoran... y los demás somos bastante mediocres. 
Y el mayor de todos los actos de fe: se nos exige creer que Cristo está realmente presente en la Eucaristía, a pesar de que solo vemos pan y vino.
Quizá si practicásemos más a menudo este último acto de fe, los demás nos resultarían más fáciles…

¡Y no hay mejor manera de creer en la Eucaristía que adorarla!

miércoles, 30 de octubre de 2013

Lumen Fidei (y6)

Nos dice el Papa que Dios al revelarse no tiene reparo en mostrarse como nuestro Padre y llamarnos sus hijos; pero en la sociedad moderna existe como una vergüenza de reconocerle no ya como padre, sino como simple creador (si es que a la Creación se la puede calificar de "simple"):

¿Seremos en cambio nosotros los que tendremos reparo en llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace posible? La fe ilumina la vida en sociedad; poniendo todos los acontecimientos en relación con el origen y el destino de todo en el Padre que nos ama, los ilumina con una luz creativa en cada nuevo momento de la historia.

Y nos recuerda que la sociedad occidental está basada en la Fe cristiana; y es debido al Cristianismo que Occidente ha influido positivamente en otras culturas, llevando lo que de más humano tiene. Pero cuando esos fundamentos desaparecen, también la civilización occidental se resiente:

Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella, como advertía el poeta T. S. Eliot: «¿Tenéis acaso necesidad de que se os diga que incluso aquellos modestos logros / que os permiten estar orgullosos de una sociedad educada / difícilmente sobrevivirán a la fe que les da sentido?». Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida.

Y nosotros tan orgullosos de un laicismo ateo que nos está haciendo desaparece como civilización, aunqeu sólo sea por la falta de natalidad...

domingo, 27 de octubre de 2013

Lumen Fidei (5)

Uno de los aspectos más destacables de la primera encíclica del Papa Francisco es la unión que hace entre Fe y Amor.

La Fe, que procede de la absoluta autoridad de Dios, nuestro creador, sin embargo se presenta más como producto de Su amor...

Dios no nos impone la Fe; es decir, no se revela omnipotentemente para someternos (no tendríamos otra alternativa que creer en Él después de haberle visto), sino que se va revelando discretamente a través de su acción en el hombre, para que éste le ame... pero le ame libremente.

Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque
, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7).

Así, un primer paso de ese amor de correspondencia sería cumplir el decálogo de Dios, que es el reglamento adecuado a nuestra naturaleza: reconocemos que nos ha creado por amor y cumplimos las normas que indican el camino a seguir.

Pero existe un segundo paso, el que Cristo mismo quiso dar primero y explicárnoslo después. Se trata de ir mucho más allá de lo que es correcto, lo que es bueno para nuestra naturaleza. Ahora se trata de darse, de excederse dándose a Dios; y éste quiere que lo hagamos dándonos a los hermanos, que son también sus hijos. Este camino de segundo nivel está recogido en el Sermón de la Montaña: las Bienaventuranzas y demás consejos evangélicos (amar al enemigo, rezar por los que nos persiguen, poner la otra mejilla, etc.) 

viernes, 25 de octubre de 2013

Lumen Fidei (4)

Nos explica el Papa que en la tradición judía la Fe se recibía a través de la revelación de la Palabra divina: Dios habló a Abraham y habló a Moisés. Por el contrario, en la tradición griega, la fe llega por la luz, por la contemplación de las cosas.
El Cristianismo, de hecho, ha conjugado ambas posibilidades: La fe nos puede venir tanto a través de la luz, viendo la creación; como a través de la Palabra, recibiendo el mensaje evangélico por el testimonio de los hermanos o la lectura de la Biblia.
Consecuentemente, la Fe que hemos recibido se debe convertir en luz (tenemos que reflejar la que hemos recibido, como si fuésemos espejos); pero también requiere de nuestro testimonio, de nuestra palabra: no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído... (Hechos 4, 19-20).
Y en palabras del Papa: Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí. La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite también como palabra y luz. El apóstol Pablo, hablando a los Corintios, usa precisamente estas dos imágenes. Por una parte dice: « Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos » (2 Co 4,13).
¡Es una grave responsabilidad para los que hemos recibido la Fe!

jueves, 24 de octubre de 2013

Lumen Fidei (3)

Seguimos con la encíclica del Papa Francisco.

En el primer capítulo de la enccíclica, el Papa vincula fe y amor; es más, insiste en que el objeto fundamental de la Fe debe ser el amor de Dios por su criatura:
 
La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad.
 Como decía San Pablo, de las tres virtudes teologales la primera es la Caridad; pero no solo como importancia, sino que también es la que debe aparecer primero en nuestro proceso de conversión. Es el conocimiento del amor de Dios lo que abre las puertas de nuestro corazón a la Fe; y después, como una consecuencia, vendrá la Esperanza en llegar a poseer aquello que amamos y creemos.

Los cristianos solemos basar nuestra predicación en la existencia de Dios; primero tratamos de suscitar la fe en su existencia, como paso previo a cualquier otra explicación. Quizá ese sea el camino lógico en otras religiones; pero para el Cristianismo, lo decisivo es la fe en el amor de Dios por nosotros, en que El nos amó primero y por eso Cristo nos redimió: la fe de los cristianos, o es en el amor de Cristo o no nos llegaremos a enterar de lo que es el Cristianismo.

miércoles, 23 de octubre de 2013

No explotarás al jornalero

No explotarás al jornalero pobre e indigente, tanto si es uno de los tuyos, como si se trata de un emigrante que reside en tu tierra o en tu ciudad. Le darás cada día su jornal, antes de la puesta del sol, pues es pobre y espera impaciente su salario. (Deuteronomio 24, 14-15).

No molestes ni oprimas al forastero, porque también vosotros fuisteis forasteros en Egipto. No maltrates a la viuda ni al huérfano... (Exodo 22, 20-21).

El problema de la inmigración es mucho más antiguo de lo que nos parece; y para los cristianos ya nos quedó claro el criterio en la Biblia, aunque no esté de más recordarlo de vez en cuando...

Y, por supuesto, esa doctrina es aplicable a todos los jornaleros... El abuso de los trabajadores es uno de los pecados que en la Biblia "claman al cielo".


lunes, 21 de octubre de 2013

Lumen Fidei (2)

Nos aclara el Papa en su encíclica que la luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. A veces pretendemos que la linterna de la fe ilumine la totalidad del campo, cuando sólo podrá iluminar el sendero por el que vamos, que es lo realmente necesario. Quizá en estos casos lo que pretendemos no es tanto iluminar nuestra vida, sino más bien saciar nuestra curiosidad; y lo absurdo es que como no lo logramos, apagamos la linterna como si fuese inútil... ¡y entonces nos quedamos totalmente a oscuras! 

Sí, eso hacemos cada vez que prescindimos de la Fe porque ésta no nos lo explica todo: renunciamos incluso a eso que sí nos explica.

El Papa nos pone un ejemplo del actuar de Cristo en nuestra vida: al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb 12,2).

Porque bien sabemos todos que en los momentos de dolor, no queremos explicaciones, sino compañía...

domingo, 20 de octubre de 2013

Encíclica Lumen Fidei

Estamos en el año de la Fe y el Papa ha publicado su primera encíclica sobre este tema. Ya el título es muy revelador: Lumen Fidei. La Luz de la Fe. Porque como el Papa no se cansará de repetir a lo largo de toda la encíclica, la Fe es más una Luz que un mero convencimiento. Es la luz que nos permitirá ver el amor y comprendernos a nosotros mismos.

Una primera idea: en Occidente hemos tratado de eliminar la fe de nuestra vida, como si fuese algo totalmente pasado, como si la fe ya no fuese una forma posible de conocimiento. Pero es curioso que lo hemos hecho sólo en el ámbito de lo espiritual: hemos eliminado la fe religiosa como algo absurdo; sólo puede creerse aquello que puede ser comprobado empírica o científicamente; lo demás no es conocimiento válido. Y pensamos que después de esta eliminación todo puede seguir funcionando igual, porque hemos eliminado algo no sólo superfluo, sino incluso inconveniente.

Veamos si esto es así. Eliminemos la fe de los otros ámbitos de la vida, no sólo del espiritual. Eliminemos la fe de la vida ciudadana, de la comunicaciones, de la enseñanza, de las relaciones comerciales, etc. etc. Porque aunque no nos demos cuenta, estamos constantemente ejercitando nuestra fe en los demás, en lo que nos dicen. Imagináos que no nos creyésemos ninguna noticia si no la hemos comprobado personalmente. O que no comprásemos ningún producto en el supermercado sin abrir la caja y comprobar lo que tiene. Que los alumnos no se creyesen lo que les dicen sus maestros, sino que se empeñasen en comprobarlo; y por supuesto no se creerían ninguna verdad científica, por mucho que haya sido comprobada, ya que no se creerían esa comprobación... O que simplemente no nos creyésemos que los demás van a respetar un semáforo rojo, o que van a funcionar los frenos de nuestro coche,que acabamos de sacar del taller, o que el avión en el que nos hemos montado va a soportar nuestro peso, o el barco seguir a flote...
 
Es evidente que la vida como la conocemos no sería posible sin un constante ejercicio de fe; porque sin la fe como una de las fuentes del conocimiento, la vida y el progreso son imposibles.

Pues bien, nuestro mundo libre occidental se ha edificado sobre la fe cristiana, sobre la fe en la dignidad intrínseca de cada hombre porque todos somos hijos iguales de un mismo Dios. Y ahora se ha eliminado toda esta fe y se pretende que esto no tendrá consecuencias, y consecuencias graves.

Pues yo creo que esas consecuencias ya las estamos sufriendo y son muy graves; pero claro nadie quiere reconocer a qué son debidas aunque cada vez son mas evidentes. Porque reconocer esto ya sería un ejercicio de fe...; preferimos creernos cualquier otra explicación que se invente el listillo de turno.

miércoles, 16 de octubre de 2013

No se trata solo de Fe, sino de Caridad (2)

Podíamos seguir con nuestro ejemplo de la entrada anterior y repasar las diferentes actitudes con las que se puede encontrar nuestro "camarero celestial".

Podríamos encontrarnos con quien responde con grosería y malas palabras (¿blasfemias?) a las atenciones recibidas; quien nunca está contento con el servicio recibido y exige a gritos algo más y mejor. Por supuesto, esta es una actitud que cualquiera rechazaría.

También habría quien se comportase con absoluta indiferencia; algunos ni siquiera se da cuenta de que eso que se esta tomando lo ha preparado una persona, no una máquina; que todo lo que les rodea se lo deben a Alguien... Serían los ateos...

Por supuesto, una gran mayoría -como en el ejemplo de la entrada anterior-, se comportaría con agradecimiento e incluso dejando propina...; quizá  algunas oraciones. Reconocemos lo bueno que recibimos y consideramos que con nuestra respuesta cortés, compensamos sobradamente los esfuerzos de nuestro camarero celestial. Es más, después de la propina, es él quien nos tiene que estar agradecidos. Son las personas creyentes, que consideran que con rezar de vez en cuando a su Creador y asistir a algunos actos piadosos, han cumplido...

Pero la manera correcta de comportarse con quien tantas atenciones tiene constantemente con nosotros debe ir mucho más allá: tenemos que mirar a los ojos al divino camarero, para establecer una comunicación interpersonal, de corazón a corazón, reconociéndonos mutuamente los sentimientos; y entonces el agradecimiento y la propina ya no están fuera de lugar, porque se dirigen a la persona, con afecto..., no le estamos comprando, sino compartiendo...

Por supuesto, existe una respuesta perfecta: la de aquél que también se enamora del Amor, lo deja todo y se entrega...

De verdad, ¿no sientes curiosidad por conocer al divino camarero, que tantas molestias se ha tomado por ti?

domingo, 13 de octubre de 2013

No se trata sólo de Fe, sino de Caridad

Entra una mujer hermosa en la cafetería para su desayuno matutino; y el camarero que está perdidamente enamorado de ella, la atiende con mimo: le prepara ese café con leche en el punto y la temperatura que le gusta, le tuesta el pan por los dos lados, sin quemarlo, con la mantequilla necesaria para que esté crujiente, pero no grasiento,y se lo acompaña con esa mermelada especial que a ella tanto le gusta, pero que está fuera del precio del desayuno ordinario. Y, por supuesto, se lo pone todo rápido y con una sonrisa.
Ella, que es una buena mujer, no olvida agradecer la eficacia de ese camarero tan servicial. Realmente está encantada con que él recuerde sus gustos y la atienda tan bien y rápido; y no olvida dejar cada día una buena propina: es de bien nacidos estar agradecidos.
Él, espera a que ella haya salido de la cafetería para recoger su desayuno y llevarse con cierta amargura la propina. Porque él no actúa así por mera eficacia -que también tiene con otros clientes-, ni por el interés de la propina -que sí tiene cuando se trata de otros clientes-, sino porque está enamorado de ella. Y lo que espera no es su agradecimiento ni su propina; lo que él quiere es una sonrisa, una muestra de cariño, de correspondencia al amor que tiene.
Pero claro, no se puede corresponder a un amor que se ignora; y nuestro camarero seguirá pacientemente esperando día tras día...
Cuantas veces, en nuestro trato con Dios -que es el camarero que nos mima porque nos ama- somos como esa clienta: creemos en Dios, admiramos su obra, agradecemos su providencia, incluso le rezamos algunas veces a modo de propina...; pero no le amamos...
Y es que tenemos que fijarnos más en que Dios, que es Dios -y no un mero camarero- se rebaja a mimarnos y mendigar nuestro cariño porque nos ama, no por eficacia ni por preservar su Creación... Nos ama más de lo que nunca podremos imaginar; y, por supuesto, mucho más de lo que nosotros nos amamos a nosotros mismos...
Cristo no se dejó crucificar para redimir al género humano y restablecer nuestra relación con Dios -esto lo podría haber hecho de forma mucho más sencilla-. Cristo se encarnó y se dejó crucificar porque nos ama con locura... Y hasta que no seamos consientes de esto, ni nos habremos enterado de lo que es el Cristianismo ni podremos corresponder a ese amor...

Y nuestro camarero celestial seguirá pacientemente esperando a que descubramos que nos mima, no por la propina ni el agradecimiento, sino porque está locamente enamorado de nosotros...

lunes, 23 de septiembre de 2013

Vuelta a la actividad

He estado casi séis meses sin escribir nada, debido a varios factores que me han mantenido lejos de este blog.
Trataré de volver cuanto antes, ya que nuestro querido Papa Francisco nos da frecuentes temas sobre los que comentar.

lunes, 25 de marzo de 2013

Lunes Santo

Entramos en la Semana para la que nos hemos preparado durante toda la Cuaresma.
El Lunes Santo es como el comienzo de la Pasión: podríamos fijarnos en la oración en el huerto de los olivos.
Después de celebrar la Pascua rodeado del cariño de sus apóstoles (Judas se marchó pronto), de tener con ellos el gesto de humildad del lavatorio de los piés y de instituir la Eucaristía, les pide que recen con Él durante una hora. Pero los apóstoles caen adormecidos.
No es que no lleguen a cumplir sus brabuconas promesas de que darían la vida por el Maestro, es que simplemente se quedan dormidos, ignoran todo el peligro y dejan solo al Señor.
¡Qué inexplicable es la debilidad humana!
Se entiende que Pedro, por miedo a la soldadesca y a los criados del Sumo Sacerdote, negara a su Señor tres veces; pero no se puede entender que dejen solo a su Señor (por dos veces les encontrará dormidos) después de que éste les hubiese... "amado hasta el extremo", ni siquiera pudieron velar una hora...
Entonces, Jesús no pudo contar ni con la compañía ni el cariño de los que le querían de veras...; todavía podemos remediarlo.

lunes, 18 de marzo de 2013

Mi matrimonio (y II)

Dicen los entendidos que el amor matrimonial debe tener tres características: ser pleno, permanecer fiel y ser fecundo.
Creo que en nuestro matrimonio dichas características se dieron en plenitud.
Nuestro amor matrimonial afectaba a la totalidad de nuestras vidas, sin que hubiese ni un aspecto ni un momento en el que no estuviese presente: nos dimos recíprocamente sin reservarnos nada.
La fidelidad fue absoluta, no sólo desde que nos casamos, sino que ambos mantuvimos esa fidelidad desde siemrpe, incluso antes de conocernos; y por supuesto la seguimos manteniendo a pesar de nuestra separación. Personalmente, cuando decidí recibir por esposa a mi mujer, rechace la posibilidad de que en el futuro hubiese otra mujer, ni siqueira en caso de enviudar.
Creo que la manifestación de nuestra fecundidad es evidente: de los catorce embarazos nacieron nueve hijos, de los que viven ocho. Tenemos una nieta y están de camino otros dos nietos. Pero esta fecundidad no ha sido solo demográfica. Creo que como matrimonio hemos podido ayudar a mucha otra gente y participar en numerosas iniciativas.
A pesar de la separación actual, impuesta por una fatalidad que Dios ha consentido, mi matrimonio sigue afectando a toda mi vida, me mantengo fiel (con la Gracia de Dios) y ahí siguen los frutos de su fecundidad...: creo que puedo seguir poniendo en el perfil de este blog que estoy casado...

Y eso no es óbice para que, en opinión de mi anónimo comentarista, siga siendo "un mierda"...; pero un mierda casado.

sábado, 16 de marzo de 2013

Mi matrimonio

El comentario realizado anónimamente a mi última entrada me obliga a hablar de algo que hasta ahora había preferido no comentar; y que me afecta muy personalmente.
Para los católicos el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer para TODA la vida. De esta forma, cuando uno se casa permanece casado hasta que la muerte disuelve el vínculo.
Por motivos que sólo conciernen a mi mujer y a mí, tuvimos que separarnos hace ahora un año, lo que resultó muy doloroso para nosotros y nuestros hijos. Pero yo me sigo considerando casado, no sólo porque permanece el vínculo sacramenteal, sino porque gran parte de lo que es un matrimonio pervive en nuestra relación.
Como cursillista prematrimonial, enseñé muchas veces a parejas de novios que el amor matrimonial tiene tres manifestaciones: preferir, buscar el bien del otro y dar sin recibir nada a cambio.
Pues bien, yo preferí a mi esposa antes que a todas las demás mujeres, de forma que ha sido la única mujer en mi vida; y ahora, en mi siutación de separado, sigo manteniendo esa preferencia ya que sigo excluyendo a todas las demás.
Siempre busqué el bien de mi esposa, tanto material como espiritual; y ahora, que la falta de convivencia ya no me permite seguir haciéndolo, le sigo deseando lo mejor.
Al recibirla como mi esposa, no sólo le di todo lo que tenía, sino que me di yo mismo. Es cierto que durante nuestra convivencia, ella se esforzó en corresponder y darme lo mejor de sí misma; pero ahora que estamos separados, soy yo quien sigue manteniendo económicamente a esa familia sin poder recibir ni la compañía, ni el cariño, ni la ayuda que antes recibía; y esto me supone la mayor parte parte de los ingresos que obtengo con mi trabajo.
Así que, de una manera mucho menos agradable para mí, puedo seguir diciendo que estoy casado, que tengo ocho hijos y que voy a tener dos nietos más antes de fin de año.
Con la Gracia de Dios, por supuesto...

miércoles, 13 de marzo de 2013

¡¡Habemus Papam!!

Ya tenemos de nuevo Papa en la Iglesia; sólo han sido trece días de sede vacante.
Y es el primer Papa argentino, el primer Papa jesuíta y el primero en adoptar el nombre de Francisco; y en su primera aparición ha dejado bien claro que no se siente sujeto por el "protocolo vaticano", sino que va a ser él mismo. Creo que en su sede de Buenos Aires también imprimió un estilo muy personal y bastante sencillo.
Y si a la sede de Pedro ha llegado un Francisco como el de Asís; o como el de Sales (patrono de los periodistas), o como el de Javier, misionero de tierras nuevas, entonces es de esperar que imprima a la Iglesia la sencillez,la doctrina y el ardor apostólico de  éstos.
Seguro que el Espíritu Santo lo tiene todo muy bien planeado; a nosotros sólo nos queda dejarle hacer, que no es poco...