jueves, 19 de febrero de 2009

El mal menor

A menudo se aplica mal la "teoría del mal menor". Ésta consiste en que, cuando no hay bien posible y es imperativo actuar, se debe escoger el menor de los males. Esto es evidente. Pero en casos en los que es posible elegir un bien -aunque sea éste pequeño y remoto- o incluso se puede eludir la acción, no es lícito optar por el menor de los males, ya que el mal nunca puede escogerse voluntariamente. Esto sería lo mismo que justificar los medios malos por perseguir un fin bueno.

Esta corruptela está muy extendida en nuestra sociedad católica occidental.

Y una prueba de su perversión es que, en muchos casos, aquellos que adoptan la postura del mal menor en el sentido de aceptar a "los malos" para evitar que vengan otros teóricamente peores, tampoco tienen empacho en alegar el "mal menor" cuando se trata de calumniar a "los buenos", si se hace para alcanzar un objetivo importante. Es decir, que el fin justifica los medios, ya consistan estos en disculpar lo inaceptable o en calumniar al justo. Personalmente, he sufrido esta segunda versión.

Son las dos caras de la misma moneda... ¡falsa, por supuesto!

domingo, 8 de febrero de 2009

El poder de la oración.

He recibido con estupor las noticias de corrupción moral en la cabeza de una de las más pujantes Órdenes religiosas de la actualidad, a la que tengo especial cariño por haberse cruzado en mi vida durante mi adolescencia. Y no ha sido conocer la condición de pecador de ese fundador lo que más me ha sorprendido (todos conocemos por experiencia nuestra debilidad), sino el hecho de que haya podido compaginar su pecado con la dirección impecable de la Orden religiosa.

La experiencia nos dice que cuando la cabeza se corrompe, todo el cuerpo suele acabar enfermo. Por mucho menos que eso, otras Órdenes históricamente mucho más importantes están en trance de desaparecer. Me pregunto, en este caso ¿qué es lo que ha frenado que esa gangrena se extendiese?

Se me ocurren varias respuestas. La primera es evidente: el Espíritu Santo tiene especial interés en que el carisma de esa Orden permanezca activo en la Iglesia; y, por esto, ha puesto los medios para frenar su corrupción. No es la primera vez que lo hace: en ocasiones la cabeza de la iglesia ha estado representada por individuos absolutamente indignos (quizá sea el Papa Alejandro VI el caso más conocido); pero su inmoralidad no se contagió al Cuerpo de Cristo, que ha seguido transmitiendo limpio el mensaje evangélico.

La segunda respuesta es continuación de la primera. Creo que el medio del que se ha servido el Espíritu Santo para evitar el contagio ha sido la vida de oración de los miembros de dicha Orden: si estás en contacto directo con Dios, poco pueden desviarte los errores de otros hombres, aunque sea tu superior. Parece cierta la inmoralidad de este fundador; pero también hay certeza de que fomentó una profunda vida de piedad en los miembros de su Orden. Piedad basada en la oración, la devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen; y la obediencia al Magisterio de la Iglesia y al Papa. Con estas armas se puede afrontar cualquier peligro, por muy cercano y alto que esté.

Por el contrario, en las Órdenes en las que se ha relajado la vida de oración, se alejan de la Eucaristía y abandonan la piedad mariana, los errores se han propagado con tal rapidez y facilidad, que están en vías de extinción; y -nunca mejor dicho- dejadas de la mano de Dios.

Que este ejemplo nos sirva para recordar el consejo de San Pablo: "orad siempre sin desfallecer" (1Tes 5,17). Nuestra seguridad descansa en nuestra oración.
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Nota: Precisamente, el P. Álvaro Corcuera, L.C., en una carta del 16-1-09 dirigida a los miembros y amigos del Regnum Christi, les invita a reflexionar en la importancia de la oración, de la humildad, del amor y de la necesidad imperiosa en la vida cristiana de hacer el bien a los demás.

domingo, 1 de febrero de 2009

Dios, el azar y la evolución

El 12 de febrero se celebra el bicentenario de Darwin, el científico que creyó explicar la evolución de las especies. Con esta ocasión, en el Reino Unido se ha efectuado una encuesta, con el resultado de que un 51% de los encuestados piensan que "la evolución por sí sola no es suficiente para explicar la compleja estructura de algunos seres vivos, y por lo tanto la intervención de un diseñador es necesaria en momentos clave". Por supuesto, algunos tozudos científicos han sacado la conclusión de que los ciudadanos británicos son ignorantes: ¡sólo un ignorante puede insistir en que el universo se diseñó inteligentemente!

Lo curioso del tema es que lo que hace agua por los cuatro costados es la teoría evolucionista de Darwin, por muy científicamente que se la presente: la selección natural no explica cómo se modifica el código genético de los individuos más hábiles, para transmitir esa mejora a sus descendientes; ni explica cómo un cambio en una especie puede llevar a la aparición de otra totalmente distinta. Pero a algunos tozudos científicos estos vacíos en la teoría darwiniana no les estorban para ridiculizar a los que pensamos que "un diseño inteligente ha debido ser realizado por alguien inteligente". Por supuesto, sus argumentos de que "no se sabe" u "ocurrió por casualidad", les parecen más científicos que el encontrar una causa inteligente a un efecto inteligente.

Además, la teoría evolucionista sería compatible con la creación por Dios. Es más que probable que Dios diseñase un sistema universal que partiendo de un primer Big Bang, pudiese evolucionar hasta la perfección actual con muy poca intervención directa suya. Personalmente, creo que Dios puso en marcha la evolución de la energía y la materia que forman el cosmos; después creó directamente la vida y, por último, creó al hombre con alma trascendente. En estos tres momentos, actuó directamente... el resto del tiempo se limitó a observar el desarrollo de lo que ya había diseñado desde el principio, retocando aquí y allá algunos detalles.

Evidentemente, el magnífico sistema genético que guía la vida en general y su posible evolución, no pudo ser fruto de la casualidad. Me gustaría que algún matemático me calculase la probabilidad de que los tres mil millones de pares de genes pudiesen ordenarse exactamente como es preciso para desarrollar una vida: la probabilidad es nula. Y no sólo están ordenados, sino que informan desde el núcleo de cada célula al resto del organismo vivo, mediante un sistema del que no tenemos ni la más remota idea: ¿cómo sabe cada célula en que sitio del organismo se encuentra, para adoptar una función u otra? Ésto sólo puede existir porque ha sido diseñado y creado por un Ser inteligente; aunque quizá Dios, después de diseñar el magnífico sistema genético, se apoyó en la evolución natural para ir introduciendo la compleja diversidad de especies existentes, con alguna ayudita que otra.

De esta forma, habríamos llegado a una teoría evolucionista basada en un diseño inicial. Una teoría creacionista abierta a la evolución; pero una evolución también diseñada, no resultado de cambios genéticos aleatorios, que nunca podrían llevar a la creación de especies y su mejora. El azar, ni pudo construir un ADN perfecto con tres mil millones de pares de genes, ni pudo guiar la evolución hacia un mayor grado de perfección. La propia teoría científica de la ENTROPIA sostiene que cualquier cambio supone un menor orden que el existente anteriormente: entonces, ¿por qué en la teoría de la evolución los cambios casuales habrían llevado siempre a un mayor orden? (1)

No sé si acierto con la teoría expuesta; pero al menos ha sido un intento de explicación inteligente y razonada....Dudo mucho de la capacidad de cualquier científico que utilice como única explicación esto de la casualidad...

Al parecer, para algunos científicos... ¡lo único que no puede existir, ni por casualidad, es Dios!


(1) Un ejemplo de esto -sacado de Wikipedia-, es que si lanzamos un vaso de cristal al suelo, este tenderá a romperse y esparcirse, mientras que jamás conseguiremos que lanzando trozos de cristal se forme un vaso.