miércoles, 10 de diciembre de 2008

Derechos ¿humanos o divinos?

Se cumplen hoy sesenta años de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU en 1948; aunque los Derechos Humanos no se inventaron en esa fecha, sino que el hombre, desde que es hombre, ha tenido estos derechos básicos; otra cosa es que no siempre se los hayan reconocido unos a otros, ni antes ni después de la Declaración que hoy celebramos.

Los Derechos Humanos no los otorga ninguna autoridad civil, sino que nacen de la dignidad inherente a la persona humana; y esta dignidad se deriva de nuestra condición de hijos de Dios. Si olvidásemos el origen de nuestros Derechos -si prescindimos de Dios, de nuestro origen común-, los Derechos Humanos pierden su fundamento y pasan a ser algo que depende del ordenamiento jurídico de cada momento, de cada cultura. Por esto preferiría que se les llamase derechos divinos, para que ningún hombre o gobierno se sintiese tentado de eliminarlos o eludirlos.

Por el contrario, si no tuviésemos un origen común, si la dignidad intrínseca del hombre no nos igualase a todos, ¿como podrían tener los mismos derechos el salvaje, el trabajador o el intelectual? ¿Que semejanza existiría entre un paria de la India y un financiero de Wall Street? Las diferencias entre las anteriores personas serían irreconciliables; y los derechos de las mismas igual de dispares que sus situaciones sociales.

Pero cuando la filiación divina nos iguala a todos, las pequeñas diferencias entre los distintos hombres aparecen como insignificantes en comparación con su igual dignidad. Por supuesto, cuando se juzga a los hombres teniendo en cuenta criterios materialistas o hedonistas, este común denominador se difumina y se agrandan las diferencias aparentes; y entonces todo queda justificado: surge la marginación o el exterminio de aquél a quien no consideramos semejante.

Cuando se olvida la trascendencia espiritual del hombre, y se le iguala a las demás cosas materiales, tratándole como un simple objeto que puede ser manipulado a capricho, se anulan su dignidad y sus derechos; aunque nominalmente se le sigan reconociendo. Por tanto, la manipulación genética de embriones humanos, la planificación estatal de la natalidad, las condiciones infrahumanas de trabajo o la manipulación publicitaria de las apetencias, esconden una profunda ignorancia, cuando no desprecio, de la auténtica dignidad humana y sus Derechos; porque al hombre no se le debe diseñar como a un coche, ni planificar como una cosecha, ni crear reacciones reflejas como al perro de Paulov.

La Declaración de la ONU, es un buen compendio de todo aquello que garantiza al hombre su dignidad. Los principales Derechos reconocidos son:
Todo individuo tienen derecho a la vida, la libertad y la seguridad de su persona.
Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o posición social.
Todos son iguales ante la ley, que les protegerá por igual.
Toda persona tiene derecho a la libre circulación y elección de su residencia; a casarse y formar una familia.
Toda persona tiene derecho a la propiedad individual.
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión; a la libertad de opinión y expresión; a la libertad de reunión y asociación pacífica.
Toda persona tienen derecho al trabajo, el descanso y la seguridad social; y a un nivel de vida digno.
Toda persona tienen derecho a la educación; los padres tendrán prioridad para escoger la educación de sus hijos.

No obstante, como estos Derechos se han promulgado como un simple consenso entre las distintas naciones -sin fundarse en la dignidad intrínseca del hombre y teniendo en cuenta su naturaleza y sus fines-, no existe punto de referencia para su aplicación a casos concretos, permitiendo su violación incluso por naciones que los han aceptado.
El primero de ellos es, por supuesto, el derecho a la vida; pero la Declaración no concreta el término vida y deja en manos de cada país su definición. Así, un derecho universal e inalienable puede ser eliminado mediante una ley abortiva de plazos consensuada en cualquier Parlamento. ¿De qué le sirven todos los demás Derechos a aquél al que no se le permite llegar a nacer?

También se atenta al derecho a la vida con la manipulación genética y la fertilización artificial. La dignidad de la vida humana es demasiado importante como para jugar con ella; y este juego no queda legitimado por el hecho de que una pareja quiera satisfacer sus aspiraciones de descendencia o necesidades sentimentales. Estos impulsos no se pueden satisfacer a costa de la existencia de otro ser humano, porque nadie posee el "derecho" a tener hijos, por muy fuerte y legítima que sea su necesidad. La época de la esclavitud, en que se podían poseer otros seres humanos, ya quedó definitivamente -eso espero- superada.

Otra de las modernas violaciones del derecho a la vida es la eutanasia ¿Quién está facultado para decidir cuándo la vida humana deja de tener valor o cuándo pierde su dignidad? ¿Qué es una muerte digna: la cobardía de huir del dolor o la aceptación del sentido del sufrimiento? La realidad es que no hay muerte más indigna que la eutanasia: la muerte porque no se ha sabido encontrar la dignidad de la vida. En vez de ayudar a una persona a terminar con su vida, deberemos esforzarnos en devolverle su dignidad de ser humano y mostrarle el sentido de su existencia; incluso de una existencia en circunstancias extremas.

Si fuésemos más conscientes de que los Derechos Humanos no son nuestros sino de Dios, nos servirían de verdad para adecuar nuestra conducta a nuestra naturaleza; en vez de servir de excusa para adulterar esa naturaleza a nuestro capricho.