miércoles, 16 de mayo de 2012

Obras son amores...

Por supuesto, el convencimiento de que Cristo nos ama por nosotros mismos -con independencia de cual sea nuestra actuación-, no puede ser una excusa para relajarnos, sino para todo lo contrario.
El amor incondicional de Cristo nos debe llevar a amarle nosotros también incondicionalmente, sin ampararnos en nuestros constantes errores para dejar de hacerlo. Pero este amor nos llevará inmediatamente a manifestarlo con obras; y, más en concreto, en obras buenas hacia los demás, que son también objeto del amor incondicional de Cristo.
Pero hay una diferencia muy importante entre el proceso así seguido y el que sigue el "fariseo": el que comienza encontrandose con el amor de Dios, ofrece sus obras como una humilde correspondencia; aquél que se encuentra primero con la Ley y se enorgullece de cumplirla con minuciosidad, acaba presentando sus obras como el precio pagado para "merecerse" el amor de Dios. Y esto último es una estupidez por dos razones: nadie es lo suficientemente perfecto -libre de pecado- como para presentarse ante Dios con orgullo; y, aunque lo fuese, el amor de Dios no se paga con nada, sólo se recibe gratis por Su generosidad.
Por esto, el camino del pecador arrepentido es más seguro (y produce más alegría en el Cielo) que el del que se empeña en ser "santo perfecto".
Peguémonos al amor de Cristo y dejemosle hacer con nosotros lo que tenga previsto.

martes, 15 de mayo de 2012

Mira que estoy a la puerta y llamo...

¿Por qué nos cuesta tanto a los cristianos creernos el mensaje evangélico?
Unos lo encuentran tan utópico que ni siqueira se atreven a intentarlo.
Otros lo interpretan como un estricto reglamento que es necesario cumplir para salvarse o para tener contento a nuestro Dios.
Ni lo uno, ni lo otro...
He repasado recientemente un pequeño discurso/homilía de la Beata Teresa de Calcuta -¡qué bien entendió esta mujer el mensaje evangélico!- y extraigo algún párrafo en el que se explica lo que Cristo pide de nosotros:

 "Te conozco como la palma de mi mano, sé todo acerca de ti. hasta los cabellos de tu cabeza he contado. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus preocupacionesy, sí, conozco todos tus pecados. Pero te digo de nuevo que te amo, no por lo que has hecho o dejado de hacer, te amo pro ti, por la belleza y la dignidad que mi Padre te dio al crearte a Su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres y he derramado Mi Sangre para rescatarte. Si sólo me lo pides con fe, mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida. Yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor."

¿Está claro?