lunes, 7 de mayo de 2007

El Alma del Mundo

Sigo con la Carta a Diogneto, porque creo que debemos volver la vista a esos tiempos remotos, que tanto se parecen a los actuales en los que se pretende volver oficialmente al paganismo.

...lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos
en el mundo.

El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo,
y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo.

El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo.

El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible.

La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, solo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, solo porque renuncian a los placeres.

El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian. El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en una prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo.

El alma inmortal habita en una tienda mortal, y los cristianos tienen su alojamiento en lo corruptible mientras esperan la
inmortalidad en los cielos.

El alma se mejora con los malos tratos en comidas y bebidas, y los cristianos, castigados de muerte todos los días, no hacen
sino aumentar: tal es la responsabilidad que Dios les ha señalado, de la que no seria licito para ellos desertar.

¡Qué mal está el mundo actual!

Pero, ... ¿no será que tiene el alma enferma?; ese alma que debemos ser nosotros...

viernes, 4 de mayo de 2007

Seguimos con Diogneto

En la Carta a Diogneto se cuentan más cosas sobre cómo vivían los primeros cristianos y sus diferencias con la sociedad pagana; y vemos que esas diferencias están vigentes dos mil años después.

Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos.
Ponen mesa común, pero no lecho.
Viven en la carne, pero no viven según la carne.
Están sobre la tierra, pero su ciudadanía es la del cielo.
Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes.
Aman a todos, y todos los persiguen.
Se los desconoce, y con todo se los condena.
Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida.
Son pobres, y enriquecen a muchos.
Les falta todo, pero les sobra todo.
Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra.
Son calumniados, y en ello son justificados.
Se los insulta, y ellos bendicen.
Se los injuria, y ellos dan honor.
Hacen el bien, y son castigados como malvados.
Ante la pena de muerte, se alegran como si se les diera la vida.
Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos les persiguen, pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio.

Efectivamente, las actitudes de la sociedad occidental son similares a las de la sociedad pagana de los primeros siglos (¡si no son mucho más bárbaras las actuales, en algunos aspectos!); pero... ¿es similar nuestra respuesta a la que daban los primeros cristianos?... ¿mostramos un tenor de vida admirable, extraordinario?

Examinémonos.

jueves, 3 de mayo de 2007

Carta a Diogneto

Nos parece a los católicos que nuestra vida destaca mucho en el mundo occidental... y se nos presenta la tentación de "adaptarnos" al entorno.

La realidad es totalmente distinta: el mundo occidental es la herencia lógica de dos mil años de Cristianismo. Todos los valores que merecen la pena los trajo el Cristianismo, incluso la tolerancia y la libertad que permiten a los "progresistas" renegar de los cristianos que les trajeron estos principios.

Creo que la mejor manera de ahuyentar la tentación de "adaptarse al entorno" es poner más hincapié en "adaptarnos a nuestra Fe".

Los que sí se encontraron con un entorno diametralmente opuesto a su Fe fueron los primeros cristianos: muchos de sus valores no tenían ningún precedente en el mundo pagano de la Roma Imperial... y, por supuesto, ¡no habían oído nunca hablar de tolerancia!

Aún así, ellos viven en medio de esa sociedad y proclaman el mensaje evangélico.

Uno de las páginas más bonitas de la historia de la Iglesia es la "Carta a Diogneto", en la que un cristiano anónimo le cuenta al tal Diogneto cómo es su vida:
Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres.
En efecto, en lugar alguno establecen ciudades exclusivas suyas, ni usan lengua alguna extraña, ni viven un género de vida singular. La doctrina que les es propia no ha sido hallada gracias a la inteligencia y especulación de hombres curiosos, ni hacen profesión, como algunos hacen, de seguir una determinada opinión humana, sino que habitando en las ciudades griegas o bárbaras, según a cada uno le cupo en suerte, y siguiendo los usos de cada región en lo que se refiere al vestido y a la comida y a las demás cosas de la vida, se muestran viviendo un tenor de
vida admirable y, por confesión de todos, extraordinario.
Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.


Quizá lo que llama la atención en el mundo occidental actual no sean los principios cristianos, sino el garabato de nuestra vida tratando de compaginar nuestra Fe con las costumbres sociales opuestas a la misma.

Si de verdad nuestra vida fuese coherente con nuestra Fe, no provocaría rechazo, sino admiración.

martes, 1 de mayo de 2007

¿Es difícil ser católico?

Hace poco oí una afirmación que me impactó: "Ser católico es difícil... pero es mucho más difícil no serlo".

Si uno se para un poco a pensarlo, descubre que es completamente cierto. Nuestro compromiso cristiano tiene algunas exigencias que se compaginan muy mal con la vida actual; pero a cambio nos dota de un orden de valores que nos permite guiarnos en medio de este caos de ideologías y absurdos... y esto sin mencionar la ayuda de la Gracia de Dios, que es la que nos saca adelante.

En concreto,

¿Cómo establecer el objetivo de nuestra vida, si el criterio es seguir en cada momento el deseo?
¿Cómo mantener un matrimonio y una familia, si el criterio es seguir el sentimiento y evitar todo compromiso?
¿Por qué respetar al prójimo, sin no tenemos un Padre que nos hermana?
¿Como afrontar el dolor, si el objetivo vital es conseguir el placer?
¿Cómo estar satisfechos de nosotros mismos, si no tenemos un código que nos distinga lo bueno de lo malo?
¿Cómo evitar la angustia vital, cuando no hay Esperanza?
¿Qué consejo dar a quien nos pregunta?... ¿Y si es un hijo...?

Efectivamente, ser católico aparentemente impone algunas cargas... pero no son cargas, son las instrucciones para alcanzar la felicidad...

Pero, ¡qué difícil alcanzarla sin esas instrucciones!