lunes, 22 de febrero de 2010

Justicia es dar a cada uno lo suyo.

He estado leyendo detenidamente el mensaje cuaresmal de Benedicto XVI , como suelo hacer con todos los documentos que redacta este formidable Papa; y una vez más me ha sorprendido su capacidad de llamar la atención sobre lo fundamental, incluso en temas que todos damos por sabidos.

¿Que es Justicia? Pues, según la definición clásica latina, Justicia es "dare cuique suum": dar a cada uno "lo suyo". Todo el mundo estará de acuerdo con esta sencilla definición; pero nuestro genial Papa pone el dedo en la llaga: ¿que es "lo suyo"? La respuesta será muy distinta -radicalmente distinta- según a quién le preguntemos; y estas diferentes respuestas hacen que la palabra Justicia -que todos aceptan- signifique cosas muy diversas:

Si le preguntamos a un capitalista, nos dirá que "lo suyo" es lo que cada uno posee; que debe respetarse el "status quo" de propiedad privada que existe; y que además también serán de cada propietario los frutos y rentas de su propiedad. Aparentemente, es una concepción de Justicia que parece justa -valga la redundancia- al menos para los que poseen mucho...

Si le preguntamos a un comunista nos dirá que "lo suyo" no existe, que todo es del Pueblo y para el Pueblo, incluidos los frutos y rentas de todos los bienes comunes, que deberán ser disfrutados en solidaridad universal. Esta concepción de Justicia también podría parecernos justa, si la Historia no nos hubiese demostrado que el concepto Pueblo se queda en la práctica reducido a "unos pocos poderosos"; y que no sólo le quitan al individuo la propiedad, sino también todo rastro de dignidad.

Si le preguntásemos a otros ideólogos, como liberales o fascistas, nos dirían que "lo suyo" es lo que a cada uno le corresponde según sus méritos. A priori, esta concepción de Justicia puede parecer más justa que las anteriores, ya que se basa en el esfuerzo personal; pero en la práctica, la valoración de mérito es muy subjetiva. Los fascismos y totalitarismos consideran mérito a lo que no es sino "adhesión inquebrantable", simple peloteo y adulación a la autoridad: un individuo tiene mérito en la medida en que satisface los intereses del poder. Por el contrario, en un liberalismo son las autoridades las que tienen mérito para los particulares en la medida en que les apoyan en sus intereses privados. En definitiva, son dos ejemplos de corrupción política: una ascendente y otra descendente. Por supuesto, también hay casos en los que cada uno alcanza lo que le corresponde con su propio esfuerzo; pero no hay ningún régimen que nos garantice que esto sea así.

¿Y para un cristiano? ¿Qué es la Justicia para un cristiano? Pues Benedicto XVI nos contesta sin ambages. Para un cristiano la Justicia tiene dos acepciones: Justicia para con Dios que consiste en la adhesión personal a su voluntad; y Justicia para con los hombres, que consiste en dar a cada uno "lo suyo". Y volvemos a lo mismo: ¿qué es "lo suyo" para un cristiano? Pues también a esto contesta el Papa sin rodeos: "lo suyo", lo que pertenece a cada hombres, es "lo necesario para vivir según su propia dignidad". Es decir, todo lo que yo tengo que excede de lo que necesito para vivir según mi propia dignidad -aunque lo haya obtenido con mi esfuerzo-, en realidad pertenece al prójimo que no tienen lo suficiente para garantizar esa dignidad. Y nos insta a vivir esta Justicia -según el mandato bíblico- con el pobre [¿el parado?], el forastero [¿el inmigrante?] y el esclavo [¿el trabajador?]; y en definitiva, a "contribuir a la formación de sociedades justas".

¿Alguien concibe un remedio mejor para la actual crisis económica? Es hora de empezar a ver la alternativa social cristiana como algo más que una mera utopía; y somos los cristianos los primeros que tenemos que creerlo así.

viernes, 19 de febrero de 2010

Insisto: el mal no existe

Quisiera introducir una matización en mi entrada del 18 de junio pasado, en la que afirmaba que el mal no existe.

Efectivamente, el mal no existe, es solo la ausencia de bien. Pero el que sí existe es el maligno: es el "malo" del que pedimos que nos libere Dios en la versión latina del Padrenuestro (...sed líberanos a malo, amén, en vez del líbranos del mal, amén). Pero el malo no puede "hacer" el mal, porque no puede crear nada. Es Dios el que crea, el que "hace" ; y siempre hace el bien; y el maligno se limita a intentar destruir ese bien, porque odia a Dios y todas sus obras; y cuando lo logra aparece ese vacío que llamamos mal... su máximo logro es el vacío.

Quizá esta limitación sea la causa de su odio a Dios, de su rabia; en el fondo producida por la constatación de la estupidez que es renegar de su condición de criatura y perder todos los dones que de la misma podrían venirle, para quedarse en eso, en el vacío ....

miércoles, 17 de febrero de 2010

El ataque a los cristianos

Hablabamos de que con frecuencia se ataca a los cristianos. Unas veces, el ataque es la simple reacción de quien se ve desenmascarado en su táctica de dominar al hombre haciendole esclavo de sus pasiones. Otras veces nos atacan con razón, ya que nuestra conducta social deja mucho que desear y puede pecar de hipocresía: con nuestras denuncias buscamos más protejer nuestros propios intereses que el bien común que tanto predicamos. Y en estas ocasiones, el enemigo no ataca tanto al Cristianismo, como a nosotros, que somos un garabato de cristianos, más preocupados en defender nuestros privilegios y derechos que en defender nuestra fe.

Sólo cuando nos comportemos como auténticos cristianos, que propongamos las soluciones sociales cristianas que buscan el bien común sin miedo a lo que podamos perder personalmente, nos podremos quejar de que se ataca al Cristianismo.

Cuando los cristianos actuamos en política deberíamos ser más valientes con nuestras propuestas sociales, no sólo en lo que a moral social se refiere, sino también en lo relativo a la moral económica: la especulación financiera, la inmobiliaria, la explotación laboral y las reivindicaciones laborales excesivas de los sindicatos, deberían estar abiertamente rechazadas; aunque en muchos casos perjudiquemos a amigos.


Si en nosotros viesen autenticos cristianos, tratando de vivir evangélicamente y defendiendo la dignidad del prójimo, entonces muy probablemente no seríamos el centro de sus ataques; y si lo fuésemos, podríamos estar orgullosos por ello.

lunes, 15 de febrero de 2010

Propiedad y comunismo

Sigamos con el tema económico de la entrada anterior.

Decíamos que con frecuencia los descreídos nos reprochan nuestro apego a la propiedad en perjuicio del hermano que tiene menos. En ocasiones es una mera postura política para desacreditar nuestra fe; pero en otros casos se trata del planteamiento generoso de quien se preocupa seriamente por su prójimo. Puede producir escándalo hablar de la voluntad de Dios al pobre cuando uno vive en la opulencia, no porque el mensaje sea equivocado, sino porque se puede poner en tela de juicio la rectitud de nuestro discurso.
Algo así ocurre con los planteamientos radicales comunistas. ¿Qué les llevó a pensar que para abolir la propiedad privada había que eliminar la religión? ¿No recordaban que los primeros cristianos ya ponían todo en común? Quizá les condujo a ese error el comprobar que los que defendíamos la igual dignidad de todo hombre por ser hijo de Dios, estuviésemos más dispuestos a compartir la filiación divina que nuestras propiedades.

También es cierto que, una vez puesta en marcha su revolución -anulando tanto la propiedad privada como la libertad y la dignidad del hombre-, la única fuerza con capacidad de oponérseles fuese el Cristianismo, auténtico refugio frente a los más diversos ataques a la dignidad y naturaleza del hombre. El comunismo reaccionó redoblando sus ataques al Cristianismo; y nosotros, como en un acto reflejo de defensa, nos acercamos a su opuesto; y este es un grave error. Efectivamente, el capitalismo, en su empeño por mantener la propiedad privada a toda costa, también anula la libertad y la dignidad de aquellos que poco o nada poseen.

Por supuesto, el cristianismo no se alinea con ninguna de las posturas. La concepción social cristiana admite la propiedad privada como figura natural en la que descansa la estructura económica; pero no como un derecho absoluto de cada hombre, sino como el mejor método para alcanzar el bien común. Como nos recordaba Juan Pablo II, toda propiedad tiene una hipoteca social: es exclusivamente mía mientras que mi hermano no la necesite para garantizarse un nivel de vida digno.

Debemos tener cuidado los cristianos cuando defendemos con demasiado entusiasmo los derechos económicos y nos revelamos contra los altos impuestos: siempre nos podrán recordar aquello de bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos.

Ahora tenemos una buena ocasión para practicar estas teorías: compartir con el inmigrante cuando estamos en crisis económica.

sábado, 13 de febrero de 2010

Fe y economía

Hace pocos días se leía en el Evangelio de la Santa Misa el pasaje en el que Jesús, al pasar por la región de los gerasenos, expulsa una legión de demonios de un endemoniado y los envía a una piara de cerdos, que acaban despeñados.

Siempre me ha resultado muy curioso este Evangelio, no por lo que se refiere a la "legión de demonios", sino por la reacción de los conciudadanos del poseído.

Sería de esperar que los gerasenos, al encontrarse con una persona tan poderosa como para curar a un loco endemoniado con su sola palabra, se alegrasen mucho y tratasen de retener a ese personaje para que actuase en su provecho. Es decir, ante tamaña maravilla le alagarían y conminarían a quedarse en su ciudad.

Pues ¡no señor! Los gerasenos no ven la maravilla del poder de Jesús, sino el desastre al que ha arrojado a sus puercos. Es cierto que ese taumaturgo podría curar a todos los enfermos de Gerasa, podría explicarles las escrituras mejor que ningún otro rabino y, en definitiva, podría transmitirles su inmensa sabiduría; pero el precio sería demasiado caro si, a cambio, les destroza la economía de la región, basada evidentemente en la ganadería porcina: dos mil cerdos es un precio muy alto por la salvación de cuerpo y alma.

Y esos gerasenos no eran judíos -ya que criaban cerdos-, sino paganos. Es curiosa la preferencia que todas las culturas -incluyo la occidental, aunque sea cristiana- damos a la economía sobre la salud, la moral o la sabiduría. Estamos dispuestos a cualquier sacrificio por nuestra fe, siempre que no nos afecte al bolsillo.

No es de extrañar que, con tan cicatera actitud, debamos retroceder con frecuencia ante los reproches de paganos generosos: por muy equivocados que sean sus planteamientos, su generosidad es frecuentemente más cristiana. Con esta actitud no convenceremos a nadie; antes debemos convencernos nosotros de que el rico no entrará en el Reino: así de claro, sin paliativos.Y rico es todo aquél que pone su confianza en las riquezas o se afana únicamente en conseguirlas.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

viernes, 5 de febrero de 2010

Dar gloria a Dios

Muchas veces me he preguntado para qué creó Dios a los ángeles y por qué creó a tantos. Espero que los ángeles perdonen mi supina ignorancia, pero los espíritus puros son exclusivamente "entendimientos libres o voluntades inteligentes": lo único que hacen es pensar, adherirse o no a la voluntad de Dios,... imagino que en definitiva así es como le aman. Y Dios ha creado millones de seres que se limitan a someter libremente su entendimiento y amar... sin hacer ninguna otra cosa...

Cada vez que me enfrento a algún aspecto del obrar de Dios que no entiendo o me parece absurdo, en vez de rechazarlo, trato de imaginar cuál es el motivo de Dios para obrar así. Por supuesto, me es imposible conocer las razones de Dios; pero su obrar muchas veces nos da pistas de su Ser. Si Dios es capaz de crear millones de seres simplemente para que le amen en un solo acto que se prolonga por toda la eternidad, entonces es que el amor de sus criaturas es algo muy importante para Dios; y que le es muy importante el amor de cada una de ellas, porque Dios sabe distinguirlo, como cualquier madre distingue el cariño de cada uno de sus hijos.

Y ahora trataremos de llevar este razonamiento a un plano más práctico para nosotros.

Si Dios sabe distinguir a cada uno de los ángeles, que son aparentemente uniformes, cómo no va a distinguir a cada uno de los hombres, que se diferencian mucho más que aquellos. Es más, Dios busca esa diferenciación y quiere que cada hombre le dé gloria -le ame- de una manera individual e irrepetible. Dios no ha querido la uniformidad de la raza humana, sino la diversidad de caracteres, entendimientos y voluntades; así tampoco quiere la uniformidad de la santidad humana.

Así vemos que a algunos santos les concedió gracias para que le amasen de forma casi perfecta. A nuestra Santísima Madre, incluso le concedió esas gracias de forma preventiva ya que fue concebida Inmaculada: el plan de Dios para ella así lo requería y ella respondió a ese plan como ninguna otra criatura ha respondido.

Pero a otros santos no les ahorro los problemas ni las tentaciones, quizá porque buscaba que le amasen precisamente con su lucha. A San Pablo le contestó "te basta mi gracia", cuando le pidió que le liberase de cierto "aguijón" que le tentaba. Así, a algunos hombres los quiere muy identificados con Cristo [San Juan evangelista, el Padre Pío, sor Faustina Kovalska], mientras que a otros los quiere luchando en medio del mundo por parecerse cada vez más a Él. Incluso hay hombres a los que la gracia les llega muy remotamente, y se les hace muy difícil no ya la santidad, sino el no caer en demasiadas aberraciones.

¿Es que Dios nos discrimina? En absoluto, es que Dios nos va a exigir la respuesta en función a los medios que previamente nos haya dado y a su plan específico para nosotros. No es discriminación lo que produce con esas distinciones, sino diferenciación, diversidad y, en definitiva, mayor amor y gloria.

Por tanto, no se trata de encontrar el modelo de cómo Dios quiere que los hombres le amen, sino de encontrar el modo especifico como Dios quiere que cada uno de nosotros le amemos, con nuestras peculiaridades y defectos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

¿Merece la pena ese "ideal"?

He estado apartado del blog durante todo el mes pasado y no he podido opinar hasta ahora sobre el comentario que alguien ha hecho a mi última entrada.

Por supuesto que quien apuesta todos sus ahorros a un solo caballo debe de estar muy convencido de ello, no lo pongo en duda; pero una cosa es estar muy convencido y otra -muy distinta- es estar acertado. Además no puedo compartir sus conclusiones:

No arriesga su alma por un "ideal", sino por el mero placer. Ha echado sus cálculos y cree que le compensa apostar a la no existencia de un juicio final, con tal de poder satisfacer todos sus caprichos sin límites. No creo que nadie pueda calificar de "ideal" el embriagarse, darse golpes o acostarse con su prima [muchos no haríamos ninguna de esas cosas ni aunque nos pagasen por ello].

Tampoco comparto el final de su comentario: hacer todo eso "sin consecuencia alguna"; porque esos mal llamados ideales provocan pésimas consecuencias -exista o no exista un juicio final-, ya en esta vida.

Con razón dice que ha apostado todos sus ahorros no sólo a un solo caballo, sino al "más lento". Nunca puede ganar, ya que exista o no exista Dios -que sí existe-, pagará en esta vida las consecuencias de sus actos. Y es que no acabamos de entender que las normas que Dios nos impone con la Ley Natural son sólo el reglamento para disfrutar plenamente de la vida,... ahora y después.

Gracias a Dios, en la otra vida contamos con su Misericordia...