martes, 26 de septiembre de 2006

Es sencillo ser cristiano

En el fondo, el esquema del cristianismo es muy sencillo: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Pero esta sencillez es tan radical, que para eludirla complicamos el cristianismo con multitud de otras cosas que, en el fondo, lo hacen mucho más fácil; otros, por el contrario, se centran sólo en uno solo de los dos amores que debemos tener, para reducir así parte de nuestras obligaciones.

Ninguna de esas dos posturas vale...

No vale amar a Dios "tanto" que nos olvidemos de nuestros hermanos... o que pensemos que a ellos tambén les debería bastar con amar a Dios... y que cualquier otra cosa (de las muchas que a nosotros nos sobran) no les será imprescindible.

No vale amar al prójimo "tanto", que les queramos dar de todo menos aquello que realmente les haría felices: mostrarles a Dios... para lo que, por otra parte, deberíamos haberle encontrado nosotros antes.

Lo único que vale en el cristianismo evangélico es amar y servir a Dios de la única manera que Él quiere ser amado y servido: amando y sirviendo al prójimo por amor a Él; y distribuyendo entre los demás todo lo que de Dios recibimos: empezando por los dones espirituales y terminando con los bienes materiales.

La Madre Teresa de Calcuta, ese formidable ejemplo de cristianismo evangélico radical, no se cansó de repetir: Cada vez que menospreciamos a uno de nuestros hermanos porque es pobre o enfermo, es a Cristo a quien humillamos. Cuando nos dirijamos a alguien, recordemos que Cristo vive en esa persona.