miércoles, 16 de noviembre de 2011

El IBI de la Iglesia

No me resisto a copiar íntegro el comentario que circula por la WEB, remitido por Jorge, sacerdote de la parroquia Beata María Ana Mogas, del barrio Tres Olivos de Madrid

REFLEXIONES SOBRE EL IBI
En algunos ayuntamientos de Madrid Izquierda Unida está pidiendo a la iglesia que renuncie al privilegio de su exención del IBI. Y creo que puede ser bueno aclarar a la gente qué es eso.
Ya sabes, por si te parece oportuno difundirlo.
En estos días se han levantado voces que solicitan que la iglesia deje de estar exenta del pago del IBI, el impuesto de bienes inmuebles, porque es un privilegio y porque en estos tiempos de crisis los ayuntamientos no se pueden permitir el renunciar a lo recaudado por ese concepto.
Quiero con esta entrada aclarar algunas cosas sobre ese supuesto privilegio de la Iglesia católica, haciendo dos consideraciones.

PRIMERA CONSIDERACIÓN

La exención del IBI  (impuesto sobre bienes inmuebles) no es en absoluto un privilegio especial de la iglesia católica.
Por ley, están exentos de IBI:
·         Servicios públicos (Defensa, Seguridad, Educación y Servicios penitenciarios).
·         Los inmuebles destinados a usos religiosos por aplicación de Convenios con la Santa Sede, con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas, con la Federación de Comunidades Israelitas y con la Comisión Islámica.
·         Pertenecientes a gobiernos extranjeros o que les sea de aplicación la exención por convenios internacionales.
·         Los pertenecientes a Cruz Roja.
·         Los terrenos ocupados por las líneas de ferrocarriles y los edificios enclavados en los mismos terrenos.
·         Colegios concertados.
·         Pertenecientes al patrimonio histórico-artístico.
·         Entidades sin fines lucrativos

Y no digamos las ventajas fiscales de que gozan partidos políticos y sindicatos: No tienen que declarar lo ingresado por cuotas, las subvenciones, las donaciones, los rendimientos de sus actividades económicas, los rendimientos procedentes de las rentas de su patrimonio.
Pues ya ven:
Nadie pide que partidos políticos y sindicatos renuncien a sus enormes ventajas fiscales.
Nadie que paguen el IBI las mezquitas o templos budistas.
Nadie clama por el pago del IBI de embajadas o colegios, o grandes palacios.
Ni exigen que lo pague el ejército o las comisarías, las estaciones de RENFE o las cárceles.
No. Nada de nada, pero que lo pague la Iglesia.

SEGUNDA CONSIDERACIÓN

Leo que se pide el pago del IBI por parte de la Iglesia porque en un momento de crisis los ayuntamientos necesitan ese dinero. Pues se me ocurren varias cosas. Pero sólo me voy a detener en una de ellas.
Esta crisis está generando evidentemente una gran pobreza.
¿Qué están haciendo por los pobres las embajadas, los propietarios de los grandes palacios, las mezquitas…?
¿Qué están haciendo por ellos los ayuntamientos?
Porque a Caritas llegan cada día personas enviadas por sus ayuntamientos para que les echemos una mano, ya que ellos andan justos de presupuesto.
No los envían a los sindicatos ni a los partidos, a las mezquitas o sinagogas, embajadas o legaciones diplomáticas.
No. Los envían a las parroquias.
En esta parroquia de un servidor llevamos atendidas más de 250 personas sin trabajo, de las que ya han conseguido empleo más de ochenta.
Ayudamos con alimentos a treinta familias a las que se llena el carro de la compra dos veces al mes. Y no es nada. Compañeros tengo que atienden a ciento cincuenta familias.
Pues ya ven la solución. Que el IBI lo pague la Iglesia para ayudar a salir de la crisis. Justo a la institución que más está haciendo por sacar adelante a esa gente, justo a ésa, que le suban los impuestos.
Y los partidos y sindicatos, tan solidarios ellos, ¿no van a renunciar a alguno de sus privilegios? ¿Nadie va a pedir que paguen el IBI las embajadas de USA, Rusia, Cuba o China? ¿Nadie exigirá impuestos a las mezquitas? ¿Y a Renfe? ¿Y a la duquesa de Alba?
Pues no, que pague la Iglesia.

Y mientras, los ayuntamientos enviándonos pobres porque ellos no tienen presupuesto.
Ayer nos llegaron otras dos familias derivadas desde la junta municipal.
Resulta divertido: Iglesia, que paguen ustedes el IBI, que hay que salir de la crisis, y de paso que me atiendan a estas familias, que me he quedado sin presupuesto.

¡¡YA ESTÁ BIEN DE CALLAR!!

domingo, 13 de noviembre de 2011

La parábola de los talentos

En este penúltimo domingo del tiempo ordinario se nos recuerda la parábola de los talentos: las diferentes reacciones de aquellos que reciben talentos.
Por supuesto, estamos todos representados en esas dos actitudes: hacer fructificar los talentos recibidos o guardarlos celosamente para no arriesgarlos.
Habitualmente se comenta esta parábola criticando a aquéllos que con comparten y pone al servicio del bien común los bienes y talentos recibidos; y me parece correcta esta interpretación.
Pero también hay otra interpretación, que incluso se ajustaría más al la literalidad de la parábola:
Dios, al repartir sus bienes, tiene más interés en que los utilicemos que en conservarlos. No le preocupa que los arriesguemos y podamos perderlos, sino que lo que reprueba es que no los pongamos en circulación.
Vayamos ahora a donde realmente quería llegar: Dios no quiere que conservemos nuestra inocencia sin pecado alguno, sino que amemos activamente, aunque de vez en cuando metamos la pata. Por esto, junto a santos que lo han sido "toda la vida", veneramos a muchos que han sido "grandes pecadores".
Y es que hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente y ama de veras, que por 100 justos que guardan celosamente sus talentos sin arriesgarlos.
Sobre este tema te recuerdo una entrada anterior: El jardín del alma

sábado, 12 de noviembre de 2011

Las fuentes del conocimiento

Ya hemos hablado de esto en otras ocasiones; pero ahora quiero comentar un matiz distinto.
Las distintas fuentes del conocimiento son aquellas vías que nos ayudan a alcanzar la verdad; porque si ni nos llevan a la verdad, entonces no obtenemos conocimiento, sino error.
El hombre actual piensa que la única forma de alcanzar dicha verdad es mediante el conocimiento científico; es decir, mediante el experimento que nos manifieste sin duda una realidad material.
Pues bien, como ya he dicho muchas veces, constatar el resultado de un experimento no significa que éste nos haya mostrado la verdad. De hecho, la Ciencia va modificando sus conclusiones experimentales constantemente: lo que ayer era una "verdad científica", hoy es un error superado. Luego, aquella verdad científica no era la verdad verdadera, auténtica.

Existen otros modos de conocimiento:

El razonamiento, que nos lleva a la verdad mediante el encadenamiento de argumentos lógicos. En otras épocas, la verdad filosófica tenía bastante más aceptación que la científica. Pero nadie nos asegura que nuestra verdad lógica o filosófica sea también la verdad verdadera, auténtica.

La evidencia, es el medio más común y aparentemente certero. Consideramos verdad aquello que se nos presenta inmediatamente como tal: ahora es de día o es de noche, de forma evidente. Pero también esta vía nos puede llevar al error; por ejemplo, un espejismo puede jugarnos una mala pasada.

Y la última vía del conocimiento es la Fe: mediante la cual consideramos verdad aquello que otros han considerado como tal. Por supuesto, nuestro acierto dependerá de la autoridad y certeza de aquél de quien nos fiamos: el catedrático, el periodista, nuestros padres, etc.

Como vemos, todas estas formas de conocimiento comparten un mismo grado de falibilidad, sin que una de ellas se pueda considerar superior a las demás; salvo la Fe en aquello que nos ha revelado Quien no puede engañarse ni engañarnos, el que posee la verdad absoluta porque Él la ha creado...

¿Porqué entonces ese complejo de superioridad de los científicos?

sábado, 5 de noviembre de 2011

La Iglesia siempre tan antigua y tan nueva

Es curioso cómo algunas formas de vocación son aptas para tiempos tan distintos. La consagración de laicos al servicio de Dios, que parecen haber inventado los nuevos Insitutos seculares nacidos en el siglo XX (Opus Dei, Neocatecumenales, Comunión y Liberación, etc...) ya existía en el siglo II. Y no podía ser de otra forma, ya que los primeros cristianos no eran sino eso: ciudadanos dedicados a Dios en medio del mundo. Os recuerdo ahora las entradas sobre la carta a Diogneto y su continuación.
Es interesante el artículo que el diario El Mundo (que no destaca por su defensa del cristianismo) ha publicado sobre las vírgenes laicas. Para que luego digan que la Religión es cosa pasada.
Quizá debiéramos ocuparnos más en transmitir al mundo las bondades del Cristianismo, que de marcar nuestras diferencias.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El Cristianismo es la mejor sociedad

Ya he comentado en entradas anteriores mi convencimiento de que la concepción social cristiana es la que nos lograría una sociedad mejor: más justa, más feliz e incluso más avanzada; pero con un avance "sostenible", como le gusta decir a los progres. No es un brindis al sol, sino la más pura realidad: la sociedad occidental actual quiso encontrar la felicidad en la elusión de los compromisos; y empezó por eludir la paternidad. Efectivamente, uno puede parecer más feliz libre de las ataduras de la prole -sobre todo si es numerosa-; pero esta felicidad no es sostenible. Occidente se está dando cuenta demasiado tarde de que la falta de paternidad -es decir, de relevo generacional- hace imposible mantener cualquiera de los demás logros sociales: sin población no hay sociedad ni progreso ni futuro.

Pero no quería volver sobre este tema que ya he tratado muchas otras veces. Lo que ahora quiero poner de manifiesto es que una cosa es que el Cristianismo sea la mejor sociedad posible y otra, muy distinta, que los cristianos tengamos como meta exclusiva la consecución de esta sociedad perfecta. De ninguna manera es así: los cristianos tenemos que transmitir el amor de Dios y muy especialmente el mensaje de su Hijo; en definitiva, tenemos que transmitir amor.

Si lo hacemos así, seguramente la consecuencia sea que alcancemos algo muy parecido a la sociedad perfecta; pero si nos empeñamos en conseguir directamente ésta, no sólo no lo conseguiremos, sino que además habremos defraudado nuestra vocación de cristianos, de hijos de Dios.

Es algo muy simple; pero cuesta verlo cuando estamos metidos en los afanes de cada día.