miércoles, 30 de octubre de 2013

Lumen Fidei (y6)

Nos dice el Papa que Dios al revelarse no tiene reparo en mostrarse como nuestro Padre y llamarnos sus hijos; pero en la sociedad moderna existe como una vergüenza de reconocerle no ya como padre, sino como simple creador (si es que a la Creación se la puede calificar de "simple"):

¿Seremos en cambio nosotros los que tendremos reparo en llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace posible? La fe ilumina la vida en sociedad; poniendo todos los acontecimientos en relación con el origen y el destino de todo en el Padre que nos ama, los ilumina con una luz creativa en cada nuevo momento de la historia.

Y nos recuerda que la sociedad occidental está basada en la Fe cristiana; y es debido al Cristianismo que Occidente ha influido positivamente en otras culturas, llevando lo que de más humano tiene. Pero cuando esos fundamentos desaparecen, también la civilización occidental se resiente:

Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella, como advertía el poeta T. S. Eliot: «¿Tenéis acaso necesidad de que se os diga que incluso aquellos modestos logros / que os permiten estar orgullosos de una sociedad educada / difícilmente sobrevivirán a la fe que les da sentido?». Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida.

Y nosotros tan orgullosos de un laicismo ateo que nos está haciendo desaparece como civilización, aunqeu sólo sea por la falta de natalidad...

domingo, 27 de octubre de 2013

Lumen Fidei (5)

Uno de los aspectos más destacables de la primera encíclica del Papa Francisco es la unión que hace entre Fe y Amor.

La Fe, que procede de la absoluta autoridad de Dios, nuestro creador, sin embargo se presenta más como producto de Su amor...

Dios no nos impone la Fe; es decir, no se revela omnipotentemente para someternos (no tendríamos otra alternativa que creer en Él después de haberle visto), sino que se va revelando discretamente a través de su acción en el hombre, para que éste le ame... pero le ame libremente.

Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque
, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7).

Así, un primer paso de ese amor de correspondencia sería cumplir el decálogo de Dios, que es el reglamento adecuado a nuestra naturaleza: reconocemos que nos ha creado por amor y cumplimos las normas que indican el camino a seguir.

Pero existe un segundo paso, el que Cristo mismo quiso dar primero y explicárnoslo después. Se trata de ir mucho más allá de lo que es correcto, lo que es bueno para nuestra naturaleza. Ahora se trata de darse, de excederse dándose a Dios; y éste quiere que lo hagamos dándonos a los hermanos, que son también sus hijos. Este camino de segundo nivel está recogido en el Sermón de la Montaña: las Bienaventuranzas y demás consejos evangélicos (amar al enemigo, rezar por los que nos persiguen, poner la otra mejilla, etc.) 

viernes, 25 de octubre de 2013

Lumen Fidei (4)

Nos explica el Papa que en la tradición judía la Fe se recibía a través de la revelación de la Palabra divina: Dios habló a Abraham y habló a Moisés. Por el contrario, en la tradición griega, la fe llega por la luz, por la contemplación de las cosas.
El Cristianismo, de hecho, ha conjugado ambas posibilidades: La fe nos puede venir tanto a través de la luz, viendo la creación; como a través de la Palabra, recibiendo el mensaje evangélico por el testimonio de los hermanos o la lectura de la Biblia.
Consecuentemente, la Fe que hemos recibido se debe convertir en luz (tenemos que reflejar la que hemos recibido, como si fuésemos espejos); pero también requiere de nuestro testimonio, de nuestra palabra: no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído... (Hechos 4, 19-20).
Y en palabras del Papa: Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí. La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite también como palabra y luz. El apóstol Pablo, hablando a los Corintios, usa precisamente estas dos imágenes. Por una parte dice: « Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos » (2 Co 4,13).
¡Es una grave responsabilidad para los que hemos recibido la Fe!

jueves, 24 de octubre de 2013

Lumen Fidei (3)

Seguimos con la encíclica del Papa Francisco.

En el primer capítulo de la enccíclica, el Papa vincula fe y amor; es más, insiste en que el objeto fundamental de la Fe debe ser el amor de Dios por su criatura:
 
La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad.
 Como decía San Pablo, de las tres virtudes teologales la primera es la Caridad; pero no solo como importancia, sino que también es la que debe aparecer primero en nuestro proceso de conversión. Es el conocimiento del amor de Dios lo que abre las puertas de nuestro corazón a la Fe; y después, como una consecuencia, vendrá la Esperanza en llegar a poseer aquello que amamos y creemos.

Los cristianos solemos basar nuestra predicación en la existencia de Dios; primero tratamos de suscitar la fe en su existencia, como paso previo a cualquier otra explicación. Quizá ese sea el camino lógico en otras religiones; pero para el Cristianismo, lo decisivo es la fe en el amor de Dios por nosotros, en que El nos amó primero y por eso Cristo nos redimió: la fe de los cristianos, o es en el amor de Cristo o no nos llegaremos a enterar de lo que es el Cristianismo.

miércoles, 23 de octubre de 2013

No explotarás al jornalero

No explotarás al jornalero pobre e indigente, tanto si es uno de los tuyos, como si se trata de un emigrante que reside en tu tierra o en tu ciudad. Le darás cada día su jornal, antes de la puesta del sol, pues es pobre y espera impaciente su salario. (Deuteronomio 24, 14-15).

No molestes ni oprimas al forastero, porque también vosotros fuisteis forasteros en Egipto. No maltrates a la viuda ni al huérfano... (Exodo 22, 20-21).

El problema de la inmigración es mucho más antiguo de lo que nos parece; y para los cristianos ya nos quedó claro el criterio en la Biblia, aunque no esté de más recordarlo de vez en cuando...

Y, por supuesto, esa doctrina es aplicable a todos los jornaleros... El abuso de los trabajadores es uno de los pecados que en la Biblia "claman al cielo".


lunes, 21 de octubre de 2013

Lumen Fidei (2)

Nos aclara el Papa en su encíclica que la luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. A veces pretendemos que la linterna de la fe ilumine la totalidad del campo, cuando sólo podrá iluminar el sendero por el que vamos, que es lo realmente necesario. Quizá en estos casos lo que pretendemos no es tanto iluminar nuestra vida, sino más bien saciar nuestra curiosidad; y lo absurdo es que como no lo logramos, apagamos la linterna como si fuese inútil... ¡y entonces nos quedamos totalmente a oscuras! 

Sí, eso hacemos cada vez que prescindimos de la Fe porque ésta no nos lo explica todo: renunciamos incluso a eso que sí nos explica.

El Papa nos pone un ejemplo del actuar de Cristo en nuestra vida: al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb 12,2).

Porque bien sabemos todos que en los momentos de dolor, no queremos explicaciones, sino compañía...

domingo, 20 de octubre de 2013

Encíclica Lumen Fidei

Estamos en el año de la Fe y el Papa ha publicado su primera encíclica sobre este tema. Ya el título es muy revelador: Lumen Fidei. La Luz de la Fe. Porque como el Papa no se cansará de repetir a lo largo de toda la encíclica, la Fe es más una Luz que un mero convencimiento. Es la luz que nos permitirá ver el amor y comprendernos a nosotros mismos.

Una primera idea: en Occidente hemos tratado de eliminar la fe de nuestra vida, como si fuese algo totalmente pasado, como si la fe ya no fuese una forma posible de conocimiento. Pero es curioso que lo hemos hecho sólo en el ámbito de lo espiritual: hemos eliminado la fe religiosa como algo absurdo; sólo puede creerse aquello que puede ser comprobado empírica o científicamente; lo demás no es conocimiento válido. Y pensamos que después de esta eliminación todo puede seguir funcionando igual, porque hemos eliminado algo no sólo superfluo, sino incluso inconveniente.

Veamos si esto es así. Eliminemos la fe de los otros ámbitos de la vida, no sólo del espiritual. Eliminemos la fe de la vida ciudadana, de la comunicaciones, de la enseñanza, de las relaciones comerciales, etc. etc. Porque aunque no nos demos cuenta, estamos constantemente ejercitando nuestra fe en los demás, en lo que nos dicen. Imagináos que no nos creyésemos ninguna noticia si no la hemos comprobado personalmente. O que no comprásemos ningún producto en el supermercado sin abrir la caja y comprobar lo que tiene. Que los alumnos no se creyesen lo que les dicen sus maestros, sino que se empeñasen en comprobarlo; y por supuesto no se creerían ninguna verdad científica, por mucho que haya sido comprobada, ya que no se creerían esa comprobación... O que simplemente no nos creyésemos que los demás van a respetar un semáforo rojo, o que van a funcionar los frenos de nuestro coche,que acabamos de sacar del taller, o que el avión en el que nos hemos montado va a soportar nuestro peso, o el barco seguir a flote...
 
Es evidente que la vida como la conocemos no sería posible sin un constante ejercicio de fe; porque sin la fe como una de las fuentes del conocimiento, la vida y el progreso son imposibles.

Pues bien, nuestro mundo libre occidental se ha edificado sobre la fe cristiana, sobre la fe en la dignidad intrínseca de cada hombre porque todos somos hijos iguales de un mismo Dios. Y ahora se ha eliminado toda esta fe y se pretende que esto no tendrá consecuencias, y consecuencias graves.

Pues yo creo que esas consecuencias ya las estamos sufriendo y son muy graves; pero claro nadie quiere reconocer a qué son debidas aunque cada vez son mas evidentes. Porque reconocer esto ya sería un ejercicio de fe...; preferimos creernos cualquier otra explicación que se invente el listillo de turno.

miércoles, 16 de octubre de 2013

No se trata solo de Fe, sino de Caridad (2)

Podíamos seguir con nuestro ejemplo de la entrada anterior y repasar las diferentes actitudes con las que se puede encontrar nuestro "camarero celestial".

Podríamos encontrarnos con quien responde con grosería y malas palabras (¿blasfemias?) a las atenciones recibidas; quien nunca está contento con el servicio recibido y exige a gritos algo más y mejor. Por supuesto, esta es una actitud que cualquiera rechazaría.

También habría quien se comportase con absoluta indiferencia; algunos ni siquiera se da cuenta de que eso que se esta tomando lo ha preparado una persona, no una máquina; que todo lo que les rodea se lo deben a Alguien... Serían los ateos...

Por supuesto, una gran mayoría -como en el ejemplo de la entrada anterior-, se comportaría con agradecimiento e incluso dejando propina...; quizá  algunas oraciones. Reconocemos lo bueno que recibimos y consideramos que con nuestra respuesta cortés, compensamos sobradamente los esfuerzos de nuestro camarero celestial. Es más, después de la propina, es él quien nos tiene que estar agradecidos. Son las personas creyentes, que consideran que con rezar de vez en cuando a su Creador y asistir a algunos actos piadosos, han cumplido...

Pero la manera correcta de comportarse con quien tantas atenciones tiene constantemente con nosotros debe ir mucho más allá: tenemos que mirar a los ojos al divino camarero, para establecer una comunicación interpersonal, de corazón a corazón, reconociéndonos mutuamente los sentimientos; y entonces el agradecimiento y la propina ya no están fuera de lugar, porque se dirigen a la persona, con afecto..., no le estamos comprando, sino compartiendo...

Por supuesto, existe una respuesta perfecta: la de aquél que también se enamora del Amor, lo deja todo y se entrega...

De verdad, ¿no sientes curiosidad por conocer al divino camarero, que tantas molestias se ha tomado por ti?

domingo, 13 de octubre de 2013

No se trata sólo de Fe, sino de Caridad

Entra una mujer hermosa en la cafetería para su desayuno matutino; y el camarero que está perdidamente enamorado de ella, la atiende con mimo: le prepara ese café con leche en el punto y la temperatura que le gusta, le tuesta el pan por los dos lados, sin quemarlo, con la mantequilla necesaria para que esté crujiente, pero no grasiento,y se lo acompaña con esa mermelada especial que a ella tanto le gusta, pero que está fuera del precio del desayuno ordinario. Y, por supuesto, se lo pone todo rápido y con una sonrisa.
Ella, que es una buena mujer, no olvida agradecer la eficacia de ese camarero tan servicial. Realmente está encantada con que él recuerde sus gustos y la atienda tan bien y rápido; y no olvida dejar cada día una buena propina: es de bien nacidos estar agradecidos.
Él, espera a que ella haya salido de la cafetería para recoger su desayuno y llevarse con cierta amargura la propina. Porque él no actúa así por mera eficacia -que también tiene con otros clientes-, ni por el interés de la propina -que sí tiene cuando se trata de otros clientes-, sino porque está enamorado de ella. Y lo que espera no es su agradecimiento ni su propina; lo que él quiere es una sonrisa, una muestra de cariño, de correspondencia al amor que tiene.
Pero claro, no se puede corresponder a un amor que se ignora; y nuestro camarero seguirá pacientemente esperando día tras día...
Cuantas veces, en nuestro trato con Dios -que es el camarero que nos mima porque nos ama- somos como esa clienta: creemos en Dios, admiramos su obra, agradecemos su providencia, incluso le rezamos algunas veces a modo de propina...; pero no le amamos...
Y es que tenemos que fijarnos más en que Dios, que es Dios -y no un mero camarero- se rebaja a mimarnos y mendigar nuestro cariño porque nos ama, no por eficacia ni por preservar su Creación... Nos ama más de lo que nunca podremos imaginar; y, por supuesto, mucho más de lo que nosotros nos amamos a nosotros mismos...
Cristo no se dejó crucificar para redimir al género humano y restablecer nuestra relación con Dios -esto lo podría haber hecho de forma mucho más sencilla-. Cristo se encarnó y se dejó crucificar porque nos ama con locura... Y hasta que no seamos consientes de esto, ni nos habremos enterado de lo que es el Cristianismo ni podremos corresponder a ese amor...

Y nuestro camarero celestial seguirá pacientemente esperando a que descubramos que nos mima, no por la propina ni el agradecimiento, sino porque está locamente enamorado de nosotros...