lunes, 21 de octubre de 2013

Lumen Fidei (2)

Nos aclara el Papa en su encíclica que la luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. A veces pretendemos que la linterna de la fe ilumine la totalidad del campo, cuando sólo podrá iluminar el sendero por el que vamos, que es lo realmente necesario. Quizá en estos casos lo que pretendemos no es tanto iluminar nuestra vida, sino más bien saciar nuestra curiosidad; y lo absurdo es que como no lo logramos, apagamos la linterna como si fuese inútil... ¡y entonces nos quedamos totalmente a oscuras! 

Sí, eso hacemos cada vez que prescindimos de la Fe porque ésta no nos lo explica todo: renunciamos incluso a eso que sí nos explica.

El Papa nos pone un ejemplo del actuar de Cristo en nuestra vida: al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb 12,2).

Porque bien sabemos todos que en los momentos de dolor, no queremos explicaciones, sino compañía...

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