jueves, 30 de agosto de 2012

El cristianismo no es un libro ni una moral.


Nuestra fe no es un libro, cuyas enseñanzas hay que seguir como un reglamento de vida; ni es una moral estricta, que debemos obedecer para no vernos excluidos de nuestra iglesia. Nuestra fe es una persona a la que debemos amar e imitar, en lo posible. Si cumpliésemos perfectamente la moral cristiana, pero lo hiciésemos por una especie de prurito humanista, sin referirlo al amor de Cristo, entonces seríamos naturalezas humanas cuasi-perfectas, pero no seríamos cristianos. Y digo cuasi-perfectas, porque la dimensión más importante del hombre, su relación con su Dios creador, no se vería realizada.

Dios no espera de nosotros tanto la perfección de nuestra naturaleza –si así fuese, nos habría creado infalibles-, cuanto que busquemos esa perfección por amor a él; y que sea este amor el que después le tengamos eternamente, compartiendo su gloria y su felicidad.

Cuánta gente se ha quedado estancada en la Ley mosaica en vez de evolucionar hasta el Cristianismo; y lo peor no es que ellos se pierdan la mejor parte de su fe, sino que la enseñan así a los demás…

¡Claro!, que obras son amores y no buenas razones…: por amor a Él lo intentamos una y otra vez, levantándonos cada vez que caemos.

martes, 28 de agosto de 2012

Pero, ¿y Cristo?


El Cristianismo es la religión enseñada por Cristo: luego es mucho más que la creencia en un Dios creador y Padre de todos nosotros. Y es precisamente este “plus” lo que diferencia al Cristianismo de las otras dos grandes religiones monoteístas, el Judaísmo y el Islamismo.

¿Cuál es esa diferencia?

Pues la fe cristiana nos dice que el hombre se rebeló contra Dios; y que Éste nos demostró su amor enviando a su Hijo-Dios a redimirnos, en un acto de amor supremo. Por tanto, los Cristianos no sólo creemos en Dios Padre, sino que sabemos que nos ama como a hijos únicos y que nos quiere junto a Él, compartiendo su gloria, por todo la eternidad; como cualquier padre quisiera disfrutar para siempre de sus hijos.

¿Cómo puede Cristo pagar por nuestros pecados, si Él no fue pecador? Hay quien ve en esto una especie de injusticia divina: el inocente paga por el pecador. Pero C S Lewis nos da una clave muy interesante: el que paga no lo hace como inocente, sino porque es el único que tiene posibilidad de saldar la deuda. Así visto no hay injusticia, sino generosidad: el rico paga la deuda que el pobre no puede devolver. El hombre no puede satisfacer por una ofensa hecha a Dios; pero un Dios-Hombre sí puede hacerlo. Y esto es lo que hizo Cristo: compartir nuestra naturaleza humana y morir para vencer a la muerte definitivamente en nuestro favor.

Para adherirnos a esta condonación universal de deudas, simplemente tenemos  que hacer una cosa: reconocer nuestra deuda y arrepentirnos de ella. Ojalá loa bancos actuasen igual: perdonar las deudas sólo por reconocerlas.

Cristo, de paso, nos enseñó unas cuantas cosas sobre cómo vivir esta vida pasajera lo más cerca posible de Él y de los hermanos, alcanzando el máximo de felicidad que aquí pueda alcanzarse. Por cierto, su concepto de felicidad (bienaventuranza) no coincide con nuestra ambición de placer, poder y poseer, sino más bien con la humildad, el desprendimiento y el amor generoso.

domingo, 26 de agosto de 2012

¿Consiente Dios el mal?


Entonces, ¿por qué Dios consiente la ausencia de bien, es decir lo que llamamos el mal?

Seguiremos dando vueltas a lo mismo, ya que para muchas personas esto es muy importante; y tratemos de recapitular.

Lo primero es repetir que el mal no existe, ni siquiera como intención: nadie busca el mal en sí mismo, sino que “los malos” –o nosotros, cuando hacemos el mal- buscan su propio bien –placer, poder o poseer; todas cosas buenas en su justa medida-, lo que ocurre es que lo buscan de una manera equivocada, que puede perjudicar a los demás y dejarles sin el bien que les es propio.

Lo segundo es que no debemos exigirle a Dios razones o explicaciones que coincidan con las nuestras, sino todo lo contrario. Somos nosotros los que debemos adecuar nuestros razonamientos a la realidad que comprobamos. Por tanto, si Dios ha consentido este estado de cosas, será porque es el mejor de los mundos posibles, aunque ante algunas barbaridades –recuérdense los crímenes masivos del comunismo o del nazismo- nos cueste aceptarlo. Y mucho menos llegar a esa conclusión absurda de que porque en ocasiones se aprecia la ausencia del Bien, entonces es que éste no existe nunca. Si apreciamos la ausencia del Bien es precisamente porque comprobamos su existencia en otros muchos casos.

Y en tercer lugar, sí podemos tratar de entender las razones que llevaron a Dios a crear un mundo así. Y la explicación más plausible que se me ocurre es que Dios nos quiso crear libres; es decir, con la potencialidad de hacer el bien o de no hacerlo. Y, ¿por qué nos quiso crear con la posibilidad de no hacer el bien? Pues porque es la única forma de que cuando hagamos el bien eso tenga algún mérito, pueda satisfacer a Dios. Como nos explica C S Lewis, si Dios hubiese creado un mundo de marionetas que sólo hiciesen lo que Él provocase moviendo los hilos, ¿qué satisfacción le podría producir el movimiento de éstas?

Dios es amor, y sólo el amor le puede producir esa satisfacción; y el amor es la más clara manifestación de la libertad.

viernes, 24 de agosto de 2012

Pero, ¿hay uno malo?


Dios es el bien y su ausencia es el mal; pero todos hemos sentido la acción de “algo” malo, que nos incita –incluso cuando queremos hacer el bien- a hacer el mal.

En época de san Agustín, este dualismo bien-mal se llamó maniqueísmo y se llevó al extremo de considerar que existían dos poderes en igualdad de condiciones y constante lucha: el bueno y el malo.

Pero esta falacia se desmonta fácilmente, como nos dice C S Lewis: si existen esos dos principios en igualdad de condiciones, entonces ¿por qué llamamos a uno bueno y a otro malo? ¿No deberían ser los dos buenos, aunque con diferentes objetivos? ¿Con qué los comparamos para decir que el mal es negativo y el bien positivo? Pues está muy claro: todo lo que ayuda a la Creación a mejorar y al hombre a realizarse -la Ley Natural- es lo que consideramos bueno; y a lo contrario lo consideramos malo.

Entonces, el Poder Bueno es el Creador y superior al poder malo, que se limita a tratar de deshacer esa creación: no están en igualdad de condiciones. Pero, ¿quién ha creado a ese poder malo, que tanto nos instiga? Pues sólo ha podido ser creado por el Creador de todas las cosas: Dios, el poder bueno.

Es decir, ¿Dios creó algo malo?

No, no y no. Por dos razones: la Bondad absoluta no puede crear nada malo; además, el mal no existe como tal, es simplemente la ausencia de Dios. Dios creó seres buenos, pero libres; y algunos voluntariamente se separaron de Él –¡non serviam!, ¡no serviré!- y esto les “volvió” malos. Como Dios es amor, su ausencia sólo puede se odio; y este odio lleva a revelarse contra el Creador y a tentar a los demás a hacer lo mismo.

Es curioso, pero así explicado, el “cuento” cristiano sobre el demonio no parece un cuento, sino algo que todos experimentamos a diario; al menos yo…

miércoles, 22 de agosto de 2012

Los panteistas


Existen otros no ateos que en la práctica también niegan la existencia de un Dios personal. Son  los panteístas, esos creyentes en la identidad entre el universo y Dios. En realidad confunden la obra con su Creador. Y, ¿cuáles son las consecuencias de esta postura? Pues un dios que crea el universo y al hombre; pero después se olvida de ellos, dejando que evolucionen según las leyes de la naturaleza o la casualidad. Es esta una postura muy cómoda, ya que nos permite tener un Dios creador a quien acudir para calmar nuestras ansias de trascendencia; pero no nos impone la obligación de mantener alguna moral concreta.

Y esto es lo que explica que, por ejemplo, los hindúes, puedan compatibilizar la existencia de un ser superior con sus teorías sobre las castas, que les permite convivir con los más desheredados sin sentir la obligación de asistirlos. Basta darse una vuelta por algunas de las populosas ciudades indias para entender lo que estoy explicando.

Y no es casualidad que quien se dedicó en cuerpo y alma a esos desheredados fuese una cristiana –la beata Teresa de Calcuta-, que, además, lo hacía por “amor a Cristo”.

lunes, 20 de agosto de 2012

¿Puede haber mal, si hay Dios?


Algunos ateos se escudan en que no puede haber un Dios todo poderoso si el mundo está lleno de injusticias y violencias; y efectivamente, en lo segundo tienen razón: el mundo puede ser muy injusto…

Pero de lo que no se dan cuenta es que ellos pueden apreciar la maldad del mundo –de la que por supuesto participan, como participamos todos- porque la contraponen a otro mundo posible, a un mundo justo y pacífico que hubiese sido creado por el Dios que ellos rechazan. Pero si los ateos no tuviesen esa idea de un Dios bueno, si este Dios no existiese al menos en su mente, en su conciencia, entonces el mundo no les parecería malo, simplemente lo verían como realmente es. Es precisamente porque existe Dios, por lo que los ateos pueden quejarse y negarlo…

Y es que la cuestión no es si Dios es compatible con el mal del mundo -que ya hemos dicho que sí-; la cuestión es por qué Dios lo consiente. Y la respuesta es también la que ya hemos dicho en entradas anteriores: Dios que crea sólo el bien, consiente el mal para dar la oportunidad al hombre de arrepentirse; en definitiva, es su muestra de amor al hombre y su oportunidad para ser amado por él.

No, el mal no demuestra la inexistencia de Dios, sino sólo su “ausencia”: el mal es lo que queda cuando negamos a Dios y su Ley.  

domingo, 19 de agosto de 2012

Un Dios empeñado en que le queramos


He pasado directamente de hablar de la Ley Natural a hablar del Dios de los cristianos: ¿no es un gran salto?

Pues creo que no es un salto, sino una consecuencia lógica. Si existen dos pruebas de la existencia de Dios –una material, el universo creado; otra espiritual, la libertad moral del hombre-, ambas encajan con la definición cristiana de Dios: un ser superior personal que lo crea todo y busca la salvación del hombre. Porque podría haber un Dios creador que no se preocupase de sus criaturas –el dios de los deístas-; o un dios justiciero que se limitase a eliminar todo error en su creación, incluido el error humano –sería algo parecido a los dioses paganos, a quienes se eles suponía con las mismas virtudes y errores humanos.

Pero un Dios que crea y se preocupa tanto pos sus criaturas que es capaz de modificar su plan inicial para lograr la salvación del hombre y que éste llegue a querer amarle –que es en definitiva lo más que un hombre puede llegar a hacer-, para así tener una excusa para poder admitirlo en su compañía el resto de la eternidad, un Dios así sólo existe en el Cristianismo.

Y si no hubiese otra prueba, me bastaría con esta para saber que el Cristianismo es la religión verdadera revelada por Dios; y más que revelada, traída a la Tierra por Dios mismo, en la persona de su Hijo.

sábado, 18 de agosto de 2012

Un dilema y una paradoja


Pero una religión así plantea un dilema y una paradoja. Si Dios creó la Ley Natural para regular el correcto comportamiento del hombre, será porque quiere que dicha norma se cumpla; pero como el hombre  no puede cumplirla siempre, seguramente se verá rechazado por ese Dios. Y si no es así, entonces es que Dios ha decidido rechazar su Ley. Este es el dilema: ¿quiere Dios el bien; o quiere Dios al hombre?

La paradoja es que Cristo vino a la tierra para salvar al hombre pecador, pero predicó un mensaje de perfección; exigía la plena bondad, pero se rodeó de pecadores.

Quizá haya una explicación mucho más sencilla de lo que parece. Dios crea la Ley Natural para el bien del hombre, que es lo que siempre busca. Con su Ley, le indica el camino correcto al hombre, pero Dios nunca antepone los medios al fin; y si el hombre no sigue ese camino, Dios no le vuelve la espalda. Muy al contrario, se interesa más que nada por la «oveja perdida» (Mt 18, 12-14), y «hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por cien justos» (Lc 15, 7). Si Dios creó al hombre por amor, ¿no va a buscar hasta la menor oportunidad de obtener ese amor?

Siendo Dios amor, no podía ser de otro modo: la Ley está al servicio del hombre, no el hombre al servicio de la Ley (ver Mc 2, 23-28)…).

jueves, 16 de agosto de 2012

Una ley para pecadores

Decía hace unas entradas que el hombre actual se jacta de no arrepentirse de nada; y esto es lo que más le separa del Cristianismo y de Dios: su autosuficiencia. Porque si Cristo vino a la tierra para alguien fue para los pecadores. Esta idea, que a muchos les pudiese resultar escandalosa, ya que el Cristianismo busca la perfección humana –como lo hace la Ley natural-, no es mía, sino de su Fundador. Sí, el Cristianismo es una religión para pecadores; y de hecho está fundada por aquél que vino a librarnos del pecado: «no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Lc 5, 27-32…). Los fariseos, aquellos que consideraban que no tenían que ser salvados, esos no entendieron ni jota del mensaje evangélico.

Qué absurda es la postura de los cristianos que rechazan evangelizar a los pecadores, precisamente por su condición de pecadores. Con un criterio así, Cristo no se hubiese molestado en encarnarse. No, el mensaje evangélico está destinado a todos, incluso a aquellos que creen que no les concierne, los que no tienen nada de qué arrepentirse, porque estos son los que más lo necesitan. Y habrá que llegar a ellos no con moralismos, en los que no creen, sino con la caridad que todo lo puede.
Una vez abierto el corazón de un hombre, es muy fácil que abra su mente.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¿Es un invento humano?

¿Es la Ley Natural un invento o descubrimiento humano? No, la Ley Natural es algo muy distinto que la antropología o la sociología, que estudian el comportamiento humano como es.
Podría ser un descubrimiento humano si la Ley Natural nos dijese cómo se comportan los hombres, lo mismo que la Ley de la Gravedad nos dice cómo se comportan los objetos pesados en libertad. Pero la Moral no nos dice cómo se comportan, sino cómo deberían comportarse; y constatamos contantemente que los hombres en general se comportan bastante distinto de cómo debieran; incluso los mejores, nunca cumplen completamente la norma moral. Entonces no es un descubrimiento de cómo nos comportamos…
También podría ser un invento del hombre –o de algunos hombres: los civilizados, por ejemplo- si la Ley Natural nos dijese lo que nos resulta más conveniente en cada circunstancia. Pero esto tampoco es así. Hay veces que nos conviene el mal, aunque sepamos que es malo. El ejemplo que pone C S Lewis es el del traidor: sabemos que es un gusano para con su patria, pero lo utilizamos en nuestro provecho. Otras veces no consideramos malo aquello que nos contraría, porque tenemos en cuenta la intención del que lo hace: si me tropiezo con alguien accidentalmente, no consideraré que ha actuado mal, aunque me cause un daño. Y, por el contrario, si alguien trata de ponerme una zancadilla, le consideraré malo, aunque no lo logre. Con este otro ejemplo, Lewis pone de manifiesto que la Ley Natural no es cuestión de daños ni provechos, ni siquiera de hechos, sino de intenciones: la Ley Natural nos pide que “queramos” hacer lo que es bueno y evitar lo que es malo…
No, la Ley Natural no es del hombre, le supera y le dirige…: sólo puede haber sido promulgada por Aquél que “inventó” al hombre, que es quien mejor le conoce…

martes, 14 de agosto de 2012

Lo bueno y lo malo

Ya dentro del colectivo que sí creen en una moral objetiva, se debe evitar un error que pone de manifiesto C S Lewis: considerar que hay cosas siempre buenas y cosas siempre malas. Por supuesto que hay actos intrínsecamente malos que no están justificados nunca; pero ahora no quería referirme a la filosofía moral, sino a la práctica cotidiana.
Este error se plasma de dos formas: la obsesión o el fanatismo (hoy suele llamarse fundamentalismo) que considera algunos actos -en sí mismo buenos- como prioritarios cualesquiera que sean las circunstancias; sin caer en la cuenta de que en determinados casos esa conducta puede ser gravemente errónea. Un ejemplo es el de aquél que antepone la norma a la caridad cristiana, la forma al fondo…
En el otro extremo están los que consideran que algunos actos son malos y deberían evitarse, aunque sean funciones que el mismo Dios ha creado. Y ahora caemos en el puritanismo, habitualmente el puritanismo sexual. Y es que no hay nada creado por Dios que sea intrínsecamente mal; todo lo creado es bueno, aunque deba evitarse en algunas circunstancias. El placer sexual que es bueno y necesario para los esposos, debe evitarse entre los solteros.
Y estos errores se dan por llevar al límite el hecho de que algunos sentimientos se deben generalmente fomentar; y otros habitualmente se deberán reprimir, salvo que se den las circunstancias adecuadas. Pero esto no los convierte a unos en siempre buenos ni a otros en siempre malos.

Esta es una de las maravillas del Cristianismo, que tan frecuentemente conjuga los extremos: reprueba el pecado; pero acepta siempre al pecador.

domingo, 12 de agosto de 2012

Las dificultades

El hombre es pecador porque la Ley Natural que está impresa en su corazón es precisamente eso, una Ley que hay que cumplir, no un deseo del bien que nazca espontáneamente; y mucho menos desde que el hombre cayó en el pecado. ¿qué significa todo esto? Pues está muy claro: la Ley Natural nos dice qué es lo que tenemos que hacer, nos apetezca o no. Pero como muy frecuentemente no nos apetece, entonces usamos nuestra libre voluntad para hacer lo contrario de lo que sabemos que deberíamos hacer; e inmediatamente buscamos excusas para justificar nuestra conducta errónea.
Ya sé que está de moda decir que uno no se arrepiente de nada. Pero esta postura es muy hipócrita, porque cuando son los demás los que nos hacen a nosotros eso que no queremos que nos hagan, entonces sí les exigimos que se disculpen y reparen el mal que nos hicieron. Pero, si el hombre no está regido por una Ley y no debe arrepentirse de nada, ¿con qué derecho pido yo a los demás que se disculpen? ¿No es esa la postura del niñato egoísta que aplica distinto rasero a sí mismo y a los demás?

Yo creo que debemos arrepentirnos cada vez que transgredimos la Ley; y que debemos tratar de no creernos nuestras propias excusas, para así poder transgredirla cada vez menos. Esto es lo que llamamos virtud (hábito bueno adquirido con la práctica): la costumbre de que nos apetezca con frecuencia aquello que sabemos es lo que debemos hacer.
Pero nunca como ahora el hombre –ese hombre que tanto desprecia la moral y de la virtud- había exigido que se le hiciese justicia… los demás a él, ¡claro!

viernes, 10 de agosto de 2012

Las excusas

La Naturaleza y el hombre –como parte de ella- está sometida a muchas leyes que la rigen: desde la ley de la gravedad hasta las leyes de la genética. Pero la que llamamos Ley Natural tiene una diferencia muy importante con respecto a las demás leyes de la naturaleza: aquella es de voluntario seguimiento. Efectivamente, a diferencia de las leyes físicas, que son ineludibles, la Ley Natural puede ser rechazada a simple voluntad del hombre. Esto no significa que la transgresión de la Ley Natural no tenga consecuencias negativas, sino que simplemente el hombre puede arrostrar esas consecuencias –consciente o inconscientemente- con un simple acto de su voluntad.

Este aspecto de las consecuencias no siempre es tenido en cuenta. Si nos lanzamos al vacío, sabemos con absoluta certeza que caeremos y nos haremos un grave daño. Pero cuando transgredimos la Ley de la Naturaleza, no solemos plantearnos los males que eso nos deparará; e incluso, muchos niegan que dichos males existan.
Pero si la Ley Natural no existiese o no comportase ningún mal su violación, entonces ¿por qué nos excusamos tanto cuando no la seguimos? Este es un detalle que C. S. Lewis resalta en su libro: nadie se jacta de ser un cobarde, un ladrón, un mentiroso o un depravado sexual; y cuando nos descubren en alguna de estas faltas, entonces buscamos excusas y circunstancias absolutorias para nuestra conducta. Pero si no hay un modelo de conducta, ¿por qué excusarnos de nuestra conducta?
Todo esto pone de manifiesto que una cosa es que a todos nos cueste ser buenos siempre; pero que aún así, consideramos que cada uno de nuestros fallos es reprobable. Y esto lo ha recogido muy bien el Cristianismo: predica la perfección moral; pero perdona siempre a todos con el simple requisito de arrepentirse, de reconocer el error. Esta maravilla, que no existe en ninguna otra religión o regla colectiva del mundo, sólo podía ocurrírsele a un Dios que conociese perfectamente la naturaleza humana.

Y todavía hay quien desprecia nuestro sacramento de la confesión.  

miércoles, 8 de agosto de 2012

La Ley Natural

Ya he hablado anteriormente de la Ley Natural, como conjunto de normas que regulan –o deberían regular- la conducta humana. Hoy en día está totalmente rechazada la existencia de tal Ley Natural (eterna, universal e inmutable); y se deja la conducta de cada uno a su libre albedrío, juzgándola, en todo caso, según las circunstancias concretas del momento. Pues bien, Lewis, en su libro “Mero Cristianismo” (publicado en 1942), ya nos demostraba que en el fondo, incluso los que reniegan de la existencia de una Ley moral para el hombre, la están aplicando y exigiendo a cada momento. ¿Es que estos mismos hombres no exigen que se les trate con Justicia? Y, si no existiese una Ley Natural, ¿qué significado tendría exigir Justicia a quien obra buscando sólo su progreso?

Y por poner un ejemplo más positivo: ¿es que estos hombres no saben valorar la generosidad ajena? ¿No aprecian un acto de amor? ¿No prefieren a los filantrópicos antes que a los egoístas? ¿No rechazan la mentira y la hipocresía –de la que tanto nos acusan, a veces con razón, a los católicos?
Es decir, los que no creen en la existencia de una Ley Natural que debiese regular la conducta humana, sí tienen un modelo de conducta humana y valoran positivamente a los que se ajustan a ese modelo y rechazan a los que se apartan de él.
Y me pregunto: ¿no es ese modelo de conducta la Ley Natural?

Nueva vuelta

De nuevo vuelvo con mis comentarios, después de una prolongada temporada de problemas personales y mucho trabajo –gracias a Dios, en una España en crisis, todavía tengo trabajo.

Y vuelvo para comenzar una serie de comentarios del libro de Clive Staples LewisMero Cristianismo”: una recopilación de temas sobre lo que constituye la base de nuestra creencia, que, aunque se escribieron hace muchos años, son de rabiosa actualidad para explicar nuestra religión a creyentes y no creyentes.