Existen otros no ateos que en la práctica
también niegan la existencia de un Dios personal. Son los panteístas, esos creyentes en la
identidad entre el universo y Dios. En realidad confunden la obra con su Creador.
Y, ¿cuáles son las consecuencias de esta postura? Pues un dios que crea el
universo y al hombre; pero después se olvida de ellos, dejando que evolucionen
según las leyes de la naturaleza o la casualidad. Es esta una postura muy
cómoda, ya que nos permite tener un Dios creador a quien acudir para calmar
nuestras ansias de trascendencia; pero no nos impone la obligación de mantener
alguna moral concreta.
Y esto es lo que explica que, por
ejemplo, los hindúes, puedan compatibilizar la existencia de un ser superior
con sus teorías sobre las castas, que les permite convivir con los más
desheredados sin sentir la obligación de asistirlos. Basta darse una vuelta por
algunas de las populosas ciudades indias para entender lo que estoy explicando.
Y no es casualidad que quien se dedicó en
cuerpo y alma a esos desheredados fuese una cristiana –la beata Teresa de
Calcuta-, que, además, lo hacía por “amor a Cristo”.
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