sábado, 18 de agosto de 2012

Un dilema y una paradoja


Pero una religión así plantea un dilema y una paradoja. Si Dios creó la Ley Natural para regular el correcto comportamiento del hombre, será porque quiere que dicha norma se cumpla; pero como el hombre  no puede cumplirla siempre, seguramente se verá rechazado por ese Dios. Y si no es así, entonces es que Dios ha decidido rechazar su Ley. Este es el dilema: ¿quiere Dios el bien; o quiere Dios al hombre?

La paradoja es que Cristo vino a la tierra para salvar al hombre pecador, pero predicó un mensaje de perfección; exigía la plena bondad, pero se rodeó de pecadores.

Quizá haya una explicación mucho más sencilla de lo que parece. Dios crea la Ley Natural para el bien del hombre, que es lo que siempre busca. Con su Ley, le indica el camino correcto al hombre, pero Dios nunca antepone los medios al fin; y si el hombre no sigue ese camino, Dios no le vuelve la espalda. Muy al contrario, se interesa más que nada por la «oveja perdida» (Mt 18, 12-14), y «hay más alegría en el cielo por un pecador arrepentido que por cien justos» (Lc 15, 7). Si Dios creó al hombre por amor, ¿no va a buscar hasta la menor oportunidad de obtener ese amor?

Siendo Dios amor, no podía ser de otro modo: la Ley está al servicio del hombre, no el hombre al servicio de la Ley (ver Mc 2, 23-28)…).

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