Podría ser un descubrimiento humano si la
Ley Natural nos dijese cómo se comportan los hombres, lo mismo que la Ley de la
Gravedad nos dice cómo se comportan los objetos pesados en libertad. Pero la
Moral no nos dice cómo se comportan, sino cómo deberían comportarse; y
constatamos contantemente que los hombres en general se comportan bastante
distinto de cómo debieran; incluso los mejores, nunca cumplen completamente la
norma moral. Entonces no es un descubrimiento de cómo nos comportamos…
También podría ser un invento del hombre
–o de algunos hombres: los civilizados, por ejemplo- si la Ley Natural nos
dijese lo que nos resulta más conveniente en cada circunstancia. Pero esto
tampoco es así. Hay veces que nos conviene el mal, aunque sepamos que es malo.
El ejemplo que pone C S Lewis es el del traidor: sabemos que es un gusano para
con su patria, pero lo utilizamos en nuestro provecho. Otras veces no
consideramos malo aquello que nos contraría, porque tenemos en cuenta la
intención del que lo hace: si me tropiezo con alguien accidentalmente, no
consideraré que ha actuado mal, aunque me cause un daño. Y, por el contrario,
si alguien trata de ponerme una zancadilla, le consideraré malo, aunque no lo
logre. Con este otro ejemplo, Lewis pone de manifiesto que la Ley Natural no es
cuestión de daños ni provechos, ni siquiera de hechos, sino de intenciones: la
Ley Natural nos pide que “queramos”
hacer lo que es bueno y evitar lo que es malo…
No, la Ley Natural no es del hombre, le
supera y le dirige…: sólo puede haber sido promulgada por Aquél que “inventó” al hombre, que es quien mejor
le conoce…
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