jueves, 29 de julio de 2010

La esclavitud del sexo

Es alarmante la extensión que en la sociedad ha experimentado el vicio del sexo, en cualquiera de sus manifestaciones. Incluso en esta sociedad ultra-liberal, se llega a hablar de la sexo-adicción, como una enfermedad de la que es difícil salir.

Por desgracia, la propia Iglesia Católica no ha podido escapar a esta epidemia, en parte debido a la corriente de relativismo y relajación moral que se infiltró ya hace décadas. Cada vez son más frecuentes las noticias de conductas sexuales inmorales por parte de personas consagradas, incluso de abusos a menores. Parece como si la posesión del sexo fuese en nuestros días algo similar a las posesiones diabólicas que sufrían los contemporáneos de Jesús; y a quienes vino a liberar: los ciegos ven, los sordos oyen y los poseídos son liberados...


Por supuesto, también ahora nos puede liberar, solo es necesario acudir a Él con fe y determinación; en definitiva, la primera y casi única condición es querer liberarse.

jueves, 22 de julio de 2010

La Edad Media

Se dice que la Edad Media fue una época oscura, porque no hubo en ella especiales avances científicos; y la vida social del antiguo Imperio Romano se perdió. Pero este juicio adolece de simplificación y de la exclusión arbitraria de otros aspectos en los que la humanidad no estuvo a oscuras. Y es que se juzga desde nuestra pragmática mentalidad utilitarista: no hay más progreso que el progreso científico. Esta es la razón por la que la sociedad occidental está regresando alegremente a la pre-historia humana, pero ésta decadencia queda encubierta en medio de enormes progresos científicos. Y si lo vemos así, nuestra orgullosa sociedad es mucho más oscura (menos brillante), desde el punto de vista humano, que la más profunda Edad Media: nuestros avances científicos no nos han impedido perder el conocimiento del origen y el destino del hombre, incluso de la propia naturaleza humana y la de las principales instituciones naturales de la sociedad (la identidad sexual, el matrimonio, la familia); y, como una consecuencia inevitable, también se ha oscurecido totalmente el conocimiento del bien y del mal.

Es cierto que en la Edad Media no se produjeron importantes avances científicos, y que el derecho, la participación política, la vida ciudadana y ciertas artes y letras, sufrieron una importante paralización o retroceso. Pero no es menos cierto, que la vida espiritual vio un desarrollo como no lo había habido anteriormente; y que tenían muy clara la diferencia entre el bien y el mal (aunque no siempre escogiesen lo correcto, por supuesto). La filosofía y la teología siguieron desarrollándose y lograron rescatar y superar los planteamientos clásicos de griegos y romanos. El hombre tenía un perfecto conocimiento de su naturaleza y de la dependencia que tiene del ser: sabía que la realidad es muy tozuda, aunque no se quiera admitir.

Y en algunas habilidades se siguió prosperando: el arte religioso y la arquitectura (que desarrollo hasta el máximo el arco, la bóveda y la cúpula). Y la prueba de que durante ese periodo seguían latentes todas las potencialidades humanas es que se salió de él, se recuperaron todas las artes y habilidades anteriores y se superaron con creces. El error fue pensar que la recuperación de la potencialidad humana iba a permitirnos dominarlo todo, incluso la verdad y nuestras más profundas limitaciones naturales: el progreso científico nos despertó la ambición de ser como dioses sin contar con Dios; y este fue el comienzo del descarrío en el que nos encontramos.

Y es que, como ya he dicho en anteriores entradas, la única forma de ser realmente dioses es contando con Dios.

viernes, 9 de julio de 2010

¿Ciencia y antropología?

El hombre moderno se niega a aceptar una norma que no entiende, o un hecho que no puede comprobar. Y quizá para los asuntos terrenos sea una forma correcta de actuar. Pero ese criterio no sirve para los asuntos trascendentes, ni para la moral. Supeditar nuestra fe a los datos empíricos, o el cumplimiento del Decálogo a nuestro juicio racional, sería como la actitud del niño que se negase a obedecer los mandatos de su padre simplemente porque no los entiende o no le parecen justos.

Es bueno tratar de entender las razones de Dios, cuando nos impone una norma, ya que entendiéndola podremos cumplirla mejor; pero no debemos condicionar nuestra respuesta a dicho entendimiento. Nuestra motivación debe ser la voluntad de Dios, que siempre quiere que actuemos según la naturaleza de las cosas que Él mismo nos ha revelado: si no descubrimos el porqué, tenemos la seguridad de que Dios sí lo sabe.

Por esto, limitarnos a difundir una ciencia verdadera o una antropología cristiana, como medio para que el hombre adecue su conducta a su naturaleza, relegando a un segundo plano la revelación o la moral, es un camino equivocado para traer el Reino a la tierra. Si sólo conseguimos que se obedezca la Ley Natural después de haber demostrado que Dios estaba en lo correcto -pretensión que no deja de ser una insolencia-, no podremos traer el Reino en esa infinidad de aspectos que no sabemos razonar. Difundamos el mensaje de Cristo...; y la ciencia y la antropología llegarán por añadidura.

jueves, 8 de julio de 2010

El hambre de las almas

Los cristianos tenemos el alimento que puede saciar el hambre de todas las almas; y en vez de distribuirlo entre todos, lo tenemos retenido en almacenes húmedos, sin valorarlo como se merece y permitiendo que se corrompa.
No me estoy refiriendo ahora al hambre corporal (que sí tratamos de aliviar en la medida de nuestras posibilidades), sino al espiritual, que tenemos totalmente olvidado. Y tampoco me estoy refiriendo específicamente a la Eucaristía. Me refiero al mensaje evangélico que Cristo nos dijo que ensenásemos a todas las gentes.

Nos preocupamos mucho por mejorar las condiciones materiales de nuestros hermanos; y nos olvidamos de que lo principal para un cristiano es difundir el mensaje evangélico; lo otro, la ayuda material, bien la pueden proporcionar muchos filántropos aunque sus almas también pasen hambre. Pero la ayuda espiritual sólo la puede prestar quien antes la ha recibido y aceptado.

Escamotear a los demás el mensaje evangélico, la solución cristiana para el mal del hombre, es el mayor pecado del creyente. Y lo malo es que dejamos de difundir nuestro mensaje porque pensamos que sería ridículo proponer a un mundo pagano y materialista soluciones espirituales; y son precisamente éstas las que necesitan y están esperando de nosotros.

La Historia, y en definitiva Dios, nos juzgara por esta omisión que ha permitido el extravió de la humanidad.

lunes, 5 de julio de 2010

La Bisagra

El cuarto mandamiento es el más importante de la segunda parte del Decálogo, por delante de asuntos aparentemente más graves, como el asesinato, el robo o la fornicación.

Siempre he admitido la revelación sin cuestionarla; pero cuando no lo entiendo, trato de averiguar las "razones de Dios". Por supuesto, en esto hay algo de soberbia humana: exigimos entender para obedecer. No obstante, como yo no supedito mi obediencia al entendimiento, sino que busco éste "pro demás", Dios suele hacerme el favor de permitirme entenderlo.

Y recientemente escuche de una persona la explicación al cuarto mandamiento: es tan importante, porque es la bisagra que une la primera tabla del Decálogo (obligaciones para con Dios) con la segunda tabla (obligaciones para con los demás). Es decir, todo lo referente al matrimonio y la familia, es la clave para que la sociedad sea acorde a la naturaleza humana y, a la vez, sepa en la práctica cómo tratar a Dios.

Sin familia natural, ni somos humanos ni podemos entender lo divino. Por esto el enemigo (el malo) tiene tanto empeño en corromper la familia.

viernes, 2 de julio de 2010

No puedo tener todas las respuestas

Tengo una fe firme; pero no tengo todas las respuestas a los dilemas que dicha fe me pueda plantear en la vida diaria. Pero no tener todas las respuestas no significa que mi fe no sea correcta, sino que es precisamente eso: fe.

Si tuviéramos todas las respuestas, entonces no sería fe, sería certeza de conocimiento.

Que el conocimiento de las cosas más importantes (las de Dios y las del hombre) nos venga por la fe no significa tampoco que no sea verdadero. Ya he explicado en otras entradas que existen cuatro tipos de conocimiento: la fe, la evidencia, el razonamiento y el experimento. Los cuatro están sometidos a la misma posibilidad de error; pero en la fe ese error es de interpretación del hombre, ya que Dios no puede ni engañarse ni engañarnos.

Incluso las cosas que no conocemos, también son verdaderas. Por ejemplo, la ley de la gravedad actuaba plenamente antes de que Newton la formulase; y las leyes genéticas transmitían la herencia mucho antes de que Mendel las formulase... Porque el desconocimiento de algo no supone que eso no exista (que es el absurdo argumento que algunos ateos necios aducen: si no veo a Dios, Dios no existe).

Es un gran pecado de nuestra época pensar que aquello que no vemos, o lo que no comprendemos, o aquello a lo que no podemos encontrar una razón que lo justifique (una respuesta a nuestros interrogantes ), entonces no existe o está equivocado, como si fuese nuestra razón la que "crease" la verdad o la justicia.

Dios siempre tiene motivos y razones para actuar como actúa; pero no está obligado a revelarnos (o quizá sí nos las ha revelado; pero nosotros no las entendemos). Dios nos pide sólo fe y obediencia; no que le comprendamos con nuestra raquíticas mentes.

Y es seguro que premiará más nuestra fe ciega y nuestra obediencia, que nuestra inteligencia..., sobre todo si va acompañada de la soberbia.