jueves, 22 de julio de 2010

La Edad Media

Se dice que la Edad Media fue una época oscura, porque no hubo en ella especiales avances científicos; y la vida social del antiguo Imperio Romano se perdió. Pero este juicio adolece de simplificación y de la exclusión arbitraria de otros aspectos en los que la humanidad no estuvo a oscuras. Y es que se juzga desde nuestra pragmática mentalidad utilitarista: no hay más progreso que el progreso científico. Esta es la razón por la que la sociedad occidental está regresando alegremente a la pre-historia humana, pero ésta decadencia queda encubierta en medio de enormes progresos científicos. Y si lo vemos así, nuestra orgullosa sociedad es mucho más oscura (menos brillante), desde el punto de vista humano, que la más profunda Edad Media: nuestros avances científicos no nos han impedido perder el conocimiento del origen y el destino del hombre, incluso de la propia naturaleza humana y la de las principales instituciones naturales de la sociedad (la identidad sexual, el matrimonio, la familia); y, como una consecuencia inevitable, también se ha oscurecido totalmente el conocimiento del bien y del mal.

Es cierto que en la Edad Media no se produjeron importantes avances científicos, y que el derecho, la participación política, la vida ciudadana y ciertas artes y letras, sufrieron una importante paralización o retroceso. Pero no es menos cierto, que la vida espiritual vio un desarrollo como no lo había habido anteriormente; y que tenían muy clara la diferencia entre el bien y el mal (aunque no siempre escogiesen lo correcto, por supuesto). La filosofía y la teología siguieron desarrollándose y lograron rescatar y superar los planteamientos clásicos de griegos y romanos. El hombre tenía un perfecto conocimiento de su naturaleza y de la dependencia que tiene del ser: sabía que la realidad es muy tozuda, aunque no se quiera admitir.

Y en algunas habilidades se siguió prosperando: el arte religioso y la arquitectura (que desarrollo hasta el máximo el arco, la bóveda y la cúpula). Y la prueba de que durante ese periodo seguían latentes todas las potencialidades humanas es que se salió de él, se recuperaron todas las artes y habilidades anteriores y se superaron con creces. El error fue pensar que la recuperación de la potencialidad humana iba a permitirnos dominarlo todo, incluso la verdad y nuestras más profundas limitaciones naturales: el progreso científico nos despertó la ambición de ser como dioses sin contar con Dios; y este fue el comienzo del descarrío en el que nos encontramos.

Y es que, como ya he dicho en anteriores entradas, la única forma de ser realmente dioses es contando con Dios.

2 comentarios:

  1. Anónimo12:08 a. m.

    bien,mola,es muy acertado...mandaselo a algunos para que se enteren, parece que viven en otro mundo...

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