viernes, 2 de julio de 2010

No puedo tener todas las respuestas

Tengo una fe firme; pero no tengo todas las respuestas a los dilemas que dicha fe me pueda plantear en la vida diaria. Pero no tener todas las respuestas no significa que mi fe no sea correcta, sino que es precisamente eso: fe.

Si tuviéramos todas las respuestas, entonces no sería fe, sería certeza de conocimiento.

Que el conocimiento de las cosas más importantes (las de Dios y las del hombre) nos venga por la fe no significa tampoco que no sea verdadero. Ya he explicado en otras entradas que existen cuatro tipos de conocimiento: la fe, la evidencia, el razonamiento y el experimento. Los cuatro están sometidos a la misma posibilidad de error; pero en la fe ese error es de interpretación del hombre, ya que Dios no puede ni engañarse ni engañarnos.

Incluso las cosas que no conocemos, también son verdaderas. Por ejemplo, la ley de la gravedad actuaba plenamente antes de que Newton la formulase; y las leyes genéticas transmitían la herencia mucho antes de que Mendel las formulase... Porque el desconocimiento de algo no supone que eso no exista (que es el absurdo argumento que algunos ateos necios aducen: si no veo a Dios, Dios no existe).

Es un gran pecado de nuestra época pensar que aquello que no vemos, o lo que no comprendemos, o aquello a lo que no podemos encontrar una razón que lo justifique (una respuesta a nuestros interrogantes ), entonces no existe o está equivocado, como si fuese nuestra razón la que "crease" la verdad o la justicia.

Dios siempre tiene motivos y razones para actuar como actúa; pero no está obligado a revelarnos (o quizá sí nos las ha revelado; pero nosotros no las entendemos). Dios nos pide sólo fe y obediencia; no que le comprendamos con nuestra raquíticas mentes.

Y es seguro que premiará más nuestra fe ciega y nuestra obediencia, que nuestra inteligencia..., sobre todo si va acompañada de la soberbia.

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