jueves, 31 de enero de 2008

Los católicos y la política

Los católicos debemos participar en la vida publica por dos razones: por una parte, nuestra vocación es de servicio y éste es un servicio social; por otra, participar en la vida pública es un modo de transmitir el Evangelio de forma práctica. Pero ambas razones nos comprometen a participar de una forma específica: con espiritu de servicio y como modelo de vida evangélica. El católico que se apunta a la política no puede hacerlo como está al uso: más para servirse de ella, que para servir a los demás; y sus propuestas electorales tienen que basarse más en la búsqueda del bien común, que en el afán de ganar votos para perpetuarse en el poder.

En España estamos en pre-campaña electoral; pero vemos que ninguno de los partidos relevantes [los que tienen auténtica presencia social] cumple los anteriores requisitos: sin excepción, pretenden servirse de la política; y para conseguir los votos necesarios son capaces de cualquier cosa.

No obstante, hay católicos declarados entre los miembros relevantes de los partidos españoles; en algunos partidos, muy especialmente. Entonces ¿por qué no se cumplen en esos partidos los requisitos de servicio y bien común? Quiza sea porque la mayoría de los católicos, al poco de llegar al mundo de la politica, ya están más preocupados por los intereses de su partido que por los motivos que les llevaron a la política: ...si de todas formas no iba a conseguir cambiar nada, mejor que esté yo a que me sustituya un ateo..., se dicen. Esta es la falacia que les permite seguir en partidos e instituciones que atentan directamente contra su fe. Y esto es tremendamente falso, porque para hacer -o consentir- el mal es mejor que el responsable sea un ateo, a que sea una persona con etiqueta católica: porque el ateo, ni escandaliza ni compromete su fe; pero el católico que consiente con su voto y apoyo público ese mal, escandaliza y prostituye su Fe.

¿Cómo debe comportarse un político católico ante el actual panorama? Pues está muy claro: o actúa coherentemente con su fe, o se retira... aunque eso le cueste el puesto de trabajo.

¿Cómo debe comportarse un votante católico? Pues está igual de claro, buscando con su voto defender los valores evangélicos, o votando en blanco... aunque eso suponga la derrota del partido que más defiende su sintereses personales.

Por supuesto, estoy hablando de política; pero no es mi intención hacer política desde este blog, sino transmitir la Doctrina Social de la Iglesia al respecto.

miércoles, 9 de enero de 2008

Conocimiento científico

He leído que los científicos se sienten muy orgullosos de que el conocimiento científico es el mejor de cuantos tipos de conocimiento existen. Ignoro a qué otros tipos de conocimiento pueden referirse (intuición, tradición, Fe, ...); pero creo que el conocimiento científico no es tan científico como ellos creen.

Basan su orgullo profesional en que el conocimiento científico es el que más rápidamente cambia cuando cambian las evidencias en las que se soportaba, porque no son fanáticos que se aferran a una postura inamovible. Tengo que reconocer que en esto son muy honrados y sinceros: es verdad que en el momento en que cambian las evidencias, ellos cambian sus posturas; pero también es verdad que dichas evidencias cambian con demasiada frecuencia.

Y es que el conocimiento científico no se basa en algo absolutamente cierto e infalible; el conocimiento científico no es algo radicalmente exacto (salvo los resultados matemáticos). En la práctica totalidad de los casos, las conclusiones científicas (esas afirmaciones dogmáticas e irrefutables a las que nos tienen acostumbrados) se basan en su convencimiento -es decir, fe- de que los datos de los que disponen reflejan fielmente la realidad (la verdad, que diría un filósofo). En el fondo, la certeza científica se basa en la fe que ellos mismos tienen en sus métodos. Y, claro, cuando esa fe se ve truncada por un método o una evidencia distinta, la cambian inmediatamente. Y no les duelen prendas en decir que las afirmaciones dogmáticas e irrefutables que habían mantenido hasta ayer, hoy ya están equivocadas; y así afirman dogmática e irrefutablemente una nueva verdad eterna... ¡hasta nuevo cambio!

Esto es así porque ni la capacidad humana (que es muy limitada), ni el método científico (que se basa en la fe que el científico tiene de sí mismo) dan para más. Por lo tanto, no se les puede reprochar que las verdades científicas eternas sean simplemente temporales... y menos verdades y menos científicas de lo que nos gustaría.

Lo que sí se les debe reprochar es esa soberbia científica que les lleva a ridiculizar a los que basamos nuestro conocimiento en la Fe (Fe en Dios, no en el hombre)... y venimos manteniendo la misma Fe desde hace cuatro mil años, sin que nadie -con razonamientos de peso- nos haya podido disuadir de que estamos en lo cierto.

¡Ya es ridículo basar la soberbia científica en que cambian fácilmente de parecer!