domingo, 24 de diciembre de 2006

¡FELIZ NAVIDAD!

Sí, feliz Navidad; es decir, feliz Natividad del Señor.













Hoy conmemoramos el hecho más importante que jamás ocurrió en la Historia: el mismo Dios se hace hombre... y lo hace para salvarnos. Desde ese instante el rumbo de la humanidad cambió: ahora las riendas las lleva Dios... aunque nosotros sigamos sin entender "sus caminos"; y cada vez que acudimos a Él implorando "Señor, sálvanos que perecemos", Él sigue contestándonos: "todavía no tenéis fe".

Y es que todavía no nos creemos que, desde la primera Navidad, el rumbo de la humanidad no es otro que el de nuestra salvación... a pesar de los pesares... y a pesar de lo mal que puedan parecernos las cosas en nuestros días: el triunfo de Dios -el nuestro- está asegurado.

Lástima que, como celebramos esta importantísima conmemoración cada año, ya casi hemos olvidado que se trata del día más importante, junto con la Resurrección del Señor... y no por los turrones, las reuniones familiares ni los deseos de paz, sino porque ya nada puede torcer el buen rumbo de la humanidad... ni siquiera la torpeza y maldad humanas.

Por todo esto: ¡feliz Natividad del Señor!

lunes, 4 de diciembre de 2006

¿Qué es más razonable?

A los creyentes nos acompleja pensar que nuestra Fe no es razonable, que no podemos transmitir nuestros convencimientos a los demás si éstos no creen. Nada m´s lejos de la realidad.

En primer lugar la fe es una forma de conocimiento tan válida como cualquier otra... y diría que es la más habitual. ¿No es fe cuando me creo la información que me ofrece la prensa? ¿No es fe cuando me creo las afirmaciones científicas que no puedo entender por falta de conocimientos previos? ¿No es fe cuando me creo los datos históricos que otros me ofrecen; o los datos geográficos que leo en los atlas? ¿No es fe la del científico que admite el resultado pensando que ha realizado el experimento correctamente? Pues va a resultar que uso la fe para aceptar cualquier cosa; pero cuando se trata de Religión, ¡entonces exijo que me lo expliquen!

Por esto, quiero ahora comparar la postura social que ofrece mi Fe católica y la que ofrece la sociedad científica y plural, para ver qué es más razonable.

Qué es más razonable: el respeto a la vida -desde que ésta se concibe hasta que se pierde- que propugna el cristianismo, o la propuesta de eliminar al hijo no deseado símplemente por eso, porque no lo deseo... como si la vida de alguien pudiese depender de deseo de otro.


Qué es más razonable: la propuesta de amor hasta que la muerte nos separe, sobre la que se puede construir un matrimonio estable y feliz, o convertir el matrimonio en el único contrato que puede disolverse sin mediar explicación alguna.


Qué es más razonable: la propuesta cristiana de amarnos mutuamente como a nosotros mismos, o el liberalismo actual de hacer cada uno lo que le apetezca siempre que no perjudique a otro ... y cuando le perjudique -aborto, eutanasia, explotación, etc- ya buscaremos alguna excusa.

Qué es más razonable: el consejo evangélico de compartir lo que tenemos, o la solidaridad ONG de dar lo que nos sobra.

Qué es más razonable: el mandato bíblico de creced y multiplicaos y henchiz la Tierra, o la homosexualidad estéril dedicada a la satisfacción de los propios deseos.

Qué es más razonable: adorar al Dios que nos ha creado, o blasfemar contra un dios en el que ni siquiera se cree.

Qué es más razonable: afirmar que los Derechos Humanos son universales y afectan a todos los hombres porque Dios nos creó iguales; o afirmar que son derechos humanos porque así lo determinaron algunos hombres reunidos en la ONU.

Qué es más razonable: el mandato apostólico de amar a tu mujer como Cristo amó a su Iglesia (entregando la vida), o las leyes de violencia de género que enfrentan a los cónyuges.

Qué es más razonable: el ayuno evangélico para mantener el espíritu en forma y dar al que tiene hambre, o la dieta carísima para mantener la línea esbelta.
Qué es más razonable: retirarse a hacer un rato de oración y de paso dar gracias a Dios por todo lo que tenemos, o acudir a "la vidente" para que nos tome un poco el pelo y nos saque la perras. O qué es más razonable, acudir al confesor para pedir perdón a Dios de nuestras faltas, o acudir al psicólogo para que cambie nuestra forma de ser a 60euros la hora.

Qué es más razonable: el mandato Católico universal de ir y evangelizar a todas las gentes haciendo de todos discípulos de Cristo, o los absurdos regionalismos que nos dividen y enfrentan a muerte.

Qué es más razonable: controlar la propia actividad sexual por amor a Dios, o tener como dios al sexo.

...y no sigo porque sería una tarea inacabable...

¿Hay todavía quien se sienta acomplejado porque su Fe no es razonable?

Cultivar nuestra alma

Nuestra alma es como un campo: en esa tierra pueden crecer tanto los cardos y malas hierbas como las flores.
Si nos dedicásemos exclusivamente a arrancar las malas hierbas y cortar los cardos, tendríamos un terreno limpio, pero no un jardín. Si cultivamos flores preciosas, pero no eliminamos las malas hierbas, el jardín no podrá lucir.
El ideal es hacer ambas cosas: cultivar lo bonito y evitar los cardos.


Así pasa en nuestra alma, si sólo nos limitamos a evitar los pecados, tendremos un alma limpia; pero no hermosa. Por otra parte, pretender hacer obras buenas sin evitar el pecado sería un absurdo que nos llevaría a tener un alma aborrecible. Quizá la táctica más acorde con el mensaje evangélico sea cultivar activamente las obras buenas y estar atentos a eliminar las malas obras en cuanto aparezcan. Dedicarse obsesivamente a luchar contra el pecado no tendría sentido si, simultaneamente, no cultivamos las obras buenas.

Santa Teresa de Jesús explicaba cómo debe ser el cultivo del alma en una de sus memorias:


"Qué fácil resulta librar el combate entre el bien y el mal y decidirse a favor del bien; pero cuando nos debatimos interiormente entre el bien y lo que es un bien mejor, la situación es enteramente otra".

Nuestra preocupación debe situarse en el nivel de elegir entre los mejores bienes (cultivar las flores más hermosas), dando por descontado que rechazaremos el mal (arrancaremos los cardos) en cuanto se presente.


lunes, 27 de noviembre de 2006

Permanecer con Cristo

Siguiendo con el tema de la Eucaristía, no puedo quitarme de la cabeza la idea de que aquí está la clave de lo que está ocurriendo actualmente en "la fe católica" -por así llamarla, ya que Iglesia es un término que puede llevar a confusión-.

Cuando Jesús pronuncia el discurso eucarístico (capítulo 6º del evangelio de San Juan) no deja lugar a dudas sobre la importancia de lo que está anunciando: "... en verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que como mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí" (Jn 6, 53-57).


Jesús podría haber explicado a sus discípulos que se trataba de la transubstanciación del pan y el vino... pero prefirió exigirles un acto de fe absoluta en sus palabras: "Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla?" (Jn 6,60). "Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna..." (Jn 6, 66-69).
Y es que Jesús lo que nos pide constantemente es fe en Él, lo entendamos o no...

Desde el punto de vista humano no es comprensible que dejase marchar a tantos discípulos (incluso pregunta a sus apóstoles si también ellos quieren irse), simplemente porque no considera oportuno explicarles sus palabras... pero Jesús sabe muy bien lo que está haciendo: prefiere no tener discípulos a que éstos le sigan sin fe.

Y trasladando esta situación a nuestro tiempo, me pregunto si Jesús no prefiere que sus discípulos sigan marchándose de su lado antes que retenerles sin fe: todo aquél que no crea en la Eucaristía puede irse... aunque se quede sólo con otros doce y tenga que
volver a empezar.

Dando la vuelta a esta afirmación: si queremos permanecer en Cristo, tenemos que encontrarle en la Eucaristía.

Es lo más razonable... después de leer el capítulo 6 del evangelio de San Juan.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Nuestra Fe en la Eucaristía

Me empeño en este blog en conciliar Fe y razón, porque es bueno dar las razones de nuestra fe a los que no la comparten; y también a los que la comparten, para que éstos puedan explicarla a otros. Por ejemplo, uno de los aspectos más olvidados de estas razones es el hecho de que la moral social cristiana es el camino que los siglos han demostrado como mejor para obtener el bien común.
Pero este empeño en razonar no nos puede hacer olvidar que para un cristiano lo fundamental no es el entendimiento, sino la Fe... Dios no pide que le comprendamos, sino que confiemos en Él. Así lo ha demostrado durante toda la revelación... desde que Moisés en Meribá golpeó dos veces la roca, hasta el miedo de Pedro andando sobre las aguas (¿por qué has dudado, hombre de poca fe?).
Creo que en la actualidad Dios nos sigue pidiendo un signo de fe similar; fe absoluta en lo que no tiene ni puede tener ningún apoyo racional: la presencia real de Cristo en la Eucaristía (sacramento de nuestra Fe). De alguna manera, Dios quiere que su Iglesia renueve cada día esta Fe y la mantenga frente al mundo materialista, que no puede admitirla.
Parece como si supeditase a esta actitud el apoyo que de él necesitamos... y confirma esta sensación el hecho de que Juan Pablo II dedicase el que iba a ser su último año de pontificado precisamente a la Eucaristía.
Hasta que la Iglesia no recupere plenamente esta Fe con hechos públicos, seguiremos cerrados a recibir toda la gracia que Dios quiere e
nviarnos...

lunes, 13 de noviembre de 2006

¿Que es convertirse?

Ya he dicho que Medjugorje quizá sea el mayor centro espiritual del mundo, no por su producción intelectual o teológica -sus mensajes son muy sencillos-, sino por el número y la importancia de sus conversiones.

Pero, ¿qué es convertirse?... y aquí está la clave.

En Medjugorje los peregrinos no deciden hacer algo más relacionado con su fe, sino que cambian la idea misma de Fe. La oración, unida a esa inmensa Gracia de Dios que allí todo lo impregna, nos posibilita vernos a nosotros mismos con ojos de eternidad. No se trata de hacer más cosas externas, sino de transformarnos internamente, de modificar de raíz nuestra relación con Dios: depositar en Él toda nuestra confianza, basada en su omnipotencia, su sabiduría y su misericordia.

En esto consiste la auténtica conversión: en traspasar a Dios la dirección de nuestra vida; en la certeza de que será haciendo su voluntad como alcanzaremos la felicidad... primero aquí en la tierra y después eternamente en el Cielo. Recuerdo ahora un párrafo de Eugene Boylan (El Amor Supremo), que ya me impresionó la primera vez que lo leí... pero que ahora me parece especialmente actual:

"Nosotros tenemos nuestros propios planes para nuestra felicidad, y demasiado a menudo miramos a Dios simplemente como alguien que nos ayudará a realizarlos. El verdadero estado de las cosas es completamente al contrario. Dios tiene sus planes para nuestra felicidad, y está esperando que le ayudemos a realizarlos. Y quede bien claro que nosotros no podemos mejorar los planes de Dios."

Esto es lo que le lleva a Abraham a dejarlo todo y entregar incluso a su hijo amado... le lleva a San Mateo a dejar su negocio... a San Pablo a predicar a Aquél al que perseguía... y a la Madre Teresa de Calcuta a entregarse a los más pobres de entre los pobres... en contra de cualquier cálculo o razonamiento humano... abandonados a la llamada de Dios...

Lo demás no es conversión... es seguir empeñados en nuestro minúsculo plan y reducir a Dios al papel de simple colaborador nuestro.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

He estado en Medjugorje

Medjugorje es un pequeño pueblo de Bosnia, famoso porque desde hace 25 años seis videntes dicen que se les aparece la Virgen.



He estado allí con toda mi familia y la satisfacción que siento no podría ser más grande. No fui buscando morbo sobre apariciones de la Virgen, sino que fui a rezar en el que puede ser uno de los centros espirituales más importantes del mundo. Y, desde luego,... ¡he rezado como pocas veces en mi vida!; y también me he convertido, a pesar de que creía que ya era un buen fiel cristiano... Además, vuelvo con la seguridad de que la Virgen no es que se aparezca, ¡es que se ha instalado permanentemente en aquél lugar!

En Medjugorje la Gracia de Dios se nota como si fuese la niebla de Londres: en el momento en que uno se apea del autobús queda empapado; y con este "empape", a uno le da igual subir al Podbrdo rezando el rosario, subir al Krizevac rezando el Vía Crucis o asistir a la Oración Vespertina en la Parroquia de Santiago... todo es presencia de Dios, presencia de María.

Quizá lo más curioso es la normalidad con la que se vive todo esto, sin aspavientos ni alardes, rodeado de cientos de personas que también se sienten "empapados" en Gracia de Dios, escuchando frases en croata (que por supuesto no entiendo) que le llegan a uno al corazón... como si el "don de lenguas" le permitiese a nuestra alma entender el mensaje con independencia del idioma en el que lo escuchamos. Se puede hacer un acto penitencial en el comedor de la pensión y luego caminar en silencio por las calles hasta los confesonarios, sin que la ciudad nos distraiga de nuestra oración... porque todo allí lleva a la oración.

Parte de esta "normalidad" es que Filka -nuestra joven "guía turística"- se empeñase en enseñarnos a rezar y ayunar los miércoles y viernes... y, por supuesto, rezase y ayunase ella misma.

¿Son todo esto pequeños (o grandes) milagros?

Y también está el Oasis de la Paz, la Capilla de la Adoración... y la Comunidad del Cenáculo...
En el Cenáculo hemos conocido ex-drogadictos y ex-presidiarios con una categoría humana y espiritual excepcional... todo gracias a la "Cristo-terapia" (trabajo y oración, sin medicación alguna). Cuando un joven pasa en pocos años de la mayor degeneración (la droga) a la vocación al sacerdocio o las misiones... ¿es esto un milagro?

Y eso que no he podido
conocer las conversiones que los sacerdotes que nos acompañaban pudieron constatar desde el confesonario.

La Virgen no se aparece en Medjugorje todos los días... ¡VIVE ALLÍ!



http://medjugorje.hr.nt4.ims.hr/News.aspx

martes, 17 de octubre de 2006

Fe, Razón y Finanzas

Recientemente se ha firmado un acuerdo entre la Iglesia Católica y el Estado por el que se modificaba la aportación estatal a la financiación de la Iglesia. Según ha reconocido la propia Conferencia Episcopal, el acuerdo ha sido positivo y mantendrá un nivel de aportación del Estado similar al actual; pero con la ventaja de que ahora toda aportación vendrá respaldada por un contribuyente que habrá marcado la casilla correspondiente de su declaración de renta.

No obstante, la ciudadanía en general no entiende bien por qué el Estado -que es aconfesional- debe financiar a la Iglesia Católica. Aunque esta postura es un poco hipócrita (ya que nadie se pregunta por qué el Estado financia el cine, el deporte o a los homosexuales), creo que es conveniente estar bien informados para saber dar respuesta.

En primer lugar, se debe conocer que la financiación de la Iglesia la efectúan principalmente sus propios fieles, mediante sus aportaciones directas; la aportación del Estado, de unos 144 millones de euros anuales, sólo cubre entre el 20 y el 30% de los gastos. Ese importe que entrega el Estado, por indicación de un 33% de los contribuyentes que marcan su casilla en la declaración, se reparte entre 69 diócesis y 23.000 parroquias, por lo que queda muy distribuido (un millón de pesetas por parroquia y año). Esto permite que un Obispo cobre un sueldo de 864 euros al mes, y los sacerdotes entre 600 y 800, además de la cotización mínima a la Seguridad Social, sin derecho a baja ni paro por lo que cuando se jubilan cobran las pensiones mínimas. Como puede verse, ¡no será el sueldo lo que promueva vocaciones!

Las razones por las que el Estado debe ayudar a la Iglesia son muchísimas y de peso: enunciaré algunas para que podamos utilizarlas en debates domésticos.

El artículo 16.3 de nuestra Constitución dice: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La cooperación Iglesia-Estado no depende del Gobierno de turno, sino que es un mandato constitucional... el que la rechace, se sale de la Constitución.

En el siglo XIX, cuando la desamortización de Mendizábal, se expropiaron los bienes de la Iglesia sin compensación alguna: por lo tanto es de justicia que o se los devuelvan o se le ayude... al igual que se ha hecho con los sindicatos y otras organizaciones que, por cierto, no tienen entre todas juntas ni la mitad de "afiliados" que la Iglesia.

Si van a Misa unos 7 millones de fieles cada semana, ¿por qué no financiar esa "actividad" con los mismos impuestos que pagan esos fieles?... como se hace con el cine, el teatro o los deportes... que tienen muchos menos "espectadores". Debemos recordar que el Estado no da nada, simplemente reparte entre los ciudadanos el dinero que éstos han pagado con sus impuestos.
¿Cunto vale la aportación que la Iglesia con la enseñanza de su doctrina hace a la sociedad? El Decálogo (no robarás, no matarás, no cometerás adulterio, etc...) es la mejor manera de promover la estabilidad y paz social; sin la Iglesia Católica, la situación española estaría -si cabe- peor que ahora, con más delitos, más rupturas familiares, delincuencia juvenil y drogodependientes, mucho más SIDA y muchos menos nacimientos... que es el gran problema de España para las próximas décadas. Todo esto, ¿cómo se paga?

Además, debemos conocer la labor social que la Iglesia realiza directamente: 90 hospitales, 111 ambulatorios, 933 asilos de ancianos, 284 orfanatos, 104 centros familiares, 81 centros acogida a toxicómanos y SIDA, 2.833 otros centros asistenciales y 23.000 centros de Cáritas Parroquial. Quizá uno de los datos más desconocidos es que hay 146 capellanes carcelarios que con 2.793 voluntarios atienden a los presos de nuestras cárceles.

Y si queremos descender a la aportación económica que la propia Iglesia hace al Estado, tendremos que hablar del ahorro que suponen los Centros Educativos concertados en los que la Iglesia escolariza a 1.741.697 niños, con un coste para el Estado de sólo 1.841 euros niño/año, cuando en los centros estatales el coste es de 3.518 euros niño/año. Esto, que sólo es posible gracias a la dedicación gratuita de infinidad de religiosos y religiosas, le supone al estado un ahorro de 2.920 millones de euros al año... ¡contra una aportación del Estado de sólo 144 millones!

Creo que después de repasar estas razones, no sólo queda justificada la aportación del Estado a la financiación de la Iglesia, sino que se pone de manifiesto que es bastante tacaña, sobre todo si la comparamos con la generosidad con que se subvencionan otras instituciones que son exclusivamente parasitarias.

Que no se nos olvide marcar la casilla en la declaración... y animar a otros a hacer lo mismo: ¡ahora toda la aportación del Estado depende de ello!

martes, 26 de septiembre de 2006

Es sencillo ser cristiano

En el fondo, el esquema del cristianismo es muy sencillo: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Pero esta sencillez es tan radical, que para eludirla complicamos el cristianismo con multitud de otras cosas que, en el fondo, lo hacen mucho más fácil; otros, por el contrario, se centran sólo en uno solo de los dos amores que debemos tener, para reducir así parte de nuestras obligaciones.

Ninguna de esas dos posturas vale...

No vale amar a Dios "tanto" que nos olvidemos de nuestros hermanos... o que pensemos que a ellos tambén les debería bastar con amar a Dios... y que cualquier otra cosa (de las muchas que a nosotros nos sobran) no les será imprescindible.

No vale amar al prójimo "tanto", que les queramos dar de todo menos aquello que realmente les haría felices: mostrarles a Dios... para lo que, por otra parte, deberíamos haberle encontrado nosotros antes.

Lo único que vale en el cristianismo evangélico es amar y servir a Dios de la única manera que Él quiere ser amado y servido: amando y sirviendo al prójimo por amor a Él; y distribuyendo entre los demás todo lo que de Dios recibimos: empezando por los dones espirituales y terminando con los bienes materiales.

La Madre Teresa de Calcuta, ese formidable ejemplo de cristianismo evangélico radical, no se cansó de repetir: Cada vez que menospreciamos a uno de nuestros hermanos porque es pobre o enfermo, es a Cristo a quien humillamos. Cuando nos dirijamos a alguien, recordemos que Cristo vive en esa persona.

martes, 16 de mayo de 2006

La Vida Humana

La Vida
¿Que es la vida? Esta es una más de las grandes cuestiones que nuestros científicos no saben responder. Los que más se han acercado son los filósofos: "vida es la capacidad de obrar". Pero esta definición a la gente de la calle nos dice muy poco. Todos sabemos que la vida humana es algo muy grande y muy importante... pero como no sabemos por qué, no acabamos de defenderla adecuadamente. Así hay algunos que piensan que la vida antes del parto no merece la pena ser protegida... y que la vida de los enfermos o ancianos no merece la pena ser vivida.
Yo creo que la vida es fundamentalmente una oportunidad para amar y ser amado. Es lo principal que distingue la vida humana de cualquier otra forma de vida; y, por supuesto, de la simple materia. Es esta oportunidad única e irrepetible lo que hace a mi vida importante: si se pierde nada podrá sustituirla. La vida de todo ser humano hay que respetarla porque alguien la está amando infinitamente: Dios; porque los demás podemos amarla -en especial los más cercanos-; y porque todo se humano puede amar a los demás.
Si una madre odiase la vida que lleva en su seno, que Dios ama y que ella debería amar -y un médico quiere sacar provecho económico de este odio-, el Estado debe evitar que la destrucción de esa vida se lleve a cabo, porque de otro modo se destruiría la oportunidad de que ese niño llegue a amar y ser amado.
Así visto, no hay calidad de vida tan ínfima que no merezca la pena ser vivida, ya que en cualquier caso es una oportunidad de amar o ser amado: si a esos tetrapléjicos a los que se quiere eliminar para que no sufran, se les amase y se les diese la oportunidad de amar, su vida sería, en lo fundamental, tan plena como la de cualquier otro en plenitud de sus facultades... y así ocurre en la mayoría de los casos.
Y es que el mundo occidental ha olvidado que no estamos aquí para disfrutar -lo que no nos distinguiría de los animales- sino para amar... y es el amor lo que da sentido pleno a nuestra vida... cualquiera que sea.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Deus Caritas Est

El Papa Benedicto, con su primera encíclica "Deus Cáritas Est" (Dios es Amor), ha querido iniciar su pontificado indicándonos cuál es el origen y final del cristianismo: el amor. Y ha querido tratar tanto del amor de Dios al hombre, como del amor del hombre a Dios y del amor entre los hombres; y de éste último, del más importante: el amor entre hombre y mujer.

Nos recuerda el Papa que el fundamento del cristianismo no es un compendio de ritos y normas, ni siquiera se fundamenta en nuestro decálogo moral. Ser cristiano es amar; y si no se ama, de nada sirven ni los ritos ni la moral. Si queremos difundir el cristianismo -ese credo tan desconocido hoy en día en occidente-, no podemos empezar por intentar recuperar el código moral que funcionó hasta ahora... Tenemos que empezar por el fundamento, por transmitir amor. Ésta fue la señal que distinguió a los cristianos cuando se los comparaba con la sociedad romana, tan disoluta como lo es la nuestra: ¡mirad cómo se aman! Si no conseguimos que primero se difunda el amor, no lograremos recuperar ningún código moral ni ético.

Sin embargo, nos hemos empeñado en lo contario, en enfrentarnos de plano a los que no opinan como nosotros, fomentando la confrontación y rezumando odio hacia quienes revientan nuestro código moral... y, claro, no nos hacen caso. No nos preocupamos por el prójimo, por sus problemas, por sus razones o debilidades: simplemente le exigimos que reconozca su errores y rectifique.

Nos hemos olvidado de la caridad: si comenzásemos con asumir esa obligación de manifestar nuestra solidaridad no con el mero rechazo del mal ajeno, sino con una lucha empeñada en conseguir el bien común. Si empezamos por implantar la Doctrina Social de la Iglesia, con radicalidad, no sólo en su aspecto moral (defensa de la vida, la familia y la libertad de enseñanza, que son principios irrenunciables), sino también en sus aspectos sociales y económicos, entonces nos resultará más fácil convencer de las bondades de la concepción cristiana de la sociedad.... recordar al mundo que ha sido esta concepción cristiana la que ha llevado a occidente al grado de dignidad humana que ha alcanzado.

Nos recuerda el papa Benedicto en su encíclica que la justicia social no es el objetivo directo de la Iglesia... pero también afirma que la justicia es la base de la caridad. La única amanera de compaginar ambas afirmaciones es adjudicando a los cristianos, a cada uno en particular, ese cometido de practicar la caridad luchando por la justicia social. Esto lo entendió muy bien la madre Teresa de Calcuta -misionera de la caridad, como forma más efectiva de ser misionera de la fe-: amando a los más necesitados transmitió nuestra fe de forma mucho más efectiva que predicando dogmas y moral.

Y es que el cristianismo solo tiene una dimensión: la mística, la moral y la caridad [nuestro compromiso por la cuestión social] deben ir unidas
.

lunes, 13 de marzo de 2006

Dios en el banquillo

Una de las mayores osadías de la sociedad actual no es que se niegue a rendir cuentas a Dios, sino que se permite sentar a Dios en el banquillo y juzgar sus actos. C. S. Lewis (el autor de las Crónicas de Narnia entre otros muchos e importantes libros) ha escrito un magnífico ensayo con este mismo título: "Dios en el banquillo".

Con excesiva frecuencia nos atrevemos a pedir cuentas a Dios. Le exigimos que nos explique por qué fulano ha muerto, por qué ese terremoto ha sido tan desastroso, o por qué hay hambre en el mundo. [Esto último solemos preguntárselo después de terminar alguna de nuestras opíparas comidas, sin habernos privado ni de una miga.] Esto es una doble osadía: por una parte, no somos quiénes para pedir cuentas al Creador, cuando nosotros mismos fallamos constantemente; por otra, atrevernos a preguntar presupone que esperamos entender la respuesta, que nuestra capacidad intelectiva está a la altura de Dios, que entenderemos sus planes a largo plazo... y esta presunción raya en la locura.

Espero que Dios nos perdone también este pecado de soberbia, ya que le consta que nuestras limitaciones humanas e intelectuales son grandes; ... porque somos más tontos que malos... y más débiles que tontos.

Y es que olvidamos que Dios hace sus planes respetando la libertad humana, que es lo que más valora porque es la libertad lo que nos permite amar. Aunque nos parezca lo contrario, Dios está jugando maravillosamente bien esta partida de ajedrez que es la Historia; y ésto es verdad, aunque nosotros no entendamos cuál es el objetivo de cada uno de sus movimientos. Pero lo realmente impresinante, es que está jugando la partida con figuras libres, que pueden aceptar su designio o no. ¿Os imagináis que un jugador decidiese comerse un peón con su caballo, y que éste se negase? ¿Cómo podría jugar la partida? Pues bién, Dios está jugando la gran partida de la Historia en estas condiciones, con figuras que se le rebelan constantemente... y, aún así, la va a ganar!

Que esta sea nuestra esperanza cuando nos enfrentemos con lo que no logramos entender, no pidamos tantas cuentas a Dios -que sabe muy bien lo que se hace- y revisemos detenídamente cómo le ayudamos con nuestra pequeña aportación.

jueves, 9 de marzo de 2006

¿Dónde está el alma?

Una de las excusas más tontas para no reconocer la espiritualidad del ser humano es que la biología todavía no ha encontrado dónde se sitúa el alma humana. Y digo que es una excusa tonta porque si pudiésemos situarla en alguna parte concreta del cuerpo humano, entonces ya no sería el principio espiritual del hombre, sino parte de su organismo material.

No obstante, no suelo rendirme fácilmente ante los retos; y creo que puedo decir dónde se encuentra el alma humana. Voy a ello:

Si nos dan un golpe en una pierna, enseguida notamos dolor en el sitio en el que nos han golpeado. Quizá, si no fuese por el dolor, ni siquiera seríamos conscientes de esa parte de nuestro cuerpo. Esto ocurre especialmente con nuestros órganos internos: si no nos duelen, ni nos acordamos de que existen.

Pues bien, si nos dañan el alma insultándonos, atentando contra nuestra dignidad o la de nuestros seres queridos, enseguida nos duele...; y muchas veces es un dolor más intenso que el que poduce un golpe o una enfermedad. Otras veces lo que duele es el amor o el desamor...
¿Dónde nos duele? Desde luego no es una parte concreta del cuerpo, aunque se nos encoja el estómago; pero nos duele... de esto estamos seguros. Lo que ocurre es que cuando el golpe lo recibe nuestro espíritu, lo que nos duele es el alma... Ya sólo tenemos que determinar dónde nos duelen el amor o las humillaciones, para saber dónde está el alma... ; pero lo que es seguro es que tenemos alma, porque a veces nos duele... y mucho.

miércoles, 8 de marzo de 2006

La Sabiduría

La Sabiduría es aquella facultad humana que nos permite dirigir nuestra vida hacia la felicidad, la auténtica felicidad. Sabio no es el que sabe muchas cosas, sino el que rige su vida sabiamente. No es fácil, y sin las "pistas" que Dios nos da le sería muy difícil al hombre actuar siempre sabiamente.

Interesado por este tema, acudí al libro de la Biblia que más relación tiene con él: se trata, por supuesto, del Libro de la Sabiduría. Sólo en los dos primeros capítulos ya se encuentran "pistas" fundamentales para actuar sabiamente. Además, pone de manifiesto lo poco que ha cambiado el carácter humano en estos 23 siglos que han transcurrido desde que se escribió; y lo actuales que son sus consejos [en azul mis comentarios]:

1.1 Gobernantes de la tierra, amad la justicia, tened buena idea del Señor y buscadlo con corazón sincero.
2 Los que no le exigen pruebas pueden encontrarlo; Él se manifiesta a los que no desconfían de Él.
[resulta curioso cómo en el mundo actual que reniega de Dios, se le exigen pruebas de su existencia y se desconfía de su providencia, de forma que le impedimos manifestarse].

3 Los pensamientos torcidos alejan de Dios. Su poder, cuando es puesto a prueba, deja sin palabras a los insensatos. 4 La sabiduría no entra en un alma perversa, ni vive en un cuerpo entregado al pecado. [no nos extrañe que una sociedad que la aceptado todas las aberraciones sexuales que la humanidad ha ido acumulando en miles de años -y que se refocila en este lodo- no logre encontrar el camino de su felicidad]
5 El santo espíritu, que es maestro de los hombres, nada tiene que ver con el engaño; se aparta de los pensamientos insensatos y se retira cuando está presente la injusticia. [qué poco inspira el Espíritu Santo a los gobernantes que no buscan la Justicia]
6 La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres, que no perdona al que injuria a Dios con sus palabras; Dios es testigo de lo más íntimo del hombre, es vigilante sincero de su corazón y escucha todo lo que dice. 7 En efecto, el espíritu del Señor llena la tierra, da consistencia al universo y conoce lo que dice el hombre. 8 Por eso, quien dice cosas malas no puede esconderse, ni podrá escapar del juicio y de la acusación de Dios. 9 Los pensamientos del malo serán investigados, y, como prueba de sus malas acciones, llegará hasta el Señor el informe de lo que haya dicho. 10 Dios lo escucha todo con oído atento; ni aun lo dicho en voz baja por el hombre se le escapa. 11 Evitad, por tanto, las murmuraciones inútiles y no digáis nada malo, porque incluso lo dicho en secreto trae sus consecuencias, y una boca mentirosa lleva al hombre a la muerte. [Pero nuestra sociedad actual, apóstata y blasfema, se queja a Dios cuando nos deja sentir las fuerzas de la naturaleza]
12 No busquéis la muerte con una vida extraviada, ni por vuestras acciones atraigáis sobre vosotros la perdición. [son demasiadas las prácticas de riesgo (drogas, sida, etc...) que nos exige nuestro placer como para no atraer sobre nosotros la perdición]
13 Pues Dios no hizo la muerte ni se alegra destruyendo a los seres vivientes. 14 Todo lo creó para que existiera; lo que el mundo produce es saludable y en ello no hay veneno mortal; la muerte no reina en la tierra, 15 porque la justicia es inmortal.
16 Los malos llaman a la muerte con gestos y gritos; pensando que es su amiga, la buscan con afán, y con ella han hecho un pacto, pues merecen pertenecerle.

Qué actuales son los "pensamientos de los malos" que el capítulo 2 del Libro de la Sabiduría adjudica a los infieles: los mismos errores y las misma excusas que la "civilización progresista" ha descubierto recientemente:

2.1 Razonando equivocadamente, se han dicho: "Corta y triste es nuestra vida; la muerte del hombre es inevitable y no se sabe de nadie que haya vuelto de la tumba. 2 Nacimos casualmente [ya los científicos de hace 22 siglos achacaban a la casualidad la existencia del hombre...], y luego pasaremos como si no hubiéramos existido, pues nuestro aliento es como el humo, y el pensamiento, como una chispa alimentada por el latido de nuestro corazón. [... y ya pensaban que el alma humana es sólo un conjunto de chispas entre enlaces neuronales]
3 Cuando esta chispa se apague, el cuerpo se convertirá en ceniza y el espíritu se desvanecerá como aire ligero.
4 Con el paso del tiempo, nuestro nombre caerá en el olvido y nadie recordará nuestras acciones. Nuestra vida pasará como el rastro de una nube, y se desvanecerá como neblina perseguida por los rayos del sol y vencida por su calor.
[y, por supuesto, rechazaban la posibilidad de un Juicio en el que se nos exigieran responsabilidades]
5 Nuestra vida es como el paso de una sombra; cuando llega nuestro fin, no podemos regresar. El destino del hombre queda sellado; nadie puede ya volver atrás. 6 ¡¡Por eso, disfrutemos de los bienes presentes y gocemos de este mundo con todo el ardor de la juventud! 7 ¡¡Embriaguémonos del vino más costoso, y de perfumes! ¡¡No dejemos pasar las flores de la primavera! 8 Coronémonos de rosas antes de que se marchiten; 9
que en nuestras orgías no falte ninguno de nosotros. Dejemos por todas partes huellas de nuestra alegría: ¡¡eso es vivir; para eso estamos aquí! 10 ¡¡Aplastemos al hombre honrado que no tiene dinero, no tengamos compasión de la viuda ni respetemos las canas del anciano! 11 Que la fuerza sea para nosotros la norma de la justicia, ya que la debilidad no sirve para nada. [Hasta aquí queríamos llegar: todos los anteriores razonamientos nos sirven para justificar la búsqueda desenfrenada del placer, orgías e injusticias... aunque todo esto nos lleve más a la angustia vital que a la felicidad]
12 Pongamos trampas al bueno, pues nos es molesto; se opone a nuestras acciones, nos reprocha que no cumplamos la ley y nos echa en cara que no vivamos según la educación que recibimos. 13 Dice que conoce a Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor. 14 Es un reproche a nuestra manera de pensar; su sola presencia nos molesta. 15 Su vida es distinta a la de los demás y su proceder es diferente. 16 Nos rechaza como a moneda falsa y se aparta de nuestra compañía como si fuéramos impuros. Dice que los buenos, al morir, son dichosos,
y se siente orgulloso de tener a Dios por padre. 17 Veamos si es cierto lo que dice y comprobemos en qué va a parar su vida. 18 Si el bueno es realmente hijo de Dios, Dios le ayudará y le librará de las manos de sus enemigos. 19 Sometámosle a insultos y torturas, para conocer su paciencia y comprobar su resistencia. 20 Condenémosle a una muerte deshonrosa, pues, según dice, tendrá quien le defienda.

Estos últimos versículos son los más actuales: el Mundo no soporta que se le recuerde que está equivocado, que la felicidad no está en el placer o el egoísmo, que su rechazo de Dios es la causa de su angustia... e insulta y deshonra a los que ponemos en Dios nuestra confianza... y así alcanzamos la felicidad ya aquí en esta tierra.... ¡ande yo caliente... y ríase la gente!

21 Así piensan los malos, pero se equivocan; su propia maldad los ha vuelto ciegos. 22 No entienden los planes secretos de Dios ni esperan que una vida santa tenga recompensa; no creen que los inocentes recibirán su premio.
23 En verdad, Dios creó al hombre para que no muriese, y lo hizo a imagen de su propio ser; 24 sin embargo, por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la sufren los que del diablo son.


Como dijo Kierkegaard, "La puerta de la felicidad se abre hacia afuera, y el que intentase forzarla en sentido contrario la cerraría más fuertemente". Pidamos a Dios la Sabiduría necesaria para no ser tan atrasados como los actuales progresistas que caen en los mismos errores de hace 23 siglos... la Sabiduría que nos enseñe en nuestra vida a abrir la puerta de la felicidad.

miércoles, 1 de marzo de 2006

Las Bienaventuranzas

Quizá uno de los pasajes del Evangelio que causan más desconcierto -especialmente en el mundo occidental- sea el que se refiere a la proclamación de las Bienaventuranzas. Para algunos son absolutamente incomprensibles y para otros se trata de una especie de techo máximo a alcanzar por los que aspiran a la santidad en esta tierra. Sin embargo, si las leemos detenidamente, vemos que se trata de recomendaciones sencillas para alcanzar la felicidad -la bienaventuranza- en esta vida y, después, en la otra. No es que se trate de un objetivo máximo, sino del cimiento sobre el que debemos edificar nuestra felicidad: ¡no son la meta, sino el punto de partida!


Vamos a comprobarlo:

Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.

La única manera de alcanzar la felicidad no es disponer de muchas cosas materiales, sino, por el contrario, poder liberarse de su dependencia, enseñorearse sobre ellas y saber utilizarlas como medio para nuestra perfección humana y espiritual. Si no somos "pobres de espíritu" y aligeramos nuestro equipaje, nunca alcanzaremos nuestra meta, porque habremos confundido los medios con nuestros fines. Efectivamente, si lográsemos no depender del reino material, ya estaríamos en el Reino de los Cielos.


Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.

El dolor es la piedra de toque del amor, es la manifestación más genuina de éste: nadie tiene más amor que el que da su vida por los demás. Como decía la Madre Teresa de Calcuta: "Amad hasta que os duela el amor". Sólo seremos felices si somos capaces de afrontar el sufrimiento por amor. Así no tendremos miedo a la vida... ni a la muerte; y, en cualquier caso, seremos consolados... por Dios y por aquellos a quienes amamos.

Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.

Debemos buscar la perfección humana en todas nuestras tareas; pero sabiendo que el éxito no nos pertenece, que somos únicamente instrumentos de Dios, que queremos completar su Creación para beneficio de los demás. Si somos humildes, nos ahorraremos tantos y tantos sinsabores que acarrea la soberbia: sabremos gozar del éxito sin provocar envidias; vernos recompensados con el cariño ajeno; sentirnos como los herederos de la tierra, pero sin estar pegados a ella.


Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos serán saciados.

Auténtica hambre de conocer y cumplir el plan de Dios para nosotros, hambre de santidad, de que nuestra vida sea un camino ascendente. Cuando se afronta con este ansia el Camino, el hambre será saciada, porque la meta siempre se alcanza.


Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.

Es feliz el que sabe amar a todos los que le rodean, acompañándoles siempre en sus alegrías y tristezas: teniendo corazón compasivo "miserere corde", entrañas de misericordia; porque el que se ocupa de los demás,olvida sus propias penas.


Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.

Qué felicidad tener un corazón grande y limpio, para que nuestra alma pueda ver a través de él. Si no eliminamos cualquier rastro de egoísmo y suciedad en nuestra mirada, si vemos a los demás como posible objeto de placer, no podremos ver ni el corazón ajeno ni a Dios.


Bienaventurados los pacíficos,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Qué felicidad sentir la paz y sentir que hemos ayudado a conseguirla. El odio, el rencor y la revancha nos podrán proporcionar un éxito momentaneo... pero nunca la paz, que es consecuencia de la justicia, de sabernos en el buen camino. Sembremos concordia y nos haremos hijos de Dios.


Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.


Qué felicidad no depender de los juicios ni criterios humanos; no ser esclavos del qué dirán, de nuestros complejos, de nuestros prejuicios... liberados de todo eso nos encontraremos como en el Cielo.

Lo dicho, las Bienaventuranzas no son la meta, sino el punto de partida para la felicidad... y a los que no logremos alcanzarla en esta tierra nos queda la esperanza de la bienaventuranza absoluta en el Cielo. Vamos a intentarlo.

lunes, 20 de febrero de 2006

Los dones del Espíritu Santo

Quizá el peor mal que padece la sociedad occidental actual sea haber perdido el sentido común, como consecuencia de tanto aferrarse al relativismo moral y al concepto de libertad como mera "liberación de toda traba". Resulta que ahora tenemos muchos más conocimientos científicos; pero somos menos sabios... y es la sabiduría y no el conocimiento lo que nos lleva a la felicidad.

La Iglesia, que es muy sabia, entre otras cosas porque lleva dos mil años observando al hombre, ha resumido lo que el hombre necesita para ser santo -y, por tanto, para ser feliz - en lo que llamamos dones del Espíritu Santo, que son siete. Creo que merece la pena repasarlos y tratar de conseguirlos.

El primero don es la SABIDURÍA: que es la cualidad que nos permite dirigir nuestra vida según el plan de Dios; en concreto, la inteligencia habilitada para la felicidad. Sabio no es el que sabe muchas cosas, sino el que actúa sabiamente. El sabio es el que encamina su vida al fin que le es propio y, en consecuencia, alcanza la felicidad. Por lo tanto, es más sabio el que logra formar una familia feliz, que el científico que descubre importantes innovaciones técnicas.

El segundo es el ENTENDIMIENTO: la facultad que nos permite entender la palabra revelada por Dios... pero también es la cualidad de saber interpretar los signos que nos rodean, los acontecimientos de nuestra vida; en definitiva, aprender de nuestra experiencia y escarmentar antes en cabeza ajena que en la propia.

El tercero, y quizá el menos importante, es la CIENCIA: es el don que nos permite conocer el mundo físico que nos rodea y las leyes que lo rigen... es lo que ha permitido el fabuloso progreso material del que disfrutamos... pero que no nos ha proporcionado un progreso espiritual paralalo que nos lleve a la felicidad. El mundo actual sólo valora la ciencia, sin darse cuenta de que, sin estar incardinada en las demás facultades, no sirve para lo fundamental. Por esto hay tantos científicos que no son felices; y tánto progreso que nos lleva a la amargura!

El cuarto don es muy práctico, se trata del CONSEJO: es la capacidad de aplicar a nuestra vida, en cada circunstancia, las facultades que nos han proporcionado los anteriores dones. De nada nos serviría entender muy bien la palabra de Dios, o tener profundos conocimientos médicos, si luego no somos capaces de convertirlos en algo que nos permita mejorar nuestra vida. Por supuesto, el don de consejo también ha de servir para ayudar a los demás a encontrar la felicidad.

Pero para todo lo anterior necsitamos el cuarto don, que es la FORTALEZA: no basta con saber cómo debemos actuar, sino que es necesario llevarlo a la práctica; y una vez comprometidos en ello, tenemos que perseverar todo el tiempo que sea necesario, superando las adversidades que encontremos por el camino.

También resulta muy conveniente contar con el don de la PIEDAD: que es la reverencia debida a nuestro Padre Dios; y, en un orden de cosas más material, es el aprecio de lo valioso: la belleza, la verdad, el bien. Esto nos permitirá disfrutar a tope de nuestra vida y conseguir una felicidad -si me permites la expresión- más intensa.

Por último, un don cuyo nombre suele llevar malinterpretaciones. Me refiero al TEMOR DE DIOS. No se trata de vivir angustiado por si Dios en respuesta a cualquiera de mis errores me fulmina con un rayo. Se trata de de tener un profundo temor a defraudar a Dios; y esto por dos razones: la primera, porque el amor a nuestro Padre Dios nos debe inducir a cumplir con su voluntad; la segunda -mucho más prosaica- porque el apartarnos de dicha voluntad nos aparta de nuestro camino a la felicidad. El mundo actual tiene la osadía de decir que no le teme a Dios... y, en consecuencia, vive amedrentado por mil temores y -en muchos casos- supersticiones. En definitiva, este don nos tiene que llevar al "miedo a equivocarnos", a "meter la pata" y estropear nuestra vida... a pensar que las consecuencia de nuestros actos no son neutras, que nos afectarán en el futuro y afectarán a los demás... a vivir con la responsabilidad de que tenemos que alcanzar la felicidad para nosotros y para los demás.

Qué pena que en el mundo actual se desconozcan estos siete fundamentos para alcanzar la felicidad... porque su desconocimiento nos lleva a que ni siquiera podemos pedirle al Espíritu Santo que nos proporcione sus siete dones.

Nosotros, que ya lo sabemos, no dejaremos pasar la oportunidad de hacerlo a diario.

martes, 3 de enero de 2006

El Cristianismo

Veíamos en la última entrada que la religión verdadera es el mejor camino para amar a Dios como El quiere ser amado; y repasamos sus principales características. Lógicamente, tenemos la obligación de buscar la religión verdadera y practicarla: vamos a ver qué religiones se identifican con las características expuestas

Sintoísmo (religión oficial en Japón) es más una actitud sagrada que una religión. No tiene fundador, ni dogmas, ni código moral preciso. Admite un Dios supremo; pero también otros dioses con apariencia animal. Su moral se basa en la adecuación de la vida a la voluntad divina. Se rinde culto a los poderes espirituales y al emperador. Existe mitología. No encontrarás ninguna referencia al amor en esta religión.
Budismo: fundado por Buda en la India (Siddhârtha, +563 a.c.), que deja el lujo y la quietud de su casa en busca de la verdad y su liberación interior. Su doctrina se puede resumir en que el dolor se suprime suprimiendo el deseo; la supresión se consigue con la pureza de meditación y acción. La salvación espiritual se basa en la reencarnación (metempsícosis) hasta alcanzar una existencia impersonal. Se excluye la noción de Dios Supremo y el alma. Más que una religión, se trata de una terapia para suprimir el dolor, ya que no persigue la relación entre la criatura y su Creador. Tampoco aquí encontrarás nada parecido al amor, aunque sí una gran fortaleza espiritual.
Hinduismo: religión inmemorial de la India. Cree en un Dios supremo (Brahmán), causa y origen de todo; pero también es politeísta (Visnú y Shiva son los dioses menores más importantes). No tiene credo común, ni sistema filosófico, ni jerarquía, ni culto público, ni ritos uniformes. Se puede ser escéptico, ateo o agnóstico y buen hinduista, ya que lo que importa es la conducta, no la creencia. Para el hinduismo la eternidad no es un encuentro con el amor, afirmación de la personalidad, sino la disolución en el todo.
El Brahamanismo se confunde con el hinduismo: orden universal, sacrificios rituales y jerarquización del mundo (sistema de castas). Búsqueda de la verdad a través de la lógica sistemática. ¿Dónde te hablan del amor? ¿Cómo encontrar aquí las respuestas a los retos diarios?
Confucianismo: doctrina de Confucio (n. 552 aC en China) no tiene Dios, ni sacerdotes ni templos; es más una filosofía política. Busca una ética moral y social -basada en la ley natural- para crear hombres perfectos y superiores, que puedan gobernar rectamente a otros hombres. Pero no te confundas, no tienen un concepto parecido al de la caridad cristiana; buscan únicamente la rectitud en sí misma; y no satisface la necesidad del hombre de trascendencia.
Taoísmo: fundado por Lao-Tse (n. el 604 a.C. en China) busca la salvación fuera de la experiencia ordinaria del mundo. Es monoteísta panteísta. Su principio es no actuar, no intervenir, dejar a las cosas seguir su curso natural, porque la madre naturaleza es divina. Su ética es individualista, no social. Propugna la humildad y profundizar en la interioridad. Es el polo opuesto al confucianismo. Como puedes ver, tampoco se ocupa de la caridad, ni da respuesta a las cuestiones sociales.

Zaratustra o Zoroastro (600 a.C. en Persia). Su dios en Ahura Mazda (el Sabio Señor), predica una moral elevada. Cree en la otra vida, el juicio con premio o castigo. Admite cierto politeísmo, con divinidades buenas y malas, que se enfrentan entre sí en un plano de igualdad. Admite la oración, el culto, la ascética y la moral. Por desgracia, Zaratustra no llegó a predicar algo parecido a las bienaventuranzas, ni descubrió la maravilla de un Dios Padre.
Judaísmo: religión revelada por el único Dios creador, con el que establecieron una Alianza, mediante la cual deben cumplir el Decálogo, posteriormente concretado en seiscientos trece preceptos (unos positivos, otros negativos) que regulan minuciosamente los diversos aspectos de sus vidas. Al seguir esperando en el Mesías, no han recibido el mensaje de Jesús de que somos hijos de Dios, que es amor; ni conocen las bienaventuranzas ni la caridad cristiana.
Islamismo: fundado por Mahoma en el siglo VII, a quién el único Dios (Alá) le reveló su auténtica Ley, libre de las impurezas del judaísmo y el cristianismo. Esta religión abarca las creencias, prácticas rituales y el ordenamiento jurídico religioso; pero también comprende la organización administrativa, jurídica, política y económica. Su fe consiste en creer en Alá, sus ángeles, los profetas, la vida futura, la resurrección, que el Corán es la Ley divina positiva y que Mahoma es el profeta enviado. A Dios toda la gloria; pero no parecen haber recibido el mensaje de que es Padre amoroso. Están más influidos por el fatídico destino que por el espíritu de las bienaventuranzas, que desconocen.
Existen otras religiones que tuvieron menos importancia o que no han tenido influencia en nuestro tiempo. Todas ellas son politeístas y mitológicas, su culto y ritual se centra en solicitar el favor o aplacar la ira de sus dioses: la religión griega, romana, egipcia (salvo el corto período de Atón, que era un Dios único y amoroso), inca, maya, azteca, etc...; éstas últimas, incluso practicaban los sacrificios humanos.

Pues bien, vemos que el Cristianismo es la única religión que reúne todos estos requisitos: Predica a un solo Dios, creador y señor de todas las cosas, que se revela al hombre y le ama; y que le revela la filiación divina y la dignidad igual de toda persona humana; contiene la Ley Natural para regular en todos sus aspectos la vida espiritual y material del hombre; se preocupa por las relaciones entre los hombres y su perfeccionamiento (moral natural), además de guiarle en su necesaria relación con el Creador. El Decálogo que rige el cristianismo comienza por dirigir al hombre hacia Dios (el culto en los tres primeros mandamientos: amarás a Dios sobre todas las cosas); pero inmediatamente pasa a preocuparse de las obligaciones del hombre consigo mismo y con los demás (la moral en los siete últimos mandamientos: amarás al prójimo como a ti mismo).

Pero no es que el Cristianismo sea la religión verdadera por exclusión de las demás, sino porque las supera y comprende a todas. Por una parte, la religión Católica tiene elementos que ponen de manifiesto que no puede proceder de mente humana: ¿A qué hombre se le habría ocurrido imponer el amor a los enemigos y el bien a los que nos persiguen?; y más aún, ¿qué religión meramente humana mantendría estos preceptos después de veinte siglos de mayoritario incumplimiento?; y, por otra parte, sólo en la Iglesia Católica
se cuenta con las promesas, los sacramentos y demás medios de salvación, que permiten al hombre unirse a Dios.

Al repasar la Historia objetivamente, encontramos que sólo en el mensaje del Evangelio se dan las raíces de teorías tan modernas como la igualdad de todos los hombres, la igualdad de hombre y mujer, la preocupación por los más necesitados, la defensa de la vida... y, además, la caridad, la justicia, la generosidad, el perdón, la paz, etc...

Entre otras cosas, porque ha sido el Evangelio el que ha hecho de occidente el defensor de estas teorías tan modernas.

domingo, 1 de enero de 2006

La Religión Verdadera

Si entendemos por religión la manera como el hombre se relaciona con Dios, entonces coincidirás conmigo en que la religión es un asunto tremendamente importante para cada uno de nosotros. Desde este punto de vista, sólo existe una religión auténtica: aquella que recoge la forma en que Dios quiere que nos relacionemos con Él, para encontrarle, conocerle y amarle; y, así, ser felices. No se trata de que encontremos el camino que más nos gusta a nosotros [esas religiones de "supermercado" hechas "a la carta" en que cada uno toma lo que le gusta], sino de encontrar el camino que nos llevará a Dios. Por supuesto, para el hombre es imposible encontrar el camino de lo sobrenatural, porque es algo que excede a sus posibilidades naturales;... pero contamos con la ayuda de Dios, el primer interesado en que le encontremos.

Establecidas dichas premisas, podemos ir sacandoconsecuencias de cómo debería ser la Religión Verdadera:

En primer lugar, la religión se debe referir a un Dios único, pues en caso contrario, deberíamos seguir ascendiendo en el "escalafón de los dioses", con objeto de conocer a Aquél del que todo procede; el Primero de ellos, el Ser Supremo, el Único verdadero. De esta forma deberemos eliminar todas aquellas religiones politeístas: no creo que hoy sea serio plantearse existencia de un Olimpo repleto de dioses, muchos de ellos con formas animales, que están constantemente disputando entre ellos por cuestiones domésticas.

Además, la religión debe regir la relación del hombre con su Creador; debe tratar de cerrar ese abismo que existe entre el espíritu y la materia, entre lo eterno y lo temporal; pero no puede limitarse a exigir de la criatura una serie de ritos que satisfagan la vanidaad del Creador. Por definición, la criatura no puede dar nada a su Creador que éste no tenga ya. Aplacar la ira del dios mediante sacrificios no tiene sentido en sí mismo, sino únicamente como símbolo: demuestra el arrepentimiento del hombre y la disposición de Dios a perdonar. Por lo tanto, la religión que trate de unir la criatura con el Creador debe hablar de Amor, que es lo único nuevo que la criatura puede ofrecer, mediante el ejercicio de su libertad. De esta forma, quedarían eliminadas las religiones meramente rituales, fetichistas o mágicas: no buscamos la ayuda del más allá mediante fórmulas mágicas, sino la relación personal con quien puede compadecerse de nosotros...

Por otra parte, la religión no puede consistir únicamente en una técnica que mejore el espíritu del hombre, sublimándolo de tal manera que lo despoje de su componente material. En todo caso debe guardar un equilibrio entre lo material y lo espiritual, el cuerpo y el alma. Tan erróneo sería atender únicamente al cumplimiento material de la Ley Natural (filantropía, solidaridad, justicia), como olvidar que hemos sido creados con un cuerpo en medio de un mundo material (henchid y dominad la Tierra). Las religiones tendentes a la exaltación del espíritu en sí mismo, de la meditación transcendental y el yoga, suponen una buena gimnasia espiritual; pero no ponen en relación al hombre con Dios, sino únicamente con su propia alma, con un manifiesto desprecio de todo lo material: separan al hombre del cuerpo, sin unirlo a su Creador. La religión verdadera se debe preocupar también de la relación del hombre con la materia, indicarle el camino para utilizar la creación correctamente durante su etapa temporal; y, con mucho más motivo, debe regir las relaciones de los hombres entre sí.

Si atendemos a los atributos que predicamos de Dios, la religión debe preocuparse también de los asuntos de la criatura. Si Dios crea voluntaria y libremente, resulta lógico que se preocupe por su criatura. No tendría objeto crear algo caprichosamente para luego olvidarse de ello. Y, como el Creador no puede obtener nada de su criatura, porque es perfecto e inmutable, lo razonable es que imponga al hombre como único deber el actuar del modo como más se perfeccione y realice completamente su naturaleza; y que le exponga el camino para ello. Por eso la religión debe contener una orientación moral suficientemente minuciosa como para guiar a sus fieles en todo lo necesario.

La religión no puede ser inventada por el hombre, sino que tiene que ser revelada por Dios: hasta que el hombre no conoce a Dios, no sabe como tratarlo. Como afirma el Cardenal Newman, "la Religión Natural debe ser apoyada y completada por la Revelación".

Ya tenermos las carácterísticas de la religión verdadera... ahora sólo nos queda identificarla.