miércoles, 10 de mayo de 2006

Deus Caritas Est

El Papa Benedicto, con su primera encíclica "Deus Cáritas Est" (Dios es Amor), ha querido iniciar su pontificado indicándonos cuál es el origen y final del cristianismo: el amor. Y ha querido tratar tanto del amor de Dios al hombre, como del amor del hombre a Dios y del amor entre los hombres; y de éste último, del más importante: el amor entre hombre y mujer.

Nos recuerda el Papa que el fundamento del cristianismo no es un compendio de ritos y normas, ni siquiera se fundamenta en nuestro decálogo moral. Ser cristiano es amar; y si no se ama, de nada sirven ni los ritos ni la moral. Si queremos difundir el cristianismo -ese credo tan desconocido hoy en día en occidente-, no podemos empezar por intentar recuperar el código moral que funcionó hasta ahora... Tenemos que empezar por el fundamento, por transmitir amor. Ésta fue la señal que distinguió a los cristianos cuando se los comparaba con la sociedad romana, tan disoluta como lo es la nuestra: ¡mirad cómo se aman! Si no conseguimos que primero se difunda el amor, no lograremos recuperar ningún código moral ni ético.

Sin embargo, nos hemos empeñado en lo contario, en enfrentarnos de plano a los que no opinan como nosotros, fomentando la confrontación y rezumando odio hacia quienes revientan nuestro código moral... y, claro, no nos hacen caso. No nos preocupamos por el prójimo, por sus problemas, por sus razones o debilidades: simplemente le exigimos que reconozca su errores y rectifique.

Nos hemos olvidado de la caridad: si comenzásemos con asumir esa obligación de manifestar nuestra solidaridad no con el mero rechazo del mal ajeno, sino con una lucha empeñada en conseguir el bien común. Si empezamos por implantar la Doctrina Social de la Iglesia, con radicalidad, no sólo en su aspecto moral (defensa de la vida, la familia y la libertad de enseñanza, que son principios irrenunciables), sino también en sus aspectos sociales y económicos, entonces nos resultará más fácil convencer de las bondades de la concepción cristiana de la sociedad.... recordar al mundo que ha sido esta concepción cristiana la que ha llevado a occidente al grado de dignidad humana que ha alcanzado.

Nos recuerda el papa Benedicto en su encíclica que la justicia social no es el objetivo directo de la Iglesia... pero también afirma que la justicia es la base de la caridad. La única amanera de compaginar ambas afirmaciones es adjudicando a los cristianos, a cada uno en particular, ese cometido de practicar la caridad luchando por la justicia social. Esto lo entendió muy bien la madre Teresa de Calcuta -misionera de la caridad, como forma más efectiva de ser misionera de la fe-: amando a los más necesitados transmitió nuestra fe de forma mucho más efectiva que predicando dogmas y moral.

Y es que el cristianismo solo tiene una dimensión: la mística, la moral y la caridad [nuestro compromiso por la cuestión social] deben ir unidas
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